NADA QUE DEFENDER LOS MORENISTAS VERACRUZANOS
NADA QUE DEFENDER LOS MORENISTAS VERACRUZANOS
Uriel
Flores Aguayo
El
morenista promedio es mero simpatizante de ese partido. Con excepción de los
grupos de poder y sus aliados el resto es de papel. Morena no tiene militancia,
es una nómina y agencia de colocaciones. Sin vida orgánica ni estructura morena
en Veracruz es un membrete gubernamental. Sus afiliados en realidad no
pertenecen a nada; no tienen derecho alguno, no eligen a sus dirigentes ni a
sus candidatos. No los toman en cuenta, su papel se reduce a ser relleno
acarreado de actos y a repartir panfletos. Algunos, los escasísimos idealistas
que quedan, se aferran a una ilusión y caminan a una segura decepción. Les
queda AMLO como el Caudillo y líder fuerte, como el redentor y ser
omnipresente; evaden definiciones locales para refugiarse en la propaganda y
los mitos. Eluden tocar la problemática veracruzana y se abstraen en asuntos
nacionales. Conscientemente o no están avalando un gobierno de caricatura,
lejano a cualquier mínima idea de izquierda o progresista. No podrán salir
limpios de un sexenio donde dominó la frivolidad, el abuso y la corrupción.
Es un
imperativo ciudadano preguntarles si están conscientes de lo que apoyan; si
saben que quedó de sus banderas. Si lo saben, son cómplices de una pandilla; si
no lo saben, son ignorantes peligrosos.
Deberían
tener claro que respaldan en Veracruz un gobierno de nepotismo que anuló la
división de poderes y degradó a la justicia. Deberían saber que su gobierno se
disfraza de partido y utiliza personal y presupuesto públicos para las campañas
electorales oficiales. Todos esos atropellos e ilegalidades son evidentes y del
dominio público; nadie puede llamarse sorprendido. Si viendo ese mar de
corrupción y abuso de poder guardan silencio, son parte de lo mismo; se
convierten en vulgares corruptos.
Es
inconcebible y ofensivo que aparenten creer que están transformando algo y que
impulsan una revolución de las conciencias. Son tan demagogos como sus jefes;
viven en la mentira y la mitología. No quisieron o no pudieron hacer otra
política, renovadora. Se fueron por lo fácil, por lo tradicional: clientelismo,
corporativismo y la demagogia. Es algo retador a nuestra inteligencia
escucharlos hablar de “amor al pueblo”. Es una frase ocurrente y sin sentido;
no tiene sustento ni contexto, no dice nada real; es una más de sus ocurrencias
para intentar verles la cara a los veracruzanos.
El
escándalo de corrupción inmobiliaria de su candidata
,
desproporcionado, los pone en el dilema moral y político de apoyarla a ciegas o
de deslindarse de un comportamiento obviamente corrupto.
Se han
quedado sin banderas, no hicieron historia, no cambiaron nada y están
derrotados moralmente. Por su dignidad es conveniente que pierdan el gobierno,
es sano para que intenten algo distinto. Así como van, con sus líderes
aferrados al poder y defendiendo únicamente sus privilegios, van a terminar con
las manos sucias y en una brutal depresión. Ojalá se quieran un poco y tengan
el valor de decir no al fraude y la represión en camino. De entrada, deben
hacer un sensato y saludable esfuerzo para alejarse del resentimiento, ese
motor de su participación política.
Recadito:
agua, agua y agua.