Entre Columnas

No todo está perdido

Comparte

 

 

Martín Quitano Martínez

mquim1962@hotmail.com

 

La esperanza es el sueño del hombre despierto.

Aristóteles

(384 AC-322 AC) Filósofo griego.

 

 

La popularidad de Enrique Peña Nieto se encuentra en su peor momento, poco o nada de los beneficios derivados de las reformas que dan rostro a su ejercicio gobierno se han hecho presentes; por el contrario, se muestran como el origen de un gran nivel de confronta social. La falta de concreción de los tan anunciados beneficios para una sociedad sumamente lastimada, sumada al regodeo triunfalista de sus autores,  solo ha alimentado la construcción de una desazón que no ha sido posible contener.

 

En Veracruz, Javier Duarte consensa el rechazo social y gana para millones el señalamiento del peor Ejecutivo hasta ahora visto; la banalización, incapacidad, ineficiencia, opacidad y descomposición política, administrativa y social son presentes en una entidad postrada a la que le son urgentes cirugías mayores.

 

Los gobiernos y sus precariedades han profundizado el hartazgo nacional o estatal: la inseguridad, la pobreza y falta de oportunidades y el flagelo de la dupla corrupción e impunidad son esa suma de condimentos para un caldo social que define nuestras fragilidades institucionales y la profundidad de nuestra crisis estructural.

 

La desconfianza generalizada sobre la política existente y sus políticos, cala sensiblemente y limita las posibilidades de recomposición de un ejercicio que por exigencia de convivencia pública presente y futura, debe plantearse un nuevo rumbo, generando los cambios y las transformaciones inaplazables para alcanzar un futuro distinto al que ahora se augura.

 

Los compromisos urgentes  para el accionar político, ciudadano y público, se deberán traducir en acciones que modifiquen de raíz el distorsionado y lamentable comportamiento de representantes políticos y servidores públicos, convirtiéndolos en referentes de la legalidad y la justicia, en lugar de ser vistos como referentes de la indecencia y la arbitrariedad, como muchos ciudadanos los perciben actualmente.

 

En cualquier nivel y espacio de los ejercicios públicos se debe actuar de forma distinta, asumiendo el compromiso del respeto de los marcos legales no como un ejercicio de simulación o servicio a sus intereses, como el que ha sido puesto en evidencia en los comportamientos hasta ahora vistos, sino como la obligación ética y de responsabilidad que ayuden a confiar en recuperar la credibilidad perdida, dejando en claro que no todo está perdido.

 

Para ello es urgente que se abran espacios al involucramiento social, a la participación ciudadana, a la incorporación plena y verdadera del actuar cívico que, pese a las apatías e indiferencias creadas por el desdén de los gobiernos, están allí latiendo y haciéndose presentes en múltiples y variados momentos y espacios de nuestra cotidianeidad.

 

El ambiente que se vive en nuestro país donde pareciera enseñorearse cada vez más la falta de condiciones para escucharnos en diálogos que brinden salidas a nuestros problemas, donde cada vez más pareciera que los ruidos de la intolerancia venidos de todas partes dominan el debate social, donde la descalificación de todo y de todos es el ejercicio que por excelencia se practica, obliga a los llamados permanentes a recomponer la ruta; el vacío no puede ser nuestro destino, la esperanza cancelada no puede ser el signo. Ante esos derroteros opongamos el esfuerzo, la capacidad y el compromiso responsable para construir los diálogos y las propuestas, que no dudo, tendrán que sacarnos a flote.

 

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

La reforma al art. 4 constitucional en Veracruz es una regresión a los derechos de la mujer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *