PARA ANTES DEL 2 DE JUNIO
PARA ANTES DEL 2 DE JUNIO
René Sánchez
García
“Para
bien gobernar a una ciudad o país se necesitan dos condiciones: ciencia y
fuerza. Es allí donde surge el problema de la relación entre el mando y la
inteligencia para guiar a los pueblos. Los gobernantes o los aspirantes a
gobernar tienen generalmente la fuerza del alma y del carácter, y el gusto por
el mando, es decir, los cimientos de la fuerza, pero no tienen la ciencia del
derecho. Más raramente ocurre lo contrario; es decir, que tienen la ciencia sin
el gusto por el mando. Ocurre a menudo que uno o más sabios (hoy llamados
especialistas en asuntos políticos) se suman al gobernante valeroso, porque
difícilmente se logran reunir, en un solo hombre o mujer, ambas virtudes para
que la guía del Estado sea completa.
En todos los casos, aun en la
República, la intención de las poblaciones y el aumento de los conflictos entre
los hombres, las dificultades del gobierno y sus incertidumbres crecieron.
Entonces se tuvo que recurrir a un suplemento que el derecho romano había
agregado a su práctica de las leyes: la equidad. La imposibilidad de la igualdad
la volvía necesaria para lograr la justicia. Porque cuando esta fallaba,
ocurría a más largo o corto plazo un acto que bien podría destruir la práctica
de gobierno. El hombre depende de una naturaleza, una sociedad y un
comportamiento. Su acción no depende de variables simples. Si alguna de estas
condiciones entra en zozobra; si llega a faltar la justicia, o el orden o la
esperanza o la seguridad, y si estas fallas aumentan hasta niveles exagerados,
el acto de la obediencia bien puede desaparecer detrás de un acto de rebelión.
En la historia de todas las
naciones está el conflicto trágico entre el poder y la justicia, que dio lugar
a terribles disputas que serán la ocasión de múltiples persecuciones. De este
conflicto, surgieron muchos pensadores, muchas teorías que autorizaban, si el
poder se porta de manera injusta y si las circunstancias lo permitían, una
revolución armada abierta hasta su deposición. Muchos elementos son necesarios
para el quehacer político. A menudo, y por desgracia cada vez más con el paso
del tiempo se observa una incapacidad mayor en la reflexión y la práctica de
este oficio. Pocos se revelan capaces de comprender la teoría de la autoridad
fundada en la emoción y la teoría de la naturaleza y el valor del
consentimiento universal.
Los cambios en los regímenes
políticos, el paso de la dictadura a la democracia no liquida el problema de la
autoridad, como tampoco lo contradice el consentimiento universal otorgado en
las urnas. La autoridad no es sinónimo de tiranía, ni la democracia sinónimo de
vacío de poder, La naturaleza, que suma los conflictos de intereses a la
volatilidad de las emociones, aun en la más perfecta de las democracias, vuelve
necesario el arte de gobernar y la capacidad de un buen gobierno para hacerse
respetar y poder emitir la última palabra en los asuntos de la ciudad o del
país, sus diferentes partes y las relaciones con sus vecinos. Aquél que está en
condiciones de conducir a los demás hacia un resultado práctico, al cual su
situación no les permite llegar por sí solos, es su guía: él es la autoridad y
gobierna; no solo sugiere, pide opiniones, escucha, contemporiza o figura.
El encanto será su recurso
sólo si le sirve para educar y convencer. La verdad será su recurso para pedir
la ayuda de su pueblo en condiciones ásperas para la vida de la nación, no para
perturbarlo. La reciedumbre será su recurso para apoyar el derecho e imponer el
orden de justicia. La dulzura será su recurso porque el que gobierna es, en
todo caso, el padre o la madre de su pueblo; y los hijos necesitan a la vez
rigor y ternura”.
De hoy al 2 de junio de 2024
que acudirás a las urnas para la renovación de la presidencia, las
gubernaturas, las diputaciones, las senadurías y algunos ayuntamientos del
país, tienes el tiempo suficiente para meditar qué verdaderamente te conviene
como país. ¡¡Razona y no te dejes llevar por las promesas escuchadas?!! El
Cambio está en tu boleta de votar…
Texto tomado de: Polibio de
Arcadia (Ikran Antaki). El pueblo que no
quería crecer. México, 1996, Editorial Océano, 133 pp.