NUESTROS MAESTROS
EL FILÓSOFO DE GÜEMEZ
NUESTROS MAESTROS
Por Ramón Durón Ruíz (†)
Howard G. Hendricks firma con meridiana sabiduría: “La enseñanza que
deja huella, no es la que se hace de cabeza a cabeza… sino de corazón a corazón”
Y este 15 de mayo, en nuestro país celebramos el DÍA DEL MAESTRO; en
Güémez el centro de nuestra vida es Dios y los cuatro puntos cardinales son:
nuestros abuelos, las abuelas, nuestras madres y nuestros
maestros y aquí sólo tenemos dos clases de maestros: los
buenos y los mejores.
Resulta que “Vetustio –el comisariado ejidal de Los San Pedro– venía
rumbo a Güémez, en el camino escuchó una voz que le decía:
–– Levanta algunos pedruscos, mételos en tu bolsillo y mañana te
sentirás a la vez triste y contento.
El viejo campesino humildemente obedeció, se inclinó en el camino, recogiendo
un puñado de piedras introduciéndolas en su bolsillo. Cuál no sería su sorpresa
cuando a la mañana siguiente vio que los pedruscos se habían convertido en
diamantes, rubíes, esmeraldas y oro. Se sintió a la vez feliz y triste. Feliz
por haber cogido las piedras del camino, triste por no haber tomado mucho más.”
Lo mismo ocurre con la educación, nos colma de felicidad encontrarnos
con maestros que llenan nuestra vida de luz; pero también nos
da tristeza por no haber aprovechado su sensibilidad de vida y abrevar aún más
en su sabiduría.
En Güémez diariamente aprendemos lecciones de vida de nuestros
maestros, ellos con su facilidad pedagógica enseñan que:
–– “Aunque no escribas libros… eres el escritor de tu vida.
–– Aunque no seas Leonardo Da Vinci… puedes hacer de tu vida la mejor
obra maestra.
–– Aunque no tengas el talento de Gardel… puedes cantarle a la vida de
la manera más increíble.
–– Aunque desconozcas los acordes musicales… puedes hacer de tu vida la
más sorprendente sinfonía.
–– Aunque ignores los caminos de la Biblia… puedes convertir tu día en
la mejor oración de tu vida.
–– Aunque tu alma sangre por los escollos tropiezos del camino y las
maledicencias de tus semejantes… tu corazón sigue avante y tu rostro sonríe.
–– Aunque no seas un ángel o un santo… hay para ti un lugar especial en
el corazón de tu maestro.”
Aquí en Güémez, nuestros maestros nos enseñan a ser
como el peñón de Gibraltar: “Firmes en nuestra fe, constantes en el
entusiasmo, perseverantes en el trabajo, persistentes en el aprendizaje diario,
inamovibles en nuestros propósitos e inapelables en nuestros ideales.”
Esencialmente nuestros maestros, nos enseñan que somos
únicos en toda la tierra, que nadie nos dará la felicidad, que sólo
nosotros podemos conseguir, por eso diariamente asumimos la responsabilidad de
buscarla y regocijarnos con su encuentro, porque sólo nosotros podemos
conseguirla.
Tenemos una misión en la tierra ser feliz y hacer feliz a los
demás, es esto lo que da sentido a nuestra existencia. A todos los maestros
–a los presentes y a los ausentes– ¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!
Un Maestro sabio reconoce que la vida es como el teatro y hay
tres tonos: el dramático, el trágico y el humorístico, cada quien escoge el
suyo. El Filósofo de Güémez escoge el humorístico.
Resulta que “era el primer día de clases, y todos los alumnos, al
entrar, se dan cuenta de que su nuevo maestro no tiene
orejas. El maestro dice:
–– Me gustan los niños que no tienen miedo y que ponen atención a los
más mínimos detalles, a ver, Pablito, dime qué notas en mí.
–– ¡Que no tiene orejas, Profe!
El maestro, molesto lo saca del salón. Hace la misma pregunta a Paquita quien
responde lo mismo, el profesor también corre del salón a la
niña. Hace la misma pregunta ahora a Pepito, quien responde:
–– ¡Usted trae lentes de contacto, profesor!
El maestro, con cara de satisfacción, dice:
–– Ya ven, este es un niño que se fija en los más mínimos detalles y
pone mucha atención; pero, dime, niño, ¿cómo te diste cuenta de mis lentes de
contacto?
––Pues ni modo que trajera lentes –responde Pepito–, ¡¡SI NO TIENE
OREJAS PA’ DETENERLOS!!”
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