Mujeres: más allá de la corrección política
Mujeres: más allá de la corrección política
Por Mónica
Mendoza
Era previsible que la tónica que dominaría la
discusión pública en las campañas políticas giraría en torno de las mujeres.
Pero como en muchos otros casos, la realidad ha superado la ficción y hoy
podemos ver y escuchar a los candidatos más misóginos, a los que con sus
acciones una y otra vez generan violencia hacia las mujeres, a quienes nos han
agraviado incluso directamente, o a quienes claramente no tienen la menor idea
de lo que dicen hablando de que son nuestros más “convencidos aliados” y que
con nuestro voto, transformarán el negro panorama que se cierne sobre nosotras
y que nos hacen vivir en la más obscura noche de inseguridad.
Esta clase de alucinaciones “campañeras” desde
luego no son exclusivas de la retórica masculina. Hay muchas candidatas que
andan por las mismas en misoginias y en ignorancia, lo que nos recuerda aquel
lema que enarbolaban las feministas de los años 70, cuando afirmaban que
“cuerpo de mujer no garantiza conciencia de género”.
Pero volviendo al punto, en toda esa serie de
promesas de campaña hemos de reconocer que sí hay un punto común: el brutal
incremento de las violencias. De acuerdo con los datos del Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, marzo de 2021 fue el mes
más violento en contra de las mujeres desde 2015, incrementando el número de
mujeres asesinadas a 12 diarias, delito que no es el único que ha crecido en
forma alarmante pues en realidad lo que ha podido constatarse es el claro
incremento en el índice de violencias cometidas en todos sus distintos tipos y
modalidades, lo que se ha exponenciado a partir de la pandemia, que convirtió
al hogar en el espacio más inseguro para nosotras, pues nos llevó a confinarnos
con nuestros principales agresores, develando la fragilidad de la realidad de
vida a que las mujeres nos enfrentamos cotidianamente.
El lugar más común cuando se habla de violencia y
se colocan en el centro de la discusión las cifras, es echar culpas a la
incapacidad de los gobiernos en turno en sus distintos niveles. Lo cual es
cierto, pero no es exclusivo. A la hora del reparto de responsabilidades hay
que pasar a la silla de los acusados a las y los diputados federales, que son
quienes validaron la más dañina disminución presupuestal tanto al Inmujeres
como a los programas antes dedicados para darnos atención, muchos de los cuales
hoy ya no existen porque fueron desaparecidos o murieron de inanición.
Pasemos también la factura a los congresos locales,
que han sido omisos por conveniencia para entrar a la discusión de los temas
que no les traen votos, como el eternamente pospuesto debate sobre los derechos
sexuales y reproductivos que simplemente no le llega turno de ser abordado en
las agendas parlamentarias.
Finquemos responsabilidades de este demoledor
escenario a los gobiernos estatales y locales, que siguen sin entender lo que
es transversalizar la perspectiva de género e insisten en mantener a las
instancias municipales y a las unidades de género con titulares sin perfil, con
nula incidencia en la gestión al interior de las dependencias y lo que es peor,
sin presupuestos para hacer su trabajo.
Y desde luego, incluyamos al hacer el balance a la
responsabilidad individual de padres y madres, de maestras y maestros, de jefes
y jefas, de medios de comunicación y de una ausente ciudadanía que produce y
reproduce violencias, pasando la bolita a otros, sin entender que lo que las
alarmantes cifras en realidad revelan es que hoy ninguna se salva. Todas
estamos en riesgo.
Así pues, cuando quienes ostentan candidaturas de
uno y otro lado lanzan al aire propuestas a veces tan obvias y a veces tan
absurdas, una se pregunta: ¿en serio creen que es tan fácil? ¿Con qué dinero
piensan hacer lo que hoy proponen a bote pronto?
Esta semana de campaña, que para los cargos
federales es la sexta y para los locales la segunda, coincidió con el Día de
las Madres. Ése es un tema facilito. Hasta ellos y ellas dicen que “entienden
los temas de género porque tienen una madre”, lo que revela lo poco que
comprenden realmente de qué va todo esto. Pues ahí habría que decirles que en
México hay 32 alumbramientos diarios en niñas de 10 a 14 años de edad y que de
las 64 millones de mujeres que el INEGI dice que hay en el país, 48 millones
son madres con más de 15 años, mismas que viven la maternidad en circunstancias
altamente diferenciadas, pues casi la mitad de ellas están casadas, la otra
mitad están unidas, son viudas, solteras, separadas y divorciadas. De todas
ellas, más de la mitad no tienen una actividad remunerada y un porcentaje muy
reducido cursó estudios universitarios o de postgrado.
Los rostros más sensibles de la maternidad escapan
por completo de la corrección política de quienes tienen una candidatura y
están en campaña. Y pone de manifiesto la complejidad que implica atender
integralmente a personas que tienen condiciones de vida muy particulares.
Porque de lo que las y los candidatos no hablan es
de que la maternidad debe ser elegida, voluntaria y libre. De que la crianza no
es exclusiva de las mujeres. Que maternar no debe alejarnos nunca más de la
realización profesional. Y que además, hay otras maternidades, como la que
viven quienes buscan a sus hijos e hijas desaparecixs, la de quienes son
víctimas indirectas de feminicidio, la de quienes son transexuales, la de las
mujeres que fueron obligadas a ser madres aun siendo niñas. Y claro, la de las
madres que son ajenas al universo de la mercadotecnia y que lo que les importa
es sobrevivir a la pobreza y no romantizar sobre un modelo idílico ya caduco.
Éste es solo un botón de muestra que pone de
manifiesto que lo que necesitamos para resolver las profundas problemáticas que
tenemos las mujeres es mucho más que el llamado “feminismo washing”, que es la
apropiación de nuestra bandera como si fuera una marca que algunas compañías y
varios partidos políticos explotan hoy a nivel muy superficial. Tal y como en
el pasado sucedió por ejemplo con la causa verde, de la que pocos logros
sustantivos hubo.
Entonces, no hagamos de la causa de las mujeres una
moda ni solo un tema de corrección política y vayamos al fondo de las
problemáticas que nos tienen ante la grave vulnerabilidad que las cifras de
violencia exhiben.