Migración y el verdadero rostro de la “4t”
La crisis migrante
que se vive en la frontera sur de la República Mexicana no tiene precedente…
pero en cuanto a la inhumana y criminal reacción del gobierno federal y sus cuerpos
de seguridad.
Las caravanas
migrantes que han ingresado a México por la frontera entre Guatemala y Chiapas
han sido brutalmente agredidas por elementos del Instituto Nacional de
Migración y la Guardia Nacional. Las imágenes de los agentes pateando a
personas en el suelo, indefensas, más parecen las de un régimen militar de
ultraderecha fascista que la de uno que se asume, de dientes para afuera
claramente, como “progresista” y “defensor” de la libertad y los derechos
humanos.
Llama la atención
que a pesar del cambio de gobierno en los Estados Unidos, la actuación de las
autoridades en México se mantiene igual que cuando era presidente Donald Trump.
Las fuerzas de seguridad mexicanas siguen siendo en los hechos el muro
prometido por el ex mandatario a su base dura de seguidores.
Y si bien es cierto
la política migratoria de la administración de Joe Biden tampoco se ha
modificado demasiado respecto de la de su antecesor –si acaso, solamente es más
“light”-, no se sabe de presiones o amenazas como aquellas a las que tan afecto
era el republicano como para que el gobierno de López Obrador mantenga esa
actitud de sumisión frente a los intereses norteamericanos y de represión
contra quienes todavía llama en el discurso los “hermanos” migrantes.
Nada hay que pueda
justificar decisiones aberrantes como la de separar a niños de sus padres como se
ha denunciado está ocurriendo en la frontera sur. La violación reiterada de
derechos humanos prohijada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador
contra los migrantes dejará sin duda un estigma imborrable sobre lo que
significó en realidad el gobierno de la mal llamada “cuarta transformación”,
pues estos hechos incluso podrían calificar como crímenes de lesa humanidad.
Esa marca
vergonzosa no la podrán borrar ni los millones de pesos que por decisión de
López Obrador se han enviado a regímenes de países como El Salvador, donde
gobierna otro populista autoritario que nada ha hecho con ese dinero para
mejorar las condiciones de vida en su nación y por lo cual, sigue expulsando
personas que prefieren exponerse a morir en manos de un agente policiaco, un
“coyote” o la delincuencia organizada al cruzar por México, que quedarse a
morir de hambre o en manos de las pandillas centroamericanas.
Por supuesto, el
maltrato y persecución de los migrantes en territorio mexicano ya ha recibido
condenas internacionales por parte de organismos como la propia Organización de
las Naciones Unidas, que exigió al gobierno de López Obrador “respetar los
derechos humanos” de las personas en tránsito tras los violentos operativos
para disolver las caravanas que, con todo y eso, no cesan en su intento por
llegar a Estados Unidos, el destino final que todos tienen fijado.
El mismo que
tuvieron los mexicanos que a día de hoy mantienen a flote al país gracias a las
remesas que envían y que el régimen “presume” como logros propios.
Es por ello que
resultan absolutamente grotescas las justificaciones del régimen en voz de
quienes alguna vez fueron referentes respetados de la defensa de los derechos
humanos de los migrantes y que, con la llegada del lopezobradorismo al poder,
se volvieron vulgares paleros del régimen.
Es sin duda el caso
del sacerdote Alejandro Solalinde, quien dejó en el olvido la causa migrante para
justificar lo injustificable con absurdos tales como que “se está mandando a migrantes y niños a provocar”, porque según
él “Estados Unidos no puede aceptar un gobierno como el que tenemos” y,
en su extravío moral y ético, ahora dice que detrás de la migración masiva
–como la que defendía hace tan solo una década- hay “mano negra” para “golpear”
a López Obrador.
Solo le faltó decir
que antes no había migración y que se “inventó” para “desprestigiar” a la “4t”
que, huelga decir, no necesita ayuda para eso. Su verdadero rostro quedó a la
luz.
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