Palacio de todos
Por Sergio González Levet
Fuera de elogios zalameros, Flavino Ríos Alvarado es un político de carrera, profesional, serio por lo mismo.
Durante los días en que estará como Gobernador Interino, no dude nadie que será políticamente correcto; que hará lo que tenga que hacer; que hará lo que más convenga a los veracruzanos.
En el brevísimo tiempo que lleva al frente de las instituciones estatales, el oriundo de Minatitlán ha dado reiteradas muestras de su sensibilidad, su inaudita capacidad de trabajo, su experiencia.
Quienes entienden de las señales de y desde el poder han podido observar los mensajes no verbales que ha venido mandando el gobernante, quien trae un ritmo de trabajo alucinante (no faltan quienes dicen que en 49 días hará más de lo que hizo su antecesor en los cinco años y diez meses y medio que estuvo como Gobernador).
Tomó Flavino protesta del cargo, y desde ahí empezó a tirar líneas: lo primero, dentro del canon, fue mandar un saludo al Presidente de la República; después, desmarcarse como subordinado de Javier Duarte; tercero, buscar una plática con el Secretario de Gobernación.
Y así se siguió y ha seguido en los días posteriores: la visita a su pueblo de origen como primer acto en su calidad de mandatario estatal… señal; el acercamiento a la región indígena de Chicontepec… señal. Todo lo que hace y todo lo que dice tiene un sentido político, una intención fina, un mensaje para leer entre líneas o entre gestos.
Con todo, el mensaje que más ha gustado entre el respetable fue un acto de justicia histórica y popular. Escuche usted:
¡El gobernador Flavino Ríos Alvarado ordenó que se retiraran los retenes que impedían el acceso directo al Palacio de Gobierno en Xalapa!
El Palacio junto al Parque Juárez, que es la casa de todos los veracruzanos, la cuna histórica en donde se asienta el Poder Ejecutivo, el centro neurálgico de la función pública, ahora está abierto de par en par, a modo que cualquier ciudadano, cualquier joven o niño, cualquier señora o señorita, cualquier visitante de algún otro lugar del país puedan entrar y conocer el exterior de las oficinas gubernamentales, disfrutar el arte cívico de los murales, resguardarse un rato de los inconvenientes del sol o de la lluvia, aprovechar los servicios sanitarios…
Ya no están los adustos policías, armados hasta las cachas, que impedían el paso de todos, y exigían una identificación y el permiso de un funcionario que trabajara allá adentro para poder ingresar al edificio que hasta hace algunos años congregaba a los tres poderes, y por el crecimiento de aparato de gobierno terminó siendo ocupado sólo por el área staff del Gobernador y por la Secretaría de Gobierno.
Gracias al entendimiento social de Flavino, hoy ya todos podemos entrar sin que nos vean como enemigos, como potenciales agresores, como terroristas en grado de tentativa. Ya es de nosotros otra vez este edificio que tiene su valor arquitectónico también.
Leo en una descripción: “La planta baja de esta construcción de estilo neoclásico está llena de arcos de medio punto, mientras que en la de arriba destaca el balcón central adornado con un escudo nacional que se encuentra flanqueado por una balaustrada adornada con remates de florones.”
Hoy Flavino le ha abierto las puertas a todos, para que puedan visitar el Palacio de Gobierno que le pertenece a los veracruzanos, y que estuvo reservado por un tiempo sólo para unos cuantos.
De ese tamaño era el miedo… o la soberbia.