PARA ESCRIBIR HAY QUE LEER
PARA ESCRIBIR HAY QUE LEER
René Sánchez García
La verdad quién no conoce a Mónica
Lavín Maroto, la reconocida escritora y periodista mexicana. Aunque estudio en
sus años juveniles la carrera de Biología en la Universidad Autónoma
Metropolitana (Ciudad de México), se ha dedicado por completo a la literatura,
siendo autora de varios libros de cuentos, novelas y ensayos. Nació en C de M
en el año de 1955 y aunque sus primeros trabajos fueron resultado de sus
investigaciones realizadas en hoy Instituto Nacional de Ecología y Cambio
Climático y desde 1985 se ha dedicado con pasión y empeño a la literatura y por
ende a la escritura. Es aun profesora e investigadora de la Universidad
Autónoma de la Ciudad de México y forma parte de la Academia de Creación
Literaria.
Esta breve semblanza
sirve para mencionar que ella, en el año de 2001 le editaron Leo,
luego escribo (México, Ed. Lectorum, 148 p,), donde de una forma
sencilla pero explicable, nos otorga muchas ideas para disfrutar la lectura,
pero también los más elementales pasos para iniciarse en la escritura. Si
Sócrates mencionó alguna vez en la antigua Grecia: Pienso, luego existo,
ella lo retoma en el sentido de que para escribir es sumamente necesario leer.
Nunca por obligación, o porque es parte de una tarea obligatoria, sino simple y
sencillamente por gusto, pasatiempo u distracción personal. Porque, “abrir un
libro es como dejar atrás el mundo de las obligaciones, sin que nadie nos
obligue a hacerlo, siendo allí
de donde surgirán las ganas de escribir tus propias historias, tus
ocurrencias, tus ideas…”
La autora y ganadora de
premios, como fue el caso su libro de cuentos Ruby Tuesday no ha muerto, que la hizo acreedora al Premio Nacional
de Literatura Gilberto Owen, en el libro que hoy nos toca reseñar: Leo,
luego escribo, aparte de explicar qué es la lectura placentera, en
particular sobre el cuento y la novela; vienen una serie de ejercicios que se
relacionan con la lectura de algunos capítulos que funcionan como disparadores
de la escritura; pero lo más importante es que incluye partes bien
seleccionadas de obras y autores famosos para servir de ejemplo motivador: aquí
aparecen Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga, Anton Chéjov, Cary Kerner, Arturo
Vivante, Ricardo Bernal, Kurt Vonnegut, L.A, Irland, Marcial Fernández, entre
otros.
Leo, luego escribo,
no es un manual estructurado en pasos a seguir uno por uno, y aunque está
dedicado a los niños y jóvenes que se inician en la buena lectura, le sirve
también a cualquier adulto interesado en estas dos funciones de la mente
humana. Un capítulo que llamó mi atención se llama “La lectura y la libertad”,
donde expresa: “La lectura tiene que ver con la libertad del individuo. En un
principio algunas lecturas sean impuestas o inducidas para familiarizarnos con
el ejercicio que deberá ser nuestro capricho: elegir el objeto de lectura. La
libertad es un acto de responsabilidad absoluta, por eso tiene sus riesgos.
Estamos ejerciendo la libertad cuando, después del primer empujón, empezamos a
navegar en las librerías, la estantería de la casa o en Internet buscando el
título de nuestra elección”.
“Cuando abrimos un libro
de cuentos podemos elegir el cuento más pequeño, el del título más sugestivo,
el más picante, el más provocador, el último para sentir como que ya acabamos
el libro o el primero porque pensamos que el autor colocó su carta fuerte al
inicio. Un libro contiene ideas, por eso nos invita al disfrute y a la
reflexión”.