Especial

¿PORQUE DIOS LO QUIERE?

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Uriel Flores Aguayo

Nos persigue la fatalidad, somos un país que vive crónicamente con problemas, no somos ni podemos ser normales con 53 millones de pobres, con la violencia extendida como producto final de nuestra degradación social, con una democracia de mentiras y mil barreras para acceder a la información. En nuestros orígenes autóctonos están las idolatrías y el caciquismo, reforzado por las ambiciones Españolas; en síntesis, nuestro mestizaje es pasivo por las razones que brillantemente han estudiado Octavio Paz, Samuel Ramos y Roger Bartra, entre otros; esa forma de ser se ha pulido y perfeccionado con un sistema político de control clientelar y un modelo económico injusto y discriminados, donde predomina una elite de privilegiados. En ese contexto están las explicaciones de nuestros males, es decir, nuestros problemas no son producto de la fatalidad, de una personalidad individual del mexicano o porque así lo quiso Dios, no, de ninguna manera, hay evolución histórica determinada y los condicionantes vitales de los sistemas social, político y económico dominantes.

El Estado nacional ha perdido fuerza, por imposiciones externas o por la ineptitud de sus representantes; es fallido en muchos sentidos, de auto consumo y ajeno al bienestar de su población; así como en la loca guerra de Calderón, ahora Peña Nieto también se echa en brazos de poderes extranjeros, confesando su desnacionalización y mediocridad. No se avizora nada bueno en la ruta del grupo » Atlacomulco «, al contrario, más anti democracia y más desigualdad. Con la reforma energética se lesiona el orgullo nacional y se avizora una oleada de corrupción generalizada y de negocios donde se mezcle  lo público con lo privado; tal como lo inicio De La Madrid, los asuntos fundamentales de México se van a tratar en el extranjero.

Para aspirar a modificar el estado de cosas que nos oprime hay que ser auténticos y realistas, aceptar que somos un pueblo despolitizado, inmersos en la politiquería tradicional como casi único recurso de participación en los asuntos públicos, con una sociedad civil débil y mil barreras que obstruyen nuestra libertad. Poner los pies en la tierra para caminar a paso seguro, sin brincos que cansen y confundan ,entendiendo que se necesita paciencia y constancia, que no hay atajos, que la clave liberadora es la participación consciente y organizada de la gente en las cuestiones colectivas es lo más sensato que, creo, podemos hacer. Se trata de no renunciar a nuestra forma de ser, a nuestra manera de pensar, a nuestros sueños; nada ni nadie nos derrota si somos libres y consecuentes con nuestras convicciones. Cualquier cambio está en nosotros mismos y con quienes compartamos condición social aproximada y opiniones; no será para siempre, ya

lo vimos en el 68, el 88 y el 2006, sobre todo. La hegemonía oligárquica en nuestro país mucho tiene de artificial, no está fundada en desarrollo social ni en legitimidad, por lo tanto, pende de un hilo; por la acumulación de agravios y por el  burdo y vil control del conocimiento y la movilidad de la sociedad en cualquier momento se pude derrumbar la estructura de poder opresiva; obviamente no estoy pensando en un suceso repentino, lo que pase con el régimen será cuestión de un proceso gradual y la oportunidad de alguna coyuntura.

Nunca nos crucemos  de brazos, cuestionemos el conformismo, la felicidad no es material, el éxito que nos acercan, el del individualismo, no es el nuestro; tenemos miles de razones para luchar, tal y como es la vida. Estoy seguro que Dios  no desea nuestro mal, no seamos fatalistas. Lo que pase con nuestra vida es decisión de nosotros mismos; con valor, informados y fraternos pero sobre todo actuando comprometidamente veremos un mejor México, Veracruz y Xalapa. Deseó una Navidad grata para mis lectores. Abrazos.

Recadito: El aumento al salario mínimo no tiene madre.

ufa.1950@mail.com

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