Peor que nunca
Peor que nunca
Por Aurelio
Contreras Moreno
Insistir sobre las causas y motivos que llevaron a Morena
a ganar la Presidencia de la República, la mayoría en el Congreso de la Unión y
en varios estados del país pareciera estar de más. Sin embargo, vale la pena
recordarlo.
La brutal corrupción del anterior gobierno –que no está
siendo perseguida y mucho menos castigada-, la enorme desigualdad, la
sistemática violación de derechos humanos y la pobreza lacerante de millones de
mexicanos llevaron a una votación que representó una ruptura de fondo entre los
ciudadanos y ese sistema político que, sin embargo, no hizo más que regurgitar
sus más viejos esquemas y fórmulas en un régimen que navega con bandera de
“transformador”.
Empero, la esperanza de los millones que decidieron
entregarle al lopezobradorismo todas las riendas del poder en México se centró
en ese discurso que hablaba de renovar la vida pública del país, de terminar
con las prácticas de descarada corrupción que caracterizaron al último gobierno
priista, de impulsar una agenda progresista, de izquierda, fincada en el
respeto a los derechos humanos fundamentales y sobre todo de lograr sacar de su
postración a los desposeídos.
Bien pronto, el régimen de la autoproclamada “cuarta
transformación” comenzó a mostrar que sus prioridades se ubicaban en una
coordenada distinta: mantenerse en el poder a costa de lo que fuere, usando
para ello todo el poder del Estado, gracias al control cuasi absoluto de los
poderes públicos que la propia ciudadanía le confirió, sin que en realidad
muchos de los que votaron por esa opción tuvieran claro lo que eso
representaría.
Poco más de dos años han bastado para conocer el
verdadero rostro del actual régimen: anclado en el pasado, lleno de prejuicios
de toda índole, de un autoritarismo creciente, mentiroso compulsivo y
profundamente irresponsable. Valgan unos botones de muestra para soportar estas
aseveraciones.
A pesar de repartir miles de millones de pesos a través
de sus distintos programas sociales, la pobreza aumentó notablemente en México
en los últimos dos años. De acuerdo con el Informe de Evaluación de la Política
de Desarrollo Social (IEPDS) 2020 del Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval), de 61.1 millones de mexicanos que en 2018 tenían
ingresos por debajo de la línea de pobreza, en 2020 se pasó a 70.9
millones de pobres por
ingreso.
LY aunque la pandemia jugó un papel determinante en esta situación, de ninguna manera puede hablarse de una política pública de contención de sus efectos ni medianamente exitosa, cuando la única “estrategia” puesta en marcha al respecto ha sido la apertura indiscriminada de las actividades económicas, cuyas consecuencias se reflejan directamente en el número de contagios y fallecimientos por covid-19, que hasta el corte de este domingo alcanzaron, en cifras oficiales, casi 175 mil muertos.
Lo cual nos lleva de
inmediato al criminal manejo de una crisis de salud que se gestiona con
criterios políticos y con una irresponsabilidad que tarde que temprano tendrá
que llevar a alguien a responder ante la justicia. Baste con la certeza que
ahora se tiene de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no compró
vacunas para inmunizar a la población contra el letal coronavirus SARS-Cov-2,
pues pensaban que Donald Trump ganaría las elecciones en Estados Unidos y
regalaría las dosis necesarias para lucrar electoralmente con las mismas.
Ahora, México anda –literalmente- mendigando el biológico en países como la
India o Rusia, mientras el ritmo de vacunación de la población en nuestro
territorio es francamente ridículo. Tanto, que resulta hasta obsceno.
Y por si lo anterior no
bastase, el régimen de la “4t” no solo no defiende agenda progresista alguna,
sino que tiene una clara intención de conculcar la libertad de expresión –vía
la regulación de las redes sociales y las consiguientes limitantes al
intercambio público- y los derechos humanos le importan un pepino, como queda
totalmente de manifiesto con su decisión de que un sujeto con reiteradas
denuncias por abuso sexual y violación como Félix Salgado Macedonio sea
candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero, mientras en Veracruz le abre
la puerta a personajes de similar calaña como el animador Juan Santiago,
promotor de felaciones públicas y de venta de alcohol a menores de edad en un
antro del puerto jarocho.
¿Quién dijera hace apenas
dos años que no se podría estar peor?