PADRE BERNARDO VILLARREAL
PADRE BERNARDO VILLARREAL
Por los años ochenta,
el sacerdote Bernardo Villarreal, se despojó de la sotana y vestido de civil
salió a caminar por las calles del pueblo de Coatepec. Pausados sus pasos,
discretamente saludaba a las personas que encontraba, pero lo conducía la
curiosidad, el interés y deseo de profundizar en lo que sus ojos veían. El
paisaje melancólico del pueblo lo estremecía y las emociones fluían como
lluvia. Su inquietud iba en aumento. Detenidamente observaba casas antiguas,
iglesias, barrios y algunos monumentos históricos, deseaba despertarlos de su
silencio para conversar con ellos, tocar con el puño la puerta del tiempo,
vigilantes que resguardaban historias que se proponía rescatar. La gente lo
veía sorprendida, porque lo necesitaban en púlpito de su capilla, sin embargo,
la teología, las oraciones y el evangelio le concedieron un permiso para buscar
lo que requería, lo que lo inquietaba en sus adentros.
El
padre Villarreal caminaba bajo cielos azules, a veces en tardes con niebla o
lluvia, cualquier clima es propio en esta identidad provinciana, él lo
disfrutaba. Solo él conocía el placer que lo acompañaba en esta aventura que se
atrevió a desafiar, la de la investigación. Observaba y reflexionaba,
contemplaba y preguntaba. Por las noches, en su pequeña oficina de la capilla
que tenía bajo su responsabilidad, escribía lo que estas edificaciones le
platicaban. No únicamente lo que tenía frente a su mirada le interesaba,
también tuvo la osadía de aventurarse en los oscuros caminos que conducen a las
historias y leyendas que nacieron en el Coatepec antiguo, interrogar esas
edificaciones que guardan un pasado, muchos oscuros, difusos, perdidos, pero
los debería de resucitar, porque ese objetivo se planteó. Bernardo Villarreal,
como un disfrute o tal vez como terapia o pasatiempo, en sus ratos libres
caminó en los andenes del pasado de este pueblo con aroma de magia. Conoció
personajes de aquel ayer, evaluó esas conductas, esos rostros, y con la pluma
de un poeta, porque él fue un poeta, fue escribiendo sus primeros borradores de
un tiempo y espacio en la vida de esta región. Pocos han valorado su trabajo
literario, ya que escribir cualquiera lo hace, pero escribir con forma y
estructura, solo los que poseen el don del arte, porque la literatura es arte.
Gracias
al amor que este pueblo le despertó, dejó como testamento literario: “Los
Poemas de un Paraíso”, “Florilegio Poético” e “Historias y Leyendas
Coatpecanas”, texto que cualquier investigador regional de la actualidad, se ve
con la necesidad de consultar para elaborar sus publicaciones y contarle a este
pueblo de dónde venimos. Por fuerza lo tiene que hacer, igual con las
investigaciones de José Luis Melgarejo Vivanco, Joaquín Ramírez Cabañas, Rafael
Sánchez, Félix C. Sánchez y del propio “Tata” Mateo Rebolledo, sin descartar a
Darío Rebolledo, quien escribió un texto apenas de 25 cuartilla al que llamó,
“COATEPEC INTECTUAL”. Pero volvamos al Padre Bernardo Villarreal.
Imaginemos
al sacerdote Villarreal si ese trabajo literario lo hiciera en el presente, es
posible que las cafeterías fueran sus estaciones preferidas. Se le vería muy
cómodo en alguna mesa del café Bola de Oro; otro día en “Café la Estación”,
Catsú, Letra Café, Niebla, Café Ramírez o en otros más de la ciudad, acompañado
de una taza de buen aromático, genuino de esta tierra, escribiendo con pasión
historias de este pueblo que amorosamente lo arropó en sus brazos, Tal como lo
hicieron los modernistas a finales del siglo XIX en las cafeterías del México
porfiriano. Su figura religiosa se hubiese popularizado mucho más.
El
Sacerdote Villarreal dejó un ejemplo al coatepecano, el registrar viejas
historias interrogando al pasado, haciendo hablar al silencio y al tiempo.
Jamás se inmuto por ello, siempre fue humilde en ese sentido, simplemente
porque sabía que brillaba con luz propia, eso era suficiente para su persona,
nada más.
¿Quién,
sin ninguna presunción de acaparar los reflectores, solo el honesto y noble
deseo de continuar cimentando en letras la historia de Coatepec, continuará su
ejemplo?