PUENTE DE LA GRANJA
PUENTE DE LA GRANJA
Cruzar el puente de la granja
en Coatepec, es reencontrarse con el pasado, con aquella época de ensoñación y
magia, cuando los cascos de los caballos al rozar el tapiz de piedra emitían
cierta musicalidad denotando una época que hoy es nostalgia. Este puente que el
tiempo y su historia le hacen un merecido reconocimiento; pues forma parte de
los monumentos históricos del pueblo, le corresponde el número 229. Es una
lástima que le hayan extirpado sus piedras, ya que significaban ser como el
alma por la que respiraba su quietud y secretos que guarda en su existencia
material.
El puente fue construido por
una necesidad, la de cruzar el río Cuitlapan. Este hecho sucedió a finales de
los años setenta del siglo XIX, cuando comenzaba a erguirse la paz porfiriana,
este suceso convertía al puente en una ensoñación de esos tiempos de provincia aunado
al hermoso jardín diseñado por don José Prudencio Quirós Ortiz y su segunda
esposa, la señora Manuela García. Don Prudencio en su terreno dividido por el
río san Andrés, construyó un pequeño puente para que tanto la familia como los
visitantes disfrutaran de este espacio vegetal en el que predominaban las
plantas de ornato, el risueño río parecía emitir un adagio ante la diversidad
de árboles de guayaba de la llamada Perú, naranjos, limoneros y un vasto
follaje que aromatizaba este rincón de la Villa Coatepecana. Don José Prudencio
generó la idea de abrir las páginas en blanco de un libro para que los
visitantes que se acercaban a conocer su jardín firmaran su presencia. Fueron
muchas las personalidades que se llevaron en la mente y en el corazón el eco de
este pequeño edén coatepecano mucho más allá de las fronteras veracruzanas,
como el poeta nicaragüense Rubén Darío, José Yves Limantour del grupo de los
científicos que formaban parte del gabinete de don Porfirio Díaz, el mismo
Manuel Rubio, suegro del hombre de mármol que dirigía la nación mexicana. María
Enriqueta Camarillo y Roa en su última visita a Coatepec antes de partir a
Europa a dejar sus mejores años en aquellas lejanas tierras. En fin, la lista
es interminable, pero marca una época de lo que inspiran los hijos de Coatepec
en todo momento.
Cuando los instantes se hacen
presentes en las viejas generaciones, surgen infinidad de historias y leyendas en
relación a este puente que parece inmerso en la quietud de aquel ayer,
orgulloso de su pasado. La poesía está presente, los sueños de muchos
enamorados aún no se los lleva el viento, de gente que transitó y lo sigue
haciendo en el diario vivir. Cuando el transeúnte se detiene un momento, parece
escuchar una voz deseosa de contar una historia plena de nostalgia y evocación,
como si el tiempo se hubiese detenido, es que el puente no olvida a los
personajes de aquel ayer, los que lo inspiraron y con los que convivió en sus
primeros años de vida. Junto a la rivera donde serpentea el río –actualmente arroyo–
un árbol guindillo, de unos 30 metros de altura y hoja acorazonada, acompaña al
puente, día a día, año con año. Ambos son fuertes y no temen a la tempestad, la
Providencia los protege.
El puente sigue su curso hacia el futuro, ha sobrevivido
ciento cuarenta y cinco años, lo han herido, pero su historia es la fortaleza,
tal vez su coraza que lo mantendrá vigente por siempre, pues es un monumento
histórico que forma parte de la cultura de la ciudad de Coatepec, Veracruz, y
nadie posee el derecho de destruirlo, el pasado y el presente es su historia,
la que acuna infinidad de secretos, muchos de ellos se lo llevó en sus aguas el
río que sigiloso cruza debajo de su arco, como si deseara escapar de la
naturaleza humana que lo está secando. .
Agradezco su atención y valiosos
comentarios al señor Pedro Ángel Nava Quirós, nieto de don José Prudencio
Quirós, me facilitó una fotografía de cuerpo completo de su abuelo, que usted,
amable lector, está apreciando en este espacio.
raelrojascolorado@yahoo.com.mx