Reforma Energética y el ciudadano como espectador
EL AZOTE DE DIOS
Alejandro García Rueda
Preámbulo
La agenda político-mediática últimamente ha estado cargada de situaciones complejas; se han dado hechos difíciles de abordar tanto a nivel interno como externo y aun cuando en este espacio se habló de la importancia que tiene (o debería tener) para los mexicanos el saber qué se dice de nuestro país en otras latitudes, es más importante en este momento hacer un ejercicio de introspección para notar que en el momento que vivimos prácticamente se culminó el proceso en que los legisladores dieron el sí a la reforma energética.
Perspectivas y/o puntos de vista hay muchos al respecto, inclusive hay -como comúnmente se dice- para dar y repartir; pero es insoslayable que como sociedad nos hemos visto nuevamente rebasados y no hemos tomado un rol protagónico en las decisiones que darán rumbo a este país.
Haber tomado una postura a favor o en contra de la reforma hoy parece un detalle minúsculo, por demás trivial si se toma en consideración que en el caso del petróleo la participación del grueso de la población se ve nulificada desde el seglo XIX. Se ha dado un giro histórico al rumbo de nuestra nación, eso es innegable; México cambió el discurso, ayer decía «El petróleo es nuestro»; hoy extiende la mano y dice «Show me the money» y mientras eso sucede, el ciudadano se convierte en un espectador que algunos tildarían de masoquista.
Es importante que la sociedad sea algo más que un mero espectador, que los mexicanos tengamos la oportunidad de opinar sobre la decisión que (en este caso) no solo afecta a una paraestatal, sino a toda una nación y por supuesto su accionar.
Cuestión de conciencia
Pese a que todo parece indicar que la clase política lleva ventaja, cabría hacer conciencia respecto al hecho de que la opinión del mexicano en realidad cuenta; cuenta porque pese a vivir bajo las reglas de una estructura neoliberal con todas sus implicaciones, no responde en su totalidad a razones bursátiles o criterios corporativos, «grillos» o clientelares.
Cuenta más aun cuando en la realidad la opinión del mexicano puede traer un resultado diferente al esperado: Un escenario en el que más allá de toda retórica, demagogia, filias y fobias el beneficiado de tales reformas sea efectivamente el consumidor. No la clase política, no la cúpula de un sindicato, no los intereses empresariales y/o corporativos. Los consumidores.
Todo queda en la suprema corte
Pues lo cierto es que serán ellos, los magistrados, quienes decidirán si a través de una consulta popular como ciudadanos podemos decir algo.
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