PRIMERO DE MAYO
Entre Columnas
Martín
Quitano Martínez
twitter: @mquim1962
El trabajo es duro. Las distracciones son
abundantes. Y el tiempo es corto.
Adam Hochschild
El pasado domingo 1° de mayo
de este 2022, no solo fue un desfile más de las decenas de conmemoraciones corporativas
del día de los trabajadores, sino que además fue funestamente singular para
nuestro país. Ese día fue una jornada de
sangre; se registraron 112 personas asesinadas en ese único día, cerrando como el
más violento del año y uno de los de esta administración.
Datos que definen la
inseguridad que nos aqueja, que muestran la magnitud de un problema profundo
que después de tres años de discursos sobre atacar las raíces del flagelo, está
exigiendo de nuevas lecturas y nuevas formas de definir cómo enfrentarla,
quedando claro que lo realizado hasta ahora no ha sido suficiente, por decir lo
menos. Las becas entregadas a los jóvenes no han impedido que por las buenas o
por las malas, la delincuencia los integre a sus actividades.
La sustitución de la Policía
Federal con la construcción de la Guardia Nacional como aparato de seguridad
eficaz, porque la otra era corrupta y capturada, no ha rendido los alcances que
de ella se esperaban, poniendo en duda su pertinencia tanto en su diseño legal
como logístico; una discusión presente y álgida sobre la preocupante militarización
de nuestra vida nacional. Un punto de política de seguridad que sin duda marca
pauta, viniendo de un político que fue un duro crítico de similares acciones en
sexenios anteriores.
En esta administración, la
suma alcanza los 120 mil muertos, lo que significaría una pesada carga de
señalamientos para cualquier mandatario, pero que no lo es para el actual
presidente. El respaldo social es aún muy alto -62% según el financiero-, y aunque
un 63% opina negativamente sobre la incapacidad de esta administración para
otorgar seguridad en el país, su popularidad se mantiene alta.
Es innegable la capacidad
refractaria del presidente, su habilidad para recuperar el dominio de la agenda
de la discusión pública y política, pese al trastabille de la casa gris, más allá
de los evidentes yerros económicos, de la inocultable corrupción en su
gobierno, de su falta de empatía con las mujeres, los feminicidios y la
violencia que sufren. Más allá de su ofensiva visión ambientalista, de la
elevada inflación, el desempleo, la migración que vuelve ante la falta de
oportunidades o la violencia, el desabasto de medicamentos y de atención de
calidad en los sistemas públicos de salud o las deficiencias que se acentúan en
la educación, el presidente pone los ejes de la discusión.
Un claro ejemplo es la recién propuesta
reforma electoral, enmarcada en una discusión que parece más un cobro de
facturas personales o un alevoso diseño a la medida de sus antidemocráticos
procederes. Desaparecer un organismo que ha funcionado bien y que, pudiendo
perfeccionarse, requiere propuestas y consensos con los que ahora definitivamente
no se cuentan, porque las posibilidades de aprobación de una reforma
constitucional desde perspectivas unilaterales tendrían poco futuro.
Parece fácil imaginar que
proponerla en este momento, se impulsa por un cálculo de ganancia en la
narrativa presidencial, como sucedió con la reforma eléctrica, mediante la que
se arenga a sus seguidores, acusando de traidores a la patria a los que votaron
en contra. Al perder la votación de la reforma electoral, ganarán las arengas y
señalamientos de antidemócratas a los que voten en contra. Y así.
Queda claro y sin duda
preocupante, la habilidad presidencial para asegurar una discusión pública
lejos de los temas relevantes y urgentes antes mencionados. Sus cálculos
políticos y sus proyectos personales son lo único que le importa y lo que
define su próximo movimiento. La falta de atención y respuesta a la enorme
lista de pendientes o errores cometidos sigue engrosándose. ¿En algún momento
se romperá ese equilibrio discursivo? Al final parece que solo importa si
logran sortear las vicisitudes del 2024, después, ya se verá.
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