ORFIS, el rostro oculto de la corrupción (Segunda parte)
ORFIS, el rostro oculto de la corrupción (Segunda parte)
Por
Edgar Hernández
¡La
institución que esconde y justifica el saqueo al erario público!
Algo
apesta en Orfis.
La
denuncia pública sobre las rapacerías del Órgano Superior de Fiscalización, se
ha extendido a lo que hoy se conoce como el “Cartel de Orfis”, en donde la
danza de los millones oscila entre los 17 mil y 33 mil millones de pesos que
nadie ha sabido explicar a cabalidad dónde están y por qué no se ha procedido
contra los saqueadores.
De
2004 a 2020, ORFIS jamás ha encontrado anomalías de consideración que vayan más
allá de dos que tres notas periodísticas amarillistas por presuntos desvíos millonarios o amenazas de cárcel a
charales cuando los peces gordos son intocables.
“El
anterior Auditor General de Veracruz, Lorenzo Portilla, nunca encontró nada
irregular y que, por el contrario, solo observó un crisol de honestidad de dos
gobiernos ante los cuales se arrodilló de servil manera.
Y para la actual, Delia
González Cobos, impuesta para cubrir el periodo 2019-2026, todo ha sido
silencio y complicidad.
ORFIS no existe para la
opinión pública. Solo la consigna de garantizar la “honestidad y transparencia”
en la rendición de cuentas de Cuitláhuac García y colaborar en la escalada de
amenazas a presidentes municipales corruptos de que entregues sus plazas -o
cárcel- en tiempos electorales.
Acaso de dos años para
acá Delia González Cobos, solo se llenó de venganzas contra Cecilia Coronel,
auditora especial de Fiscalización de Cuentas Públicas y un puñado de
colaboradores para después iniciar una limpia de empleados de primer nivel para
abrirle paso a los chairos que envió SEFIPLAN.
El pretexto de los
despidos era por estar vinculados con
auditorías a dependencias y municipios del Estado “por quejas de los propios
afectados” cuando en realidad lo que estaba en juego era el “negocio”
para los vencedores.
Así, una vez cumplidas
las metas de que el poder se comparte, pero solo con los amigos, Orfis se dio a
la tarea de cumplir actualmente el programa anual de auditorías que, según
ellos superan las mil 700 a la Cuenta Pública.
Toda una feria de
revisiones en donde se mueven muchísimos intereses que van desde las auditorías
a modo contratadas por despachos, hasta chantajes que forman parte de una
alcancía fuera de todo registro presupuestal.
Orfis audita, pero
¿Quién audita a Orfis?
Sus
titulares han salido hinchados de billetes sin que nadie les revise las
carteras. Han dispuesto de enormes sumas de dinero sin que el Congreso del
estado sea capaz de revisar el mundo de papeles que le entrega Orfis anualmente
para su revisión.
Y
en la élite creada dentro de ese organismo -hoy en pacto de sangre con Morena y
su gober- es inamovible. De hecho, ese quiste, el Cartel de ORFIS, detenta ese
poder oculto desde hace dos décadas.
Es
una mafia, un clan, que aprendió a ganar ríos de dinero, a repartir a quien se
debe repartir y mantener a su titular, cómplice, dentro del aparato el periodo
legal correspondiente.
Incluida,
por supuesto, la reelección.
Orfis
es la mayor alcancía que tiene el gobierno del estado, vale lo que pesa en oro
por tanto que se mueve por debajo de la mesa.
Escribe
Jorge Miguel Ramírez Pérez, analista y conocedor de las entrañas de Orfis que, “si
nosotros creíamos que los cárteles delincuenciales estaban integrados solamente
por pelafustanes, pues estamos equivocados”.
Son
la llamada delincuencia de cuello blanco.
“Los
lavadores de dinero son la variante conocida y hasta frívola de esa especie de
maleantes, que usan el cerebro y los conocimientos de técnicas jurídicas, para
enredar cuentas y flujos que desaparecen de los ojos de la transparencia, que
se pide en los negocios públicos y privados”.
En
efecto, el punto es la apariencia con que se maneja ORFIS.
Esa
es la principal arma, una imagen de solvencia, un discurso que parece real
contra los procedimientos deshonestos y por supuesto, la desfachatez de hacerse
tontos para dejar que las sospechas se pierdan en el descuido y el tiempo
perdido.
ORFIS
es un organismo “autónomo”, para quitarle control al pueblo veracruzano en la
vigilancia de su dinero.
Su
argumento malicioso siempre ha sido despolitizar la fiscalización cuya única
liga con la institucionalidad ha sido el disfraz del nombramiento del titular
por parte del legislativo.
Librada
esa tontería legislativa, ¡Chino libre!
Aparentar
procesos enredados para que los transgresores se arreglen en corto con el
“Cartel de ORFIS”, y así, aflojar la mayor parte de lo hurtado mediante el
episodio conocido en el argot del bajo mundo burocrático, como vómito negro.
Acto
seguido asignar a los 212 ediles -excepción hecha de los que no se dejen por
honestos- de un despacho externo, de “cuates”, pagado con recursos presupuestales
para investigar a fondo lo que no será más que un arreglo que no irá más allá
de una devolución oficial ínfima del atraco, el moche para ORFIS y la inmediata
solventación de todo proceso.
En
los hechos, “Los contralores del ORFIS y sus despachos son unos limpiadores
profesionales de cadáveres de la corrupción”, asume Jorge Ramírez.
No
dejan rastro aparente.
Sin embargo, México bien sabe cómo se
teje este entramado y cuánto deja. Por ello el SAT va tras los huesos de ORFIS
para desaparecerlo y se fiscalice al gobierno del estado y los 212 municipios
desde la ciudad de México.
Antes desde luego, ORFIS tendrá que
rendir cuentas de números no muy claros.
Son entre 17
mil y 33 mil millones de pesos de gobiernos anteriores que nadie ha sabido
explicar a cabalidad dónde están y por qué no se ha procedido contra los
saqueadores.
Y sobre todo ver si son ciertas las
nueve denuncias de ORFIS, presentadas por el anterior auditor Portilla Vásquez,
sobre presuntos desvíos en el primer año
del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, por 37 millones 200 mil pesos que involucran a
Tecnológicos y entidades del Poder Ejecutivo.
ORFIS huele mal. A
este sí, le urge el vómito negro.
Tiempo
al tiempo.
*Premio
Nacional de Periodismo