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PROFESOR CLAUDIO

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Las siete de la mañana, el puntual chiflido de la fábrica de Las Puentes cumple la rutina. Es hora del cambio de la jornada laboral y los obreros están listos para remplazar a los que trabajaron el turno de la noche. La mañana de este lunes es asombrosa; estamos a mitad del invierno, el cielo luce radiante e incita para acudir a la escuela, hoy en nuestro primer día de clases. Las vacaciones de diciembre y enero se esfumaron, se aprovecharon en ayudar en la recolección de café que aún no concluye. Ahora, a cumplir con la obligación escolar. Destaca el entusiasmo de los compañeros que, con gusto emprenden el andar a la escuela primaria.

 

Por el camino de la antigua vía del Piojito, en la parada de autobuses del Atorón, los maestros que, para la mayoría de los alumnos ya son viejos conocidos, descienden “del Teocelo”, ufanos a la apertura del nuevo ciclo escolar. La maestra Ely Núñez y Valdés, muy guapa con su rubio cabello y su inseparable bastón, a su paso saluda a los vecinos asomados en las puertas de sus casas. Se vislumbra a la profesora Aurora Villegas y a la querida directora María Guadalupe Rojas Rosas. La campana repica; los alumnos, uno por uno entran a las aulas que se inundan con el ruido provocado por el arrastre de sillas, e inicia la clase.

 

El salón que nos corresponde es compartido; tercero y cuarto grado están juntos. La profesora Ely Núñez organiza las mesas binarias y nos informa que serán repartidos los útiles escolares solicitados con anterioridad a la administración de la fábrica La Purísima, atendiendo al logro sindical de los obreros. La noticia se festeja con aplausos y la presencia del gerente don Eduardo Mateos, Raymundo Bonilla, don José Méndez, don Felipe Morales y varios trabajadores más, causan regocijo por la repartición de paquetes que contienen libretas, cuadernos, plumas, lápices, sacapuntas y el atractivo juego de geometría. Los libros de texto son gratuitos, por lo que se nos instruye protegerlos con el respectivo forro.

 

Los días pasan rápido. Asimiladas están algunas lecciones; el libro de lectura es un disfrute. Ejercitamos el razonamiento; las sumas, restas y divisiones se dominan; nos adiestran para hacer una composición; corrigen la escritura, y nos subrayan con rojo espantosas faltas de ortografía. Es fácil notar la pasión por la enseñanza de nuestra joven instructora.

 

Hoy atendemos una visita. Un joven alto, fornido, impecable traje, camisa blanca y vistosa corbata. Nos ponemos de pie y al unísono contestamos el saludo de los buenos días. La profesora hace la presentación y él, con esbelta voz se dirige al grupo: —Mi nombre es Claudio Darío Rodríguez Mora y vengo asignado a “La Aquiles Serdán”, como su nuevo profesor; todos los de tercero, recojan sus útiles porque nos vamos a inaugurar el nuevo salón de clases. Vaya sorpresa, a medio río cambiamos caballo.

 

Estamos en exámenes finales, la permuta ha sido inmejorable. Muchas actividades están aprendidas, entre ellas el gusto por la música. Conocemos las grandes bandas. Glenn Miller, Ray Anthony, Benny Goodman, están presentes en este hermoso pueblo. Sabemos bien que al partir, lamentaremos por el beisbol, los días de campo, la organización de juegos en el recreo, pero sobre todo, a quien más extrañaremos es al profesor Claudio que también aprendimos a quererlo.

 

Amigos, retroceder en el tiempo no es tarea fácil. Todo esto viene a colación porque este sábado asisto a una comida con mis compañeros de primaria; a algunos no he visto en los últimos 57 años y es una alegría lo que mi corazón siente. De ahí, esto que dicen los que saben: “El tiempo trae las rosas, y después de llover y llover, las vuelve a traer”

 

¡Ánimo ingao..!

 

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

 

Escuche usted la versión de audio en la voz del «Jarochito»:

 

 

  

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