Mensajes ominosos.
Mensajes ominosos.
Por Martín Quitano Martínez
En solidaridad con Rogelio.
La fuerza no viene de una capacidad física. Viene de una voluntad
indomable.
Mahatma Gandhi
Los
tiempos del país se contagian de la dinámica del desencuentro. Tristemente, la
realidad se encuentra dominada por la intransigencia, aturdida por los ruidos
del poder que enfurece cuando no se pliega a sus designios, sobajada y dominada
por la intolerancia. El tufo de la sinrazón de Estado predomina en la vida
política nacional, generando ambientes irrespirables de fanatismos que, desde
los extremos, sitúan a nuestro país en rutas de confrontación que profundizan
nuestras tragedias.
Desde
el poder se elaboran mensajes ominosos. Nada es discutible. Todos debemos estar
de acuerdo con lo que hace el gobierno, o de lo contrario eres clasificado dentro
de lo negativo del régimen pasado. Las opiniones y acciones que disientan, que
señalen o critiquen, deben de ser acalladas, estigmatizadas, llevadas al paredón
de los denuestos, marcadas en el desprecio bajo la sospecha de intenciones
malsanas, agobiados por un delirio persecutorio ajeno a la vida democrática.
Un
poder incuestionable como no sucedía hace 60 años. Nos recuerda los tiempos
oscuros del partido único, de la visión totalizadora, omnipotente, omnipresente.
Aquella época en que las opiniones distintas eran ideas extranjerizantes, de
infiltrados comunistas (ahora son neoliberales), de traidores a la patria. Esos tiempos, esos modos y prácticas no deben
volver.
Hay
mensajes ominosos para la normalidad democrática, para una vida pública
saludable y cívicamente potente, en la que todas las opiniones deben valorarse
en el reconocimiento de la riqueza de la pluralidad política y sus pensamientos
sobre los asuntos públicos. Pareciera estar en riesgo el correcto
funcionamiento de las instituciones democráticas, por imaginarios que rechazan
el reconocimiento a la coexistencia pacífica y valorada de los diferentes.
Es
necesario exigir que se detenga la ruta de las descalificaciones, del
sometimiento a las visiones únicas. Siempre ha habido y habrá posiciones
distintas, incluso opuestas, sobre la gestión pública, por ello es que la
crítica forma parte de nuestra democracia.
Muchos
compromisos de vida, incluyendo la mía, por años se han vinculado a la
exigencia por la construcción de instituciones y poderes que otorgaran mejores
condiciones de vida a más ciudadanos, sobre el marco de respeto de libertades y
de valores cívicos democráticos. Han sido luchas sociales por las que muchos
han perdido la vida, han sido perseguidos o perdido la libertad, y esa labor no
concluye con una nueva gestión gubernamental, pues siempre es perfectible. Por
ello el debate público no debe verse como afrenta, sino como una ruta de
trabajo para el diseño de políticas públicas incluyentes.
Los
debates del México que queremos, del cómo se desarrollan las distintas opiniones
y su capacidad para implantarse en la sociedad, deben estar responsablemente
garantizadas en justo apego a la Constitución, a las leyes que de ella emanan y
que nunca deben ser utilizadas para discriminar o amedrentar, sino para
asegurar con certeza y orgullo que vivimos en democracia y en un estado de
derecho.
DE LA BITÁCORA DE LA
TÍA QUETA
Delitos
a la carta.