PASCUA DE CRISTO: UNIÓN LIBRE E INDESTRUCTIBLE
PASCUA DE CRISTO: UNIÓN LIBRE E INDESTRUCTIBLE
La gran Fiesta Pascual de Cristo ha llegado a su cima más
alta con su pasión, muerte y resurrección. En esta cima luminosa de la fiesta de la Pascua de Cristo, los bautizados vivimos comunitariamente cada momento celebrativo de
estos tres días santos guiados
principalmente por la acción del Espíritu Santo. La vivencia de la pasión, muerte y resurrección de Cristo nos la
entrega la Iglesia mediante los sacramentos.
Por eso, se puede decir que la mentalidad del cristiano es una mentalidad sacramental, es decir, que dentro de una
realidad descubre otra: En el pan
partido de la cena del Señor descubre el Cuerpo de Cristo que da vida al creyente en la vida cotidiana. Estos
acontecimientos salvíficos se ofrecen
gratuitamente a todos los bautizados en este tiempo de semana santa a través de los símbolos sagrados que contienen los sacramentos pascuales.
El símbolo sagrado ofrece a todo bautizado, a través del
Misterio Pascual de Cristo, una unidad libre e indestructible que está afianzada sobre dos columnas: la creación y la redención. La
unidad e indestructibilidad son fruto del amor gratuito de Dios que nos ofrece a su Hijo muerto y resucitado. El
símbolo se revela y se comunica
mediante la implicación de la vida. La persona vive esta implicación como libre adhesión: una libre adhesión a Aquel que
se revela y se comunica en el símbolo. Cristo, en la celebración de su pascua, ofrece y entrega su propia vida divina a todos los que celebramos comunitariamente su
pascua: “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya
no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me ha revelado” (Jn 15,13-15).
En la Pascua de Cristo, Dios y el hombre se encuentran en el acto supremo de la caridad de Cristo para establecer una alianza de justicia y de paz. Fruto de este encuentro debería ser un compromiso personal y social para buscar caminos que nos lleven a defender a los más pobres, especialmente a los migrantes, y a vivir todas las responsabilidades que tenemos como ciudadanos y como creyentes. Deberíamos tratar de evitar, por principio, ser implacables a la hora de denunciar los deberes de la sociedad, de la política, de la caridad pública para beneficio nuestro y ser menos reticentes y huidizos cuando se trata de implicarnos en nuestros compromisos con los demás. No beneficia mucho ser draconianos al exigir nuestros derechos y ser evasivos cuando se trata de nuestras obligaciones en todas las áreas de nuestra vida para el beneficio de todos; exigir los derechos demanda cumplir las obligaciones con los más vulnerables. El amor pascual de Cristo nos conduce a dos deberes fundamentales: El de ayudar y despertar a los demás para vivir en justica y paz en nuestra patria y en nuestro querido Veracruz.