¡No puede ser ciega!
¡No puede ser ciega!
Por Daniel Badillo
Tiene
razón el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando exige de los
funcionarios de la Cuarta Transformación que haya lealtad, pero se equivoca
cuando dice que ésta debe ser “ciega”. Y se equivoca por la simple y sencilla
razón de que no puede haber servidores públicos acríticos y “ciegos” ante
evidencias de corrupción, deshonestidad y latrocinio como los que poco a poco
empiezan a aflorar en algunos gobiernos emanados de Morena. Esa lealtad,
insisto, no puede ser ciega porque sería tanto como caer en lo que el
presidente ha venido criticando desde hace más de 40 años: que los funcionarios
y los gobiernos se enriquezcan y falten a la confianza depositada en ellos por
el pueblo.
Y es que,
al exigir que haya lealtad “ciega”, López Obrador prácticamente obliga a
quienes sirven en su gobierno, y en los gobiernos emanados de Morena, a que
pasen por alto no solo la normativa jurídica sino también los actos
deshonestos; es claro, que la renuncia de Jaime Cárdenas a la titularidad del
Instituto para Devolverle al pueblo lo robado, no gustó en Palacio Nacional ni
en la cuarta transformación; sin embargo, el ahora ex funcionario hizo lo
correcto al poner al descubierto que en ese organismo existen acciones ajenas a
la legalidad que deben corregirse y denunciarse.
Porque un
gobierno acrítico, insisto, está condenado a repetir los mismos vicios del
pasado, pues los funcionarios –los honestos, claro- ante el temor de recibir
una reprimenda e incluso un despido por denunciar hechos de corrupción, se
verán obligados a pasar por alto cualquier irregularidad y corruptela amparados
en que “primero es el proyecto”; lo que no contribuye en nada a combatir la
deshonestidad, que ha sido la principal bandera del nuevo gobierno.
Se
requiere, por tanto, servidores públicos críticos, reflexivos, honestos hasta
el tuétano y leales, sí, como lo dijo el presidente, a la población; que puedan
ejercer su libertad de expresión para ayudar al proyecto de transformación que
vive el país; porque los casos se acumulan más y más de funcionarios que
renuncian, precisamente, por la falta de respaldo hacia su labor para purificar
la vida pública del país, pues se topan con pared cuando pretenden combatir los
vicios que durante décadas han prevalecido en todas las estructuras de gobierno
por parte de funcionarios voraces y sin escrúpulos que ven el servicio público
la única oportunidad que tienen para enriquecerse.
Y eso
aplica no sólo a los gobiernos emanados de Morena, sino a los gobiernos de todos
los colores, pues es sabido que quien detenta el poder, rara vez acepta la
crítica viniendo de sus propios funcionarios o de sus correligionarios; muchas
veces, las autoridades desearían que no hubiera voces discordantes y que no se
denunciaran los actos de corrupción; sin embargo, el caso de Jaime Cárdenas
debe ser ilustrativo para los demás funcionarios que desean una transformación
verdadera y no hipócrita; de allí, que su ejemplo debe cundir y los servidores
públicos deben alzar la voz y hacer del conocimiento de las instancias de
fiscalización y control, todo aquello que sea ajeno a la normatividad.
Más de 30
millones de mexicanos votaron, precisamente, por ese cambio de actitud, para
que quienes sirven en todos los gobiernos sean honestos y leales a la
transparencia y la legalidad, y no para guardar silencio cómplice ante las
corruptelas y porquerías de unos cuantos que no se han dado cuenta que este
país ya cambió.
POSDATA:
Para
muestra, un botón: el Senador Ricardo Ahued Bardahuil ha mantenido su esencia
honesta y sencilla en favor del pueblo. Su voz crítica y propositiva debe ser
escuchada para guiar el rumbo de quienes sirven a la sociedad; se reconoce su
valentía no de ahora, sino de siempre, para defender las causas sociales, enfrentando
incluso a la autoridad, como ocurrió durante el sexenio del nefasto Javier
Duarte de Ochoa y secuaces, donde Ahued se mantuvo firme en contra de los
abusos y de la rampante corrupción que caracterizó a ese gobierno.