Nikolái Berdiaev
Nikolái Berdiaev
De Persona a Persona
POR JUAN PABLO ROJAS TEXON
La filosofía de Nikolái Berdiaev es, en esencia, un existencialismo personalista cristiano. Existencialista, porque ve la vida como un drama, una tragedia henchida de problemas y reveses a los que, no obstante, es preciso hacer frente para poder uno encontrarse consigo y con Dios y así evitar caer en esa náusea sartreana que ‘contrarresta las ganas de vivir’ y hace de ‘la libertad una sombra de la muerte’. Personalista, porque se opone a cualquier forma de abuso –social, político, económico, religioso, etcétera–, o sea, a toda práctica que atente contra lo humano. Cristiana, porque ‘cree en la liberación espiritual del hombre –hoy sujeta al imperio de lo material– por ascensión hacia el Reino de Dios tras haber dado al césar lo que es del césar; no más’ (C. Díaz). La existencia concreta es tan primordial para Berdiaev que para acentuarla invierte el primer principio cartesiano: ya no dirá “pienso, luego soy”, sino “soy, luego pienso”, pues la realidad, antes que captarse por la idea, se vive, y no hay manera de apropiársela si no es participando directamente en ella. Por eso sólo en la medida que se va existiendo se va desvelando el misterio de la existencia, a saber, que el hombre, más que un individuo, es persona, un ser corpóreo y animado que, a su vez, participa de una dimensión espiritual. ‘El espíritu’, dice Berdiaev, ‘no está en ninguna parte, ni es nunca un objeto real, aunque sí es una realidad, sólo que una realidad distinta a la del mundo natural, distinta a la de los objetos; pertenece a una cualidad de existencia diferente, superior a la del alma y el cuerpo. Esto significa que alma y cuerpo pueden acceder a otro plano –uno superior–, el de la existencia espiritual; significa que el hombre puede pasar nuevamente del plano de la naturaleza al de la libertad’. ‘Nuevamente’ quiere decir que la libertad del hombre es anterior a su naturaleza, a su ‘ser hombre’. Esto es así porque, al crear Dios libremente al hombre, lo hace partícipe de su misma libertad, que viene a ser como la firma del Creador, el sello de lo eterno. Así, pues, el hombre, antes de ser hombre, es libre. Por tanto, la realidad del espíritu se halla manifiesta en la libertad humana. Por su propia libertad el hombre puede elegir mantenerse en el mundo fenoménico, individualista, donde reinan la avaricia burguesa y el autoritarismo de los Estados, o alcanzar la dimensión de la persona, en la cual la conciencia, libre de toda objetivación, comprende que “el destino humano no es sólo terrestre, sino también celeste; no sólo histórico, sino además metafísico; no es sólo humano, sino a la vez divino”. “Ruso intenso y revolucionario”, “enemigo de un comunismo que terminó siendo fascismo”, “nómada”, “políglota”, “transterrado”, “alma ungida por lo eterno”, Nikolái A. Berdiaev fue –a juicio de Carlos Díaz– un “personalista itinerante que hizo personalismo mientras caminaba”. A este gran pensador, quien defendió con razón la libertad del hombre y promovió el desarrollo de la fe cristiana, la muerte lo sorprendió como a un guerrero en el campo de batalla, empuñando la pluma sobre su mesa de trabajo, el 24 de marzo de 1948; y aún hoy, a 67 años de su partida, su voz resuena en el espíritu de los más nobles y atentos, y esa voz repite incansable: “Obra como si oyeras la llamada de Dios y como si estuvieras invitado a cooperar en su obra, con un acto libre y creador; descubre en ti la conciencia pura y original; disciplina tu persona; lucha contra el mal en ti y a tu alrededor, no con miras de crearle un reino, rechazándolo al infierno, sino con el propósito de triunfar realmente sobre él, contribuyendo a iluminar y a transfigurar a los malos”.