PESADILLAS Y SUEÑOS (2020-2021)
PESADILLAS Y SUEÑOS (2020-2021)
Por Uriel Flores Aguayo
Terminó el año 2020, el de la pesadilla y la tragedia, el que
nunca imaginamos ni siquiera en las mentes creativas del cine y la literatura.
Hemos vivido un año terrorífico, de inéditos retos e incertidumbre. Lo que
empezó como una información lejana proveniente de China y con los confusos
mensajes de las autoridades políticas y de salud, de golpe nos colocó en un
apresurado y misterioso confinamiento que trajo extrañas sensaciones y apremios
económicos. Después pasamos a una relativa normalidad, distinta, con las
reiteradas vacilaciones oficiales y un ascenso frenético de contagios y
fallecimientos. Ante una realidad concreta y palpable, cada vez más cercana a
todos, se ha impuesto la mayoritaria responsabilidad social por convicción,
sentido común o reflejo de sobrevivencia. No deja de haber comportamientos poco
serios entre grupos de individuos y miembros de los Gobiernos, que carecen
hasta de sentido común o lo evitan por razones de ignorancia, sexistas,
políticas o económicas.
Somos frágiles, más de lo que suponíamos, nos cuesta asumirnos
como colectivos y aplicar medidas generales. Hemos tenido que aprender rápido,
seguimos haciéndolo, y adoptar prácticas novedosas en nuestro comportamiento
individual y social. El miedo y la incertidumbre es nuestra sombra pero no nos
paralizó. Nuestras debilidades no son tan contundentes como para dejar de
resistir; más que nunca, para estos momentos de crisis, tienen sentido
conceptos y actitudes como empatía y resiliencia. Ya es un hecho que son más
las muestras solidarias que el sectarismo entre la ciudadanía, que transitamos,
con altibajos, hacia una evolución humanista. Las familias y las redes sociales
han sido claves en contener al virus en límites soportables para nuestro
sistema de salud y la economía, a pesar de la mediocridad de las
élites.
El mundo ha sido sacudido, México con él. Para la humanidad estas
crisis son un parteaguas, para nuestra generación una herida profunda que
tardará en sanar. Es de obviedad decirlo pero tal vez sea indispensable hacerlo
como recordatorio y ruta del futuro inmediato. Vivimos ahora, en tiempo real,
con despertar monótono y rutinario, en peligro; en una especie de ruleta rusa,
con información triste, cotidiana, de caídas mortales. La muerte nos ronda,
anda ahí, como posibilidad cercana, y nos impacta. Es la muerte, que se ha
ensañado con México, la que, asustándonos, nos obliga a tomar las medidas
universales de previsión.
En una hazaña científica, trabajando a marchas forzadas, varios
laboratorios ya están distribuyendo la vacuna que nos hará inmunes contra el
Coronavirus. Hay que festejar que los científicos hayan encontrado el antídoto
tan pronto. Es una luz de esperanza. Es probable que en unos ocho meses estemos
en condiciones de superar la pandemia. Hay que celebrar que la ciencia nos
salve y muestre su papel vital en el funcionamiento del mundo. Es, a la vez,
una cachetada con guante blanco al oscurantismo y a la demagogia. Las vacunas
son logro científico y se adquieren con recursos públicos; por supuesto que
deben ser gratuitas como lo son las demás vacunas, las ordinarias, que se han
aplicado toda la vida en nuestro país. La luz que nos llega se vuelve el sueño
que queremos hacer realidad para el Año Nuevo, el 2021. Un año de salud, sin
virus y sin muertes; un año de recuperación de la economía, con empleos y
reactivación de las Pymes. Si hay salud, saldremos un poco de la pobreza en que
estamos sumidos. Si hay salud, se podrán ocupar los recursos para reactivar a
la economía. En fin, la pesadilla debe volverse sueño. Un sueño que nos regrese
la vida sencilla, con salud, la convivencia familiar y social, las actividades
educativas en las aulas, los paseos turísticos, la recreación y el deporte, las
congregaciones de la fe, las fiestas, en fin, la vida plena. Por mucho tiempo
nuestras metas y aspiraciones serán modestas, realistas. Quedará en la memoria
perenne lo que estamos viviendo, valoraremos lo importante, lo humano. Esta
prueba, brutal y mortífera, la aprobaremos con una calificación mediana siempre
y cuando salgamos un poco mejores como seres humanos. La calificación incluye
dos etapas: la que estamos pasando, con un determinado comportamiento, y la que
siga al momento de la inmunización.
Recadito: inmundo el manoseo político de las vacunas. Es
un quiebre ético sin retorno.