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PREVENCIÓN DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL

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PREVENCIÓN DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL

LO QUE ESCONDE NO SE PUEDE CORREGIR

 Por Pilar Paz Villafuerte*

En estos tiempos de pandemia el hogar debería ser el lugar más seguro, sin embargo, para muchas niñas, niños y adolescentes la casa no es precisamente el mejor lugar donde pudieran estar, la razón es algo que ya existía y ahora se agrava con el confinamiento que estamos viviendo; estamos hablando de una enorme cantidad de abusos sexuales que suceden contra la infancia en casa a manos especialmente de sus padres, padrastros, cuidadores y personas cercana.

Cada año más de 4,5 millones de niñas y niños son víctimas de abuso sexual en México, lo que le da el primer lugar mundial en estos delitos (UNICEF, 2019). El abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes sucede de diferentes maneras; una es cuando hay contacto directo en el cuerpo del menor de edad ya sea en sus órganos sexuales o en cualquier parte del cuerpo que sea considerado íntima, aquí cabe precisar que todo nuestro cuerpo es privado, todo el cuerpo debe ser considerado como una zona íntima, no solo los órganos sexuales. (García Piña y Cols. 2009)

Regularmente ponemos más énfasis en los órganos sexuales: vulva, pene, los testículos, el ano, pero debemos considerar ciertas partes erotizadas por el mundo adulto que también que son íntimas como las nalgas y lo que está cercano, es decir, las ingles, el vientre; de igual manera el cuello, y las orejas.

Podríamos pensar que abuso sexual  solo es cuando hay contacto físico del abusador con alguna de estas zonas del cuerpo de la víctima; pero no solamente se trata de contacto, estamos hablando de una amplia gama de delitos como el Acoso Sexual, Atentados al Pudor, Corrupción de Menores, Estupro, Lenocinio e Inseminación Artificial; dicho de otra forma son conductas como el exhibicionismo, cuando una persona más grande que la niña o el niño o el adolescente exhibe su cuerpo desnudo, así como el obligar a la niña o al niño a que se muestre desnudo; incluso se le saquen fotografías y videos, exponer al infante a material pornográfico, a ser testigo de ver relaciones sexuales entre adultos, contarles historias eróticas o cosas que no corresponden con su edad. 

Si nos percatamos, el abuso sexual no solamente implica contacto, implica una gran variedad de sobreexposición de estímulos a los menores de edad, ya sean visuales auditivos, táctiles y que no corresponden con su edad.

La mayoría de los menores de edad no revelan su victimización sexual durante meses e incluso años (Berliner y Conte, 1990), la edad media para la primera revelación es a los 18 años, lo que supone la dificultad de hacerlo y mucho más difícil es poder ver a alguien querido como un victimario. El victimario suele ser muy cuidadoso para no dejar evidencias, pero aunque un niño no tenga señas físicas genitales de daño, aunque no tenga un relato de lo sucedido, su cuerpo, su comportamiento, dará señales de que algo no está bien.

Regularmente, cuando se abre un tema de abuso sexual en la familia es porque se descubre, no es porque el niño lo hable, porque vivimos en una sociedad represora con respecto a los menores de edad, en donde a las niñas, niños y adolescentes no se les cree, debido a ello, cuando el secreto sale a la luz, los adultos no lo toman en serio o callan porque pueden afectar a la familia, porque podrían meter a la cárcel al abuelo, al padrastro, al papá, al tío y eso es justo lo que los agresores sexuales les hacen creer a los menores de edad; no es tan fácil que la niñez tengan el soporte emocional necesario, mucho menos cuando no cuentan con información de prevención de abuso sexual infantil; y de esto se valen las personas que violentan a las niñas, niños y adolescentes.

Sabemos que entre el 60 al 80% de los abusos sexuales infantiles suceden dentro de los hogares (UNICEF, 2019), en casas de familiares, de amigos, conocidos, vecinos; en fin, este mito que tenemos acerca de una persona desconocida caminando por la calle, un señor malo de quien el menor de edad se tiene que cuidar que le haga daño; no es del todo cierto.

Es fundamental, contribuir a una cultura de prevención, la protección y responsabilidad de los padres de familia dejando a un lado los patrones tradicionales de educación y basarnos más en prácticas de crianza y educativas no violentas, a partir del interés superior de la niñez en el ejercicio pleno de sus derechos.

Cerrando los ojos, fingiendo que no pasa, solo contribuye a tener criminales que están o pueden atacar a nuestras hijas o hijos y a tener víctimas de violencia sexual que llevan un secreto que les daña.

*Secretaria Ejecutiva del Sistema de Protección para niños, niñas y adolescentes de Veracruz.