¡Quiero estar con mi hija!
Números Rojos
Por Brenda Caballero
Fue el 10 de
diciembre de 2017 cuando llegó alcoholizado, gritando e insultándome a mí y a
mi hijo de entonces 14 años. No era la primera vez. Desde noviembre del 2016 yo
había buscado ayuda por su constante violencia familiar. Por eso, ese día cerré
la puerta, ya que mi hijo quería intervenir y defenderme. Le pedí que fuera con
mi hija de 5 años a resguardarla y tranquilizarla. Me defendí como pude, pero
no fue suficiente. Me pegó en la cabeza y ante los constantes golpes reboté en
la pared. Por un momento quedé aturdida, situación que él aprovechó para
arrebatarle de los brazos a mi hija y llevársela.
Tenía golpes
múltiples en el cuerpo, me luxó el hombro, tuve que usar collarín por las
lesiones en el cuello. Estuve en rehabilitación en el Creever cuando salí del
hospital. ¿Por qué no me fui de la casa? Soy de Culiacán, no tengo familiares
aquí.
–¿Denunciaste?– Le pregunto.
–¡Claro! Con
testigos, videos y ¿sabes qué? ¡No pasó nada!– Me dice –¡Hasta me trataron como
delincuente!
Ella es una de
las muchas mujeres que sufren violencia intrafamiliar y por desgracia violencia
institucional, ya que entre la burocracia y la pandemia de Covid 19 no ha visto
físicamente a su hija desde hace 4 años.
Recuerda que en
alguna ocasión hasta la abuela de la niña le dijo:
–¿Cuánto dinero
por la niña?
–¡Mi hija no
está en venta!– Le respondió pero el tiempo en que estuvo en rehabilitación
tanto física como emocional, fue aprovechado por el padre de la pequeña para
solicitar el depósito o guarda y custodia de la pequeña a nombre de su abuela
paterna en el juzgado Octavo familiar con sede en Xalapa. “Lo hizo con
información falsa, pues la niña vive con él”.
“Tuve que conformarme con los días martes, jueves y sábados para
ver a mi hija en el Centro de Convivencia Familiar del Estado (Cecofam). Fueron
pocos días los que convivimos como madre e hija, pues después ya no la llevó
con el pretexto de que entró a la escuela. La metieron a clases
extracurriculares para justificarlo. En ese pequeño tiempo me di cuenta que le
hablaban mal de mí, le decían que yo era una bruja y que no quería verla. Ante
esa situación fui a la escuela para ver a mi niña. Allí me di cuenta que la
llevaba sucia y orinada al aula, con su mochila y cuadernos llenos de moho. Le
compré alguna ropa a mi hija y le llevaba hasta comida”, pero la dejó de llevar
su padre para que no la viera, “y se encargó en la escuela de hablar mal de mí,
al grado de que me negaron la entrada”.
“He hecho hasta lo imposible por ver a mi hija. Sigo con mi lucha
en los juzgados. He acudido al DIF, a Derechos Humanos, hasta metí un escrito
al Gobernador del Estado, el Ingeniero Cuitláhuac García Jiménez para su
intervención. Una vez la fiscal que lleva mi caso me dijo que debía haber algo
chueco, pues después de tanto tiempo en donde él no ha cumplido con llevarme a
mi hija es increíble que las autoridades no lo obliguen a hacerlo”.
Y llegó la
pandemia de Covid 19. “Yo estaba contenta porque por fin íbamos a estar juntas.
Por disposición judicial le tocaba estar unos días de vacaciones de diciembre
conmigo pero no la llevó porque argumentó que estaba muy enferma del estómago,
a lo que el juez expresó que aunque estuviera hospitalizada, en ese tiempo la
niña debería estar con su mamá y que me iban a recompensar el tiempo de no
estar juntas”; sin embargo, no pasó nada; no hubo castigo por incumplimiento de
un mandato judicial.
En el 2020, “mi hija tuvo un accidente, nunca me avisaron, me
enteré por la maestra”. Le estuvo llamando al padre para ver cómo estaba su
hija, “me contestó hasta que quiso con un ¡Qué chingaos quieres!”
Lleva tres
carpetas de investigación, y por pandemia únicamente le permiten ver a su hija
por videollamada de lunes a viernes, de 17 a 17:30 horas, y los sábados, de
once a 11:30, “media hora en la que no podemos hablar libremente porque ellos
están pendientes de la conversación. En la que no puedo decirle a mi hija ¿Hola
mi vida, cómo estás? ¡Te amo con todo mi corazón! Porque se molestan e
intervienen para que no le diga así. Situación que hice saber al entonces juez
Cristian, de que en mi media hora interviene toda la familia y mi
hija hasta ve de lado para que no muestre sentimientos hacia mí, porque la
regañan”.
Ante esa
situación, compró unos audífonos y se le indicó al padre de la niña por escrito
que tenía que usarlos en la videollamada, de lo contrario se haría acreedor a
un apercibimiento. “Pero siguen sin acatar las indicaciones judiciales, ¡Y no
pasa nada!”
“El año pasado que me tocaba ver nuevamente a mi hija en periodo
vacacional de diciembre, pasó lo mismo… no la llevó, pero eso sí, llevó un
escrito que la niña tenía Covid. ¿Por qué no investigan? ¿Por qué le creen a
este señor que me ha violentado física y psicológicamentea a mí y a mi hijo?
¿Qué hay detrás de todo este proceso con información falsa? ¿Por qué si
incumple, no le revocan el depósito de persona?”
Ella cuenta que
han cambiado al juez. Actualmente es una mujer y espera cambios en el proceso
de investigación; que tomen en cuenta las carpetas de violencia intrafamiliar y
que se dé sentencia definitiva.
Hace un llamado a la Fiscal del Estado, Verónica Hernández
Giadáns, y a la titular del Poder Judicial, Isabel Inés Romero Cruz para que
tomen cartas en su asunto y que se haga justicia pues en cuatro años y tres
meses sólo le han dicho que tenga paciencia.
“¡Basta de
espantarnos y de violentarnos! pues el hecho de que no pase nada implica que
existan más violaciones y feminicidios. Como sociedad necesitamos hacer algo o
de lo contrario preguntarnos ¿Qué generaciones vamos a tener?”
Por obvias
razones omito los nombres de los implicados, pero no así la historia, para que
las autoridades competentes tomen cartas en el asunto y hagan posible el deseo
de una madre que solo pide una cosa: ¡Estar con su hija!
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