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NATURALIZAR EL AUTOCUIDADO

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NATURALIZAR EL AUTOCUIDADO

Por Pilar Badillo Virués

 

En un mundo donde las pedagogías de la crueldad como denomina Rita Segato a “todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas”[1], es  a menudo complejo reconocer cuando necesitamos autocuidados.

 

En ese sentido, esta pedagogía enseña algo que va mucho más allá del matar, enseña a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja apenas residuos en el lugar del difunto. La trata y la explotación sexual practicadas en estos días son los perfectos ejemplos y, al mismo tiempo, alegorías de lo que quiero decir con pedagogía de la crueldad (Segato, 2018, p. 11).

 

En mi proceso de acompañar a mujeres que sufren de diversas violencias, me llevó tiempo entender que no solo debía mejorar mi manera de acompañarlas, sino también mi manera de cuidarme ante la exposición emocional constante a esto. No solo sucede cuando acompañas casos de temas en especifico, también te sitúas ante esta problemática cuando el “síndrome de salvador/a” es parte de nuestro ser. La psicología le llama así a las personas que tienen conductas de cuidado incansables para los demás, olvidándose de sí mismas. A veces consciente y otras inconscientemente.

 

Cuando eres consciente de este punto no siempre consideras la idea de dejar de hacerlo, solo entiendes que es necesario “inhalar y exhalar”. En el sentido de  ayudar y ser ayudado, ambas cosas indisolublemente unidas . Por ejemplo, cuando te ejercitas entiendes la importancia de esto, dedicas un tiempo para recuperarte después de un constante movimiento.

 

La normalización de la violencia logra la desensibilización de las personas. La violencia como espectáculo tiene como resultado la baja o nula empatía. Los medios de información tiene responsabilidad en ello. Existe claramente relación de lo que vemos, escuchamos y leemos con lo que sentimos.

 

¿Qué hay después cuando ya no importa la otredad? ¿De verdad importa lo personal?

 

“Las mujeres hemos identificado nuestro propio sufrimiento y hablamos de él. Los hombres no han podido hacerlo”.[2] Encontramos que los hombres han transitado por este caminar del reconocimiento al sufrimiento de manera distinta. El mandato de masculinidad ha proporcionado la resistencia necesaria para mantener al patriarcado. El patriarcado y su opresión, como sabemos, también se ha interiorizado en nosotras las mujeres.

 

Ubicamos dos puntos. El primero, hablamos de personas que a pesar de decir “me importan únicamente mis personas cercanas y yo” no están atendiendo la situación emocional de esos círculos cercanos, ni el propio. El segundo, las personas que dicen  “la comunidad importa y yo formo parte de ella” que puede que atiendan la situación emocional de la otredad, pero no la propia. Ojalá no nos encontráramos en ninguno de los dos supuestos, pero es raro no hacerlo. A menos que tengamos en claro la naturalización del autocuidado.

 

Como feminista tengo entendido que lo personal es político, pero me he situado muchas veces en no reconocerme en la individualidad. No saber parar, no saber pedir, no saber reconocerme ocupada o presionada, no saber poner limites, no reconocer que estoy cansada o con miedo, no saber decirme “no fue tu culpa” o “no es tu responsabilidad” en cuestiones familiares y algunas otras.

 

Este articulo es solo una manera de recordar que lo propio también importa. Que en medio de toda la violencia que nos encontramos afuera es importante no reproducirla dentro de nuestra persona. Claro que el reconocimiento y cuidado  de la otredad es vital para vivir en sociedad, pero sin olvidar que nuestra sanación importa.

 

“Soltamos piedras y relámpagos. Nos cuidamos en alfabeto y caricia, nos besamos las heridas y atacamos”.[3]

 

No puedo hablar de procesos de sanación, sin hablar del feminismo comunitario. Este tiene clara la recuperación de la defensa cuerpo-tierra, habla que nuestro cuerpo es el primer territorio de defensa. Es sobre los cuerpos donde habitan los efectos de los sistemas de opresión y es ahí donde habita la energía para emanciparnos. Las luchas pasan por la sanación de estos cuerpos. “Es incoherente querer salvar el agua, la tierra sin salvar el cuerpo de las mujeres. No podemos parcializar la vida. Sanarnos es una apuesta feminista” (Lorena Cabnal -feminista comunitaria parte de la Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario en Guatemala).

 

Empezar a cambiar mis diálogos internos me ha sido funcional. Reconocer que muchas personas fuimos socializadas para cuidar de otras, pero no enseñadas a cuidar de nosotras mismas es fundamental. No soltemos la reivindicación del autocuidado. Sanarnos es un acto personal y político.

 


[1] Segato, R. (2018). Contra-pedagogías de la crueldad (1.a ed.) p. 11. https://alejandroquinteros.files.wordpress.com/2021/04/rita-segato-contra-pedagogi-as-de-la-crueldad-pdf.pdf

 [2] Ibid. p. 16

[3] Etnografías afectivas y autoetnografía (2022). p. 144. https://ceaal.org/v3/bibliotecaCEAAL/librosdeinteres/EtnografiasAfectivas.pdf?fbclid=IwAR2Jcfdm0qBz96UMXk-zUPjwJOFVpNcwgqrN9r4q5-BJGBjSME24B4WrYDM