Medio millón de muertos
Medio millón de muertos
Por Aurelio
Contreras Moreno
Sin que medie en ello signo de admiración alguna, hay que
reconocer la enorme capacidad que tiene el régimen de la autoproclamada “cuarta
transformación” para envolver y manipular la narrativa de la opinión pública a
través de su intensivo bombardeo de propaganda, dirigida a crear distractores
que alejen la mirada de sus peores falencias.
Mientras los medios, los analistas y los académicos son
desbordados por el alud de propaganda y desinformación con que diariamente se
inunda la agenda pública desde palacio nacional, se pierden de vista asuntos de
tanta o mayor importancia que, a fuerza de naturalizarse y normalizarse por su
constante repetición, han dejado de causar el impacto que en realidad merecen.
Uno de esos temas es la mortandad de personas a causa de
una pandemia que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quiere terminar por
decreto. Luego de alcanzarse la cifra de los 200 mil fallecimientos oficiales
en marzo pasado, la ciudadanía dejó de escandalizarse por lo que a todas luces presume
una responsabilidad criminal por parte de quienes impusieron –como hasta la
fecha hacen- una estrategia cuyos criterios nunca han sido de salubridad, sino
miserablemente políticos y electoreros.
Lo anterior ha quedado de manifiesto nuevamente con el
despropósito de vacunar primero al magisterio en lugar de concluir con los
médicos y, peor aún, negando este derecho a la salud privada, tan expuesta al
virus como el personal que labora en el sector público y que ha sido
delictivamente discriminada a partir de perjuicios demenciales.
Sin embargo, lejos de decrecer, la emergencia sigue
activa y está a la alza, como tuvo que reconocer uno de los “candidatos” a ser
acusado de crímenes de lesa humanidad por su irresponsable rol en la gestión de
la pandemia en México, el subsecretario de Promoción de la Salud y vocero
gubernamental Hugo López Gatell, quien esta misma semana dio a conocer que el
nivel de contagios comenzó a aumentar en diez entidades de la República tras
las vacaciones de Semana Santa.
Y esto resulta lógico, pues el Gobierno Federal puso en
semáforo verde a casi todos los estados del país exactamente el día del inicio
del periodo de asueto, invitando con ello a la población a salir y contagiarse
inevitablemente. Todo, con tal de generar movimiento en la economía. Claro, a
costa de la vida de los mexicanos. Tal cual sucedió cuando también por decreto
se estableció la “nueva normalidad” desde el verano del año pasado. Las
consecuencias en pérdida de vidas humanas han sido devastadoras.
Y como todo lo que sucede últimamente en México, esto
desgraciadamente está lejos de ser una exageración. Este martes, la Secretaría
de Salud reconoció un exceso de mortalidad a causa de las infecciones por el
coronavirus SARS-CoV-2 de 248 mil personas fallecidas adicionales a las 196 mil
que hasta el corte del pasado 6 de marzo había reconocido oficialmente. Lo cual
colocó el total en 444 mil habitantes de este país muertos por la covid-19.
Pero si esas 248 mil muertes adicionales se suman a las
poco más de 213 mil reportadas oficialmente hasta este 20 de abril, el número
de fallecimientos en realidad ascendería a 461 mil. Y aplicando el factor de
subregistro, que contempla que por cada muerte confirmada por covid-19 dejan de
registrarse 2.3 fallecimientos, el volumen total sería de 497 mil 734 mexicanas
y mexicanos muertos por la pandemia.
Medio millón de personas asesinadas por la estulticia, la
indolencia y la ineptitud de un gobierno criminal. Un desastre que,
increíblemente, ha dejado de conmovernos.
Vacunación a ciegas
En el primer día de vacunación “voluntariamente” a fuerza
del magisterio en Veracruz, en cada una de las sedes se entregaron formatos de
“Hoja de consentimiento bajo información” que los aspirantes a recibir el
fármaco debían llenar previamente, mientras hacían largas filas, y en los
cuales debieron admitir “haber recibido información sobre la vacuna CanSino
Biologics” y que se les había “informado sobre las contraindicaciones y las
posibles reacciones postvacunales”.
Eso es falso. Los docentes se tuvieron que vacunar sin
conocer esa información con anterioridad a la aplicación del biológico, eximiendo
con ello de cualquier responsabilidad al gobierno.
Típico de la “4t”.