Misivas
El género epistolar es la expresión a través de un texto conocido como carta o epístola. En este trato, una de las partes está ausente. La Biblia da claro ejemplo con Pablo al inducir a romanos, corintios, colosenses y otros tantos a que conozcan los evangelios o las buenas nuevas. Por su parte Hernán Cortés, con sus cartas de relación, informó a su monarca de todo lo que conquistaba. El comentario es, porque a mi mente viene la correspondencia que mi hermana Elvia escribía, cuando a sus 19 años, recién salida de la Normal, se fue a hacer sus pininos a la plaza que le otorgaron en el sur del estado de Veracruz. Recuerdo los sobres ribeteados con los colores de México, el timbrado, el matasello y la inigualable letra manuscrita que hasta la fecha conserva. Siempre causó emoción escuchar el silbato de don Cheto, el cartero. Sabíamos que eran las buenas nuevas de Elvia Cristina que, con mucho humor, las platicaba, evitando todo lamento. La tecnología a través del correo electrónico, achicó el tiempo de entrega, pero el afán de recibir la misiva no se deprecia, por lo que me atrevo a transcribir la primera que, hace días, recibí de mi hermanita, desde la bella Copenhague:
Querida familia: Como símbolo de la ciudad y mostrada en todas las guías turísticas está La Sirenita, este medio animalito ¿o animalita?, que Andersen hizo que se quedara a la orilla del mar esperando a su amor imposible, que como humano, hombre y macho, jamás regresó. La sirenita es visitada por millones de turistas al año y en dos ocasiones ha causado tanto disgusto su cara triste, que la golpearon y casi le arrancan los brazos. Claro, los vándalos huyeron satisfechos de su hazaña. Nos sorprendió un fuerte aguacero a medio camino para ir a admirarla y nos quedamos con las ganas de saber de sus sufrimientos. En nuestro primer día, nos perdimos el primer monumento danés.
Las vivencias son magníficas, la gente amable y los sucesos diarios de la ciudad muy atractivos. Hoy, al llegar al “parlament”, el registro civil nuestro, nos sorprendió ver a un montón de parejas que se fueron a casar. El espectáculo era bello al por mayor, grupos de gente rodeando a las parejas. Y como diría Nicolás Guillén “esta negra, tan negra como e, no la cambio por ninguna, por ninguna otra mujé”, y ahí teníamos al güero, güero, güero de ojos azules, con su negra, negra esposa con su blanco, blanco vestido, sonriendo p’a todos lados. Tomamos fotos tan pronto se descuidaron. Comentamos con Ceci esa bonita escena, muestra absoluta de amores igualitarios.
La parte vieja de la ciudad —ya restaurada— es otro rincón muuuyy digno de contemplarse. Los colores fuertes —amarillo, rojo, azul— forman una línea recta a lo largo del canal y miran a las quietas barcas, que con sus velas y cuerdas gastadas ya, esperan la señal convenida para lanzarse al mar.
Bueno, aún no conquistamos la ciudad del todo, además estamos cansadas, mis 73 años caminaron anoche, arrastrando la maleta unos 500 metros. Pues nos bajamos en la estación del metro no convenida y tuvimos que apechugar el error.
Le ponemos continuar y seguiremos informando.
Los quiero.
Amigos, la aventura prosigue no sin antes recordarles que “Cartas que de prisa se escribieron, mil disgustos dieron” ¿será eso verdad?
¡Ánimo ingao..!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz