NO VOY EN TREN…
NO VOY EN TREN…
Por Héctor Guerrero
La vida, la familia, me ha
permitido estar estos últimos años cerca de la península de Yucatán,
particularmente lo que lleva este régimen en el poder, desde luego que había
tenido la oportunidad de venir anteriormente como un turista más, pero vivirla
y tener el privilegio de llamarle tu hogar, es diferente.
Sin ir de forma más profunda,
sin la necesidad de ser geólogo, ambientalista, ecologista activista y demás
profesiones que usurpamos de ocasión, la evidencia observable que da el sentido
común, te dice que lo que ha sucedido ahí y lo que va a suceder es una
calamidad.
Desde que un día lo soñó,
desde que se le ocurrió el tren fue, junto con la refinería y el aeropuerto,
los elefantes blancos que vendió y ya como presidente electo reiteró frente a
Carmen Aristegui que, con la construcción del tren, no se iba a tirar ni un
solo árbol.
“Ni un solo árbol, ninguno,
nada, al contrario, ni un solo árbol. Al contario, vamos a sembrar 100 mil
hectáreas en la zona del Tren Maya de árboles frutales y maderables. Yo soy de
allá, conozco perfectamente todos esos pueblos, todas esas comunidades”.
Según datos de FONATUR, cuatro
años después, 3.5 millones de árboles fueron talados o removidos para la
construcción de esta obra en el sureste mexicano.
El colectivo Sélvame del Tren,
asegura que fueron alrededor de 10 millones los árboles caídos.
Tan solo en el polémico tramo
5, Cancún-Tulum, tuvieron que removerse o talarse casi 3 millones de árboles.
Se imaginan una selva, toda
verde, se imaginan los árboles que la cubren, ahora quiten de tajo ya no los 10
millones que dice el colectivo, quiten los 3 y medio que acepta el gobierno.
“¡Matemáticas niño!”, diría el gallo Claudio.
Y la calamidad es para todos,
desde el ecosistema, los habitantes, hasta el propio gobierno, cuya única
constante es entregar obras faraónicas que nadie pidió, sin terminar.
Entonces, cuando ves la
“culminación” del proceso, el pequeño emperador, seguido por su séquito de
serviles pasea, le echan porras y serpentinas, llevando el “progreso” a la
península de Yucatán para inaugurar un proyecto que está puesto en marcha con
fallas, retrasos, desorganización.
Un proyecto que no le importó
arrasar la selva, vestigios arqueológicos o pasar sobre cuevas y sistemas
submarinos más grandes del planeta.
Desde profundizar las razones
para construir un tren que nadie pedía, nadie necesitaba, que, repito sin ser
especialista de ocasión, un estudio serio (que de hecho hubo varios),
recomendaba no construir el tren, hasta investigar los permisos, como se dieron
y el desastre ambiental.
Me pregunto que se sentirá
sentirse orgulloso de echar a andar un proyecto con más de 20 amparos legales
activos y múltiples juicios en proceso, entre los que destacan la violación de
las leyes ambientales y los derechos de las comunidades indígenas.
Además de engañar a todos
diciendo que ya se echó a andar el tren cuando la verdad es que, lo único que
malfunciona es realmente una tercera parte equivalente a una tercera parte del
total del recorrido, pues el total de kilómetros es de 1,846 kilómetros-
Y las palabras mágicas son
siempre “adversarios” politiquería” de “pseudodefensores del medio ambiente”.
Lo que conlleva descalificar
las denuncias, considerando que las sentencias y los juicios son “problemas
menores”, por lo que podría pasarles por encima, tal y como lo está haciendo…
“Que querían pararnos, que no
se hiciera la obra, pero como hay el apoyo y el respaldo de todo un pueblo, por
eso pudimos terminar”, “terminar”, dice.
Y el costo que ya va en el
triple, podría incluso rebasar los 20 mil millones de dólares y todavía no está
terminado.
La única razón para hacerlo, era
la voluntad de López, punto.
Y contra eso, hoy poco se
puede hacer.
Lo peor es que, al día de hoy
es un hecho, no está terminado, incluso los gaznápidos seguidores de López han
alabado estos hechos, incluso la vocera de la corcholata dijo que este tren
será recordado como la llegada del hombre a la luna.
“Cuando el hombre llegó a la
luna, la mayoría de los comentaristas de radio y de televisión dijeron casi al
mismo tiempo: detengan su reloj, con la idea de que ese momento se guardara
para siempre en la historia. Yo me atrevería a decir lo mismo del día de hoy,
15 de diciembre del 2023, detengan su reloj y guarden esta fecha para siempre”,
dijo la tía “Tatis”.
Es por eso que, celebrar la
reciente inauguración del “Tren Maya”, el “Balam” rodante, representa celebrar
la contaminación, el ecocidio y la muerte.
El daño ya está hecho y sigue
aumentando.
Como diría el brujo “Cacama”,
“Este no es un Chilam-Balam, ¡Es Chilín – Balín!
El gobierno y su tren son
“chilin -balín”.
Por eso, yo no voy en tren,
¡voy en camión!
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero