Máxima complicidad
Pedro Peñaloza
“Apenas son suficientes mil años para formar un Estado,
Pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo”.
Lord Byron.
1. Gobernar con talento o pese a ello. Entendámonos bien, para evitar caer en los lugares comunes. Joaquín Guzmán se fugó cuando quienes los sacaron definieron el momento adecuado. Dejemos de seguir creyendo en las casualidades, esas son herencias de explicaciones religiosas y mágicas. Peña y Osorio viajando a París, las distracciones mundanas estaban distantes de la vida del narcotraficante, los partidos políticos estaban en sus cosmos internos y en la especulación de intercambio de posiciones. Un aspecto que debemos preguntarnos es: ¿Por qué el escape no se realizó antes de las elecciones? Seguramente el hecho hubiese impactado en los sufragios hacia el partido en el Gobierno. La lógica del poder sobredetermina los comportamientos coyunturales de los actores sociales. Así que, abandonemos la chabacanería de ojos sorprendidos y cejas arqueadas, estamos en presencia de un evento donde están involucrados poderosos intereses económicos y políticos, en este caso el «Chapo» representa a un mundo empresarial influyente y presente en los vaivenes de la economía nacional e internacional.
2. Durmiendo con el enemigo o construyendo los enemigos. Un abordaje imprescindible para empezar a comprender la salida del sinaloense es evaluar y detectar a los beneficiarios de su fuga y a los damnificados de ella. Sería temerario pensar que el «Chapo» pactó con Peña y Osorio su salida, a menos que estemos en presencia de una operación de tal magnitud que implicara el suicidio político asistido. Desde otra perspectiva, debemos preguntarnos quiénes buscaban golpear al responsable legal y formal de la permanencia del «Chapo» en Almoloya, por supuesto que nos referimos al secretario Osorio, quien en el organigrama gubernamental tiene el papel de custodio de Guzmán Loera y otros, y máxime la personalización que le asignó el propio Peña para ser su guardián.
No se trata sólo de escarceos entre los burócratas gubernamentales, en vísperas de las elecciones presidenciales, sino que estamos en presencia de un entrecruzamiento de intereses, que por supuesto toca la silla para Los Pinos, pero que también implica pactar con los subgrupos de la burguesía y evidentemente de los gerentes y jefes de la delincuencia organizada. Por ello, la «fuga» del susodicho debemos verla desde una meseta múltiple y multifocal. Seguramente la presencia física del líder del cártel de Sinaloa podrá modificar la geografía de las violencias y de las fusiones y rupturas del subsuelo delincuencial.
3. En México no se desarticula, solo se descabeza. Uno de los elementos, quizá pactados, lo es la práctica que se realiza desde los aparatos de seguridad del Estado, de sólo detener a determinadas cabezas de los cárteles y de sus subsidiarias, pero no desestructurar todas las redes de protección que permiten producir, distribuir droga y lavar dinero, por eso no es casual que la detención del «Chapo» no se tradujo en el desmantelamiento de su organización, la maquinaria siguió funcionando sin problemas. Quizá aquí se asome un pacto que desconocemos pero que se puede intuir para respetar bienes, protección familiar y de sus socios. De tal manera que se exhibe el significado del concepto de delincuencia organizada, a saber, que ésta sólo puede funcionar con el paraguas y la vinculación de personeros del Estado.
Epilogo. El golpe al régimen peñista es demoledor, quizá el control de daños implique remociones de alto y mediano nivel. Quizá. Lo que está claro, es que México seguirá hundido entre el narcotráfico y las violencias, la más importante, como detonante, es la desigualdad social. Ni remedio.
pedropenaloza@yahoo.com / Twitter: @pedro_penaloz