MUERTE Y VIDA EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA Y LA FESTIVIDAD DE TODOS SANTOS EN COATEPEC.
Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros
Cronista de la ciudad de Coatepec
(Tercera y última parte)
Uno de los rasgos distintivos de la Festividad de Todos Santos en la región de Coatepec, lo es la ofrenda al perro, cuya práctica ha ido desapareciendo en los últimos años, al igual que en otras comunidades del Estado de Veracruz.
El análisis de los materiales arqueológicos, permite acercarnos al vínculo que establecieron las sociedades mesoamericanas con los perros, ya sea en cuanto a una relación doméstica o la asignación de una amplia carga simbólica. En lo referente a esta última, se cuenta con numerosas representaciones, las cuales se han hallado en espacios sacralizados.
Un ejemplo de la asociación que establecieron las sociedades indígenas entre el perro y la región de la muerte, la encontramos en las diversas esculturas de perros, halladas en contextos funerarios del Occidente de México.
Hace muchos años, un vecino de “Campo Viejo” me mostró una pequeña figurita en barro de un cánido, cuya característica distintiva, era la de mostrar la mitad del rostro modelado de forma natural, mientras que la parte contraria se encontraba descarnada y decorada con chapapote. Dicha particularidad nos remite a la concepción dicotómica vida-muerte, en relación a los momentos opuestos, dentro de la concepción cíclica del desarrollo de los seres; de tal forma que este tipo de pieza, podría remitirnos a la asociación simbólica que estableció la sociedad local, entre el perro y la región de los muertos.
Las personas más ancianas de Coatepec, referían una serie de advertencias hacia las gentes que maltrataban a los perros, principalmente mencionaban que si le pegaban a un cánido, no lo ayudarían a cruzar el “Río Jordán”, cuando su alma recorriera el camino hasta la región del descanso. En dicha conseja pervive una de las antiguas concepciones nahuas en relación a la función del perro; es fray Bernardino de Sahagún quien refiere en su obra “Historia General de las Cosas de la Nueva España”, que cuando un señor principal compraba en el tianguis un perro de color bermejo, lo acariciaba y le decía: tú serás quien me ayude a cruzar el Chicuhnahuapan “Río de las nueve corrientes”. Efectivamente se sabe que en los funerales se sacrificaba un perro cruzándole una flecha en el cuello, aparte de atarle un cordel de algodón, mismo que se colocaba junto al fardo funerario.
En la comunidad de Carrizal, se relataba en la temporada de Todos Santos una historia sobre los perros:
“Hace muchos años vivía en el pueblo un hombre que quería mucho a los perros, les daba de comer, nunca los maltrataba y si encontraba alguno con heridas lo curaba. Este señor tenía un vecino que era todo lo contrario, si se acercaba un perro a su casa les pegaba con lo que tuviera a la mano; o les echaba agua para espantarlos. Cierta día, el vecino bueno vio cómo maltrataba a un perro y le recomendó que no lo volviera hacer y en lugar de hacerle caso, le gritó que no se metiera y mejor se callara; y así pasó el tiempo hasta que un día falleció el señor que maltrataba a los perros. Muchos años después también falleció el señor que apreció y les daba de comer a los perros, entonces el alma del señor bueno llegó hasta la orilla de un gran río donde se le acercaron las almas de éstos que ayudó en vida. Eran tantos, que entre el alboroto apenas pudo distinguir a una persona que se encontraba sentado en una gran piedra a la orilla del río. Cuando se acercó, vio que era el alma de su vecino, el que nunca quiso a los perros y le preguntó qué hacia allí, a lo que respondió el otro: ¡como siempre maltraté a los perros en vida, ahora no me quieren ayudar a cruzar el río! Entonces el señor bueno, les pidió a los perros que olvidaran los maltratos y lo ayudaran a cruzar a la otra orilla., Dicen que sólo así pudo llegar hasta la región del descanso, gracias al señor que siempre trató bien a los perros. Por eso no hay que pegarles a los perros en vida, y darles de comer”.
Dicha historia en Carrizal es referida para justificar, por qué no hay que maltratarlos y recordarlos con una ofrenda en la festividad de Todos Santos.
Por su parte doña Adelina Texon Guerrero, partera empírica de la ciudad de Coatepec, mencionaba que los perros tenían su propio santo, al cual le rezaban diariamente una oración y decía así: “Guau guau guau…San Lázaro bendito en este día, puertas abiertas, cosas mal puestas y mujeres descuidadas amén… Guau guau guau”. La relación entre San Lázaro y los perros, probablemente fue reinterpretada por las comunidades indígenas. Así se observa el culto de otras imágenes de santos que van acompañadas por animales, práctica sincrética por parte de los indígenas que obligó a las autoridades eclesiásticas a emitir su prohibición, como entidades tutelares de las comunidades.
Las historias referidas en la tradición oral tanto de los habitantes de Coatepec como de otras comunidades aledañas, permiten justificar la ofrenda que se le pone al perro durante la temporada de Todos Santos. En Coatepec se colocaba el 27 de octubre una gorda y un traste con agua atrás de la puerta, en cambio en Chiltoyac se ponía un altar pequeño el día 3 de noviembre, abajo del altar grande y la ofrenda consiste en diversos alimentos que les gustaban. También en Carrizal algunas personas acostumbraban colocar una pequeña ofrenda a estos animalitos, ya sea a un lado de la puerta o junto al altar.