No claudicar.
No claudicar.
Por Martín
Quitano Martínez
Recuerda que
cualquier momento es bueno para comenzar
y que ninguno es tan terrible para claudicar.
Anónimo
Muertos
todos los días, muertos por la violencia no solo de las armas sino por la
crisis económica, por la pandemia y el abandono anterior y actual del sistema
de salud que no arroja luz al final del túnel.
También están los vivos muertos de miedo por la incertidumbre y la falta
de mensajes que calmen los fuertes vientos que soplan.
Frente
a la violencia que no cede, la corrupción que no se castiga, ni la pasada ni la
actual, la incapacidad petulante y el enredo entre sociedad y miembros de las
instituciones, se conforma un coctel explosivo que parece potenciarse con las
demostraciones de actores políticos indiferentes y lejanos.
Ensimismados
en sus conflictos, los “líderes” bordan sus debates y sus estrategias sobre los
pesares sociales, sin detenerse a mirar a los otros de manera responsable y
fortalecer la ruta de los cambios. Retóricas que resultan mascaradas que no asumen
la relevancia y urgencia de los trabajos mínimos para lograr acuerdos que permitan
enfrentar los problemas y superen las disputas por el poder, por los intereses
facciosos, menos ahora con un proceso electoral enfrentado e irascible.
Requerimos
compromisos de los servidores públicos, de los políticos, de los ciudadanos. El
agotamiento es mayor cada vez y el hartazgo presagia tormentas más amplias de las
que sufrimos, más intensas, más dolorosas.
Nuestro
país requiere mucho trabajo, esfuerzo y compromiso, para concretar acciones que
nos saquen del ruidoso y fangoso atolladero en que nos encontramos, porque está
latente la posibilidad de hundirnos aún más y enfrentarnos a una dislocación
social mucho más amplia e incontrolable.
Impunidad,
arbitrariedad, despojos de esperanza y sombras de confianza es lo que
tímidamente se asoma en donde debería estarse garantizando la certidumbre de un
rumbo claro y solvencia para realizarlo. Pareciera que el proceso de cambios
urgentes para el día a día de millones de mexicanos, o no se realizan, o están demasiado
lentos.
No
hay soluciones fáciles, son complicadas y no se darán con palabras, varitas
mágicas o solo buena voluntad. Son indispensables capacidades y
responsabilidades que sin duda rebasan a partidos políticos y personajes en lo
individual, porque supone la reunión de esfuerzos de individuos y
organizaciones de todas las ideologías, de grupos de ciudadanos.
Esta
empresa de rescate nacional no puede diseñarse en solitario, no sirven las
rutas unilaterales, pues debe consolidarse a base de acuerdos y programas que
reconozcan la diversidad y nos lleven a todos a buen puerto ante las dramáticas
vivencias de nuestro país. En el polarizado y confrontado escenario que hoy
tenemos, no ver y no oír o burlarse del diferente, pareciera haberse convertido
en el comportamiento de todo un conjunto de actores que tampoco sienten, ni ven
ni oyen el malestar social.
En esta
circunstancia se llevará a cabo un proceso electoral que definirá la
correlación de pesos y contrapesos para muchos de los ejercicios públicos
puestos en el ojo del huracán y que en las urnas recibirán las sanciones o
respaldos por el grado de atención a las demandas, por buenos y capaces gobiernos y representaciones políticas o no.
Los
tiempos que vivimos obligan a no claudicar en el empeño de realizar acciones
colectivas que enfrenten nuestros graves problemas, por ello debemos
abandonar la apatía, la indiferencia, evitando
reducir nuestra participación al señalamiento y el escarnio, actuar con
civilidad, asumir la ciudadanía y dejar de ser menores de edad. No claudicar
para hacer frente a las visiones únicas que buscan excluir el debate, demos
continuidad y fortalezcamos la vida democrática que nos merecemos por un futuro
mejor para todos.
DE LA BITÁCORA DE LA
TÍA QUETA
No importa cuánto lo
defienda, es evidente la irresponsabilidad del encargado de la pandemia.
¿Seguirá a pesar de todo?