REGISTRO DE CANDIDATOS
REGISTRO DE CANDIDATOS
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LCada vez se torna más complicado decidirse por un prospecto para ocupar la presidencia municipal de Coatepec, pues son demasiados los candidatos que se han registrado para contender en las próximas elecciones, ¿en verdad lo merecerán? Cada cual tiene su propuesta que ya en la práctica queda en el olvido, él pueblo lo sabe, pero no aprende le agrada la demagogia. Tal vez cuando ya han ocupado puestos públicos y han probado las maravillas que proporciona la política, se aferran aún más a continuar en la comuna porque el beneficio siempre estará de su lado. Todos se dicen aptos y capacitados para guiar los destinos del pueblo, ¿será que no saben nada de lo que afirman? Cierto es que se requiere conocimientos, experiencia y, aunque no pocos muestran sus títulos académicos, no es suficiente, falta los de la moral, la ética y el verdadero amor que pregonan por Coatepec.
En
la antigua Grecia muchos se sorprendían de ver a Diógenes de Sinope en pleno
día con una lámpara encendida, cuándo le preguntaron la causa él contestó
preocupado, ando buscando a un hombre honesto, pero todavía no lo encuentro. En
estos tiempos hace falta un filósofo de esa naturaleza para puestos
gubernamentales de suma importancia.
A
los candidatos actuales les comparto esta pequeña reflexión que estructuré en
forma de relato, esperando la lean de principio a fin, la reflexionen y todavía
mejor ponerla en práctica. Tal vez les sirva de cierta purificación espiritual.
Al final decidirán si poseen el derecho de participar en la elección.
EL CANDIDATO
Rafael
Rojas Colorado
Después de varios debates e inconformidades
entre los miembros del partido salió electo el candidato que los representaría
en las próximas elecciones municipales. Su fotografía apareció en vistosos
carteles y bambalinas difundidas en el municipio y sus congregaciones. Conforme
avanzaba la campaña, la fatiga agotaba su cuerpo inevitablemente, se sentía
incierto cuando el pueblo le brindaba su apoyo a cambio de que en su gobierno
se dictara la democracia y la justicia. El candidato estaba familiarizado con
estos términos, pero lo cierto es que desconocía su significado y comenzó a
cuestionarse una y otra vez. «Tengo plena confianza en que seré favorecido con
el voto en las urnas y me invade el temor que al ser electo presidente
municipal conozca el amargo sabor del triunfo al no garantizar la democracia y
la justicia que tanto clama el pueblo».
Una tarde fue al parque Miguel Hidalgo y se
sentó en una banca frente al palacio municipal; lo observaba con cierta pasión
mientras sus pensamientos se multiplicaban. Su concentración era tal que
comenzó a vivir una alucinación tuvo la sensación de ascender hacia los aires,
a su alrededor todo giraba vertiginosamente, desde las alturas notó que tanto
el palacio como el parque se arremolinaban, perdiéndose de su vista. Los
minutos transcurrieron y él ya no distinguía absolutamente nada. De repente
experimentó un estado de reposo como si su cuerpo se mantuviera en el espacio,
perdió la noción del tiempo y al volver de aquella somnolencia descubrió un
paraje muy bello; sin embargo, advirtió que las demás personas no vestían como
él. Su asombro fue tal al comprobar que se encontraba en la Atenas de la vieja
Grecia. Se las ingenió para adentrarse en la ciudad y pasar desapercibido. Allí
vio legislar a un hombre sabio que respondía al nombre de Solón y que dictaba
por vez primera unas leyes que en su conjunto daban pie a la democracia y que
organizaba para que la gente del pueblo que amaba viviera con cierta libertad.
El candidato comprendió que había viajado en el túnel del tiempo y deseó con
todo su fervor regresar al presente, pero sólo logró avanzar unos cuantos
siglos cuando se dio cuenta estaba frente al maestro Platón, quien dictaba con
voz fuerte: «justicia es hacer cada cual lo que le corresponde», es decir, si
eres comerciante dedícate al comercio y no te entrometas en el oficio de otro
ciudadano. Fueron muchas cosas las que aprendió con relación a la justicia,
extractos de su famosa República, pero al candidato lo que más le impresionó fue
el Mito de la Caverna: un hombre que nació en una cueva y vivía en total
oscuridad, un buen día se libera de las cadenas que lo ataban y escapó de su
cautiverio, conociendo la luz del sol y la belleza de la vida, abriendo su
mente para dejar pasar el conocimiento, convirtiéndose en el filósofo que
guiaría acertadamente a su pueblo hacia la justicia, la sabiduría y la
libertad.
El candidato intentó regresar al tercer
milenio, mas sólo volvió a avanzar unos cuantos años para darse cuenta que
estaba caminando en círculo detrás de otros alumnos encabezados por el
estagirita Aristóteles, legándoles a los estudiosos el más depurado
conocimiento político en aquel famoso Liceo: «la clase media es la más adecuada
para gobernar por ser el punto de equilibrio entre la baja y la alta alcurnia».
Les reiteró que la actividad de la política tiene la finalidad de formar
hombres virtuosos y obradores de buenas acciones y que cuando esto se logra el
pueblo será productivo y vivirá en sana paz. Se sorprendió al ver a Diógenes de
Sinope con una lámpara encendida a plena luz del día. La respuesta que encontró
fue que andaba en busca de un hombre honesto. En otro pasaje de ese fantástico
viaje al pasado quedó extasiado con la magia improvisadora de los discursos del
viejo estadista Cicerón.
En el año treinta y tres de su era conoció a un
hombre espigado, con barba y cabello largo, vestía túnica y sandalias,
predicaba incansablemente el amor por las calles de Palestina, meses después
fue testigo de cómo aquella misteriosa personalidad entregaba su vida por el
pueblo que amaba. El candidato se preguntó: «¿Esto significará ser presidente
municipal?». En las penalidades de su regreso llegó al Renacimiento para
admirar la aguda inteligencia de Nicolás Maquiavelo, capaz de comprender el más
complejo de los problemas poniendo al servicio del rey su experiencia y vasto
conocimiento de la administración pública. También contempló a Tomás Campanella
esculpir en su mente una bella República a la que llamó Ciudad del sol, donde
sólo había lugar para ciudadanos bien nacidos. Vislumbró los valores y virtudes
que ennoblecían el alma de Tomás Moro, a la que llamaba su parcela espiritual,
puesto que únicamente le pertenecía a Dios. Solía decir el futuro santo: «no es
posible que la gente ame más al vestido que a la propia persona» o que uno
mismo se incline con mayor vanidad por las alhajas que lleva puestas que por el
propio cuerpo; y muy a pesar de que era íntimo amigo del rey jamás se inmutó
ante su presencia, porque sus valores los tenía bien ordenados.
Encontró también a Francis Bacon; éste le
invitó un tarro de buen vino y le narró con un acento exquisito la vida de una
República que nació en una isla semi-perdida en el mar y que él llamaba Nueva
Atlántida, que fue un sol para unos náufragos que sintieron el frío de la
muerte, y después de un minucioso análisis que comprobaba que los marinos eran
gente de buena cuna y no existía el riesgo de contaminar el alma de aquella
sociedad que vivía limpia del pecado y de malicia, se les permitió desembarcar.
Bacon, con voz cálida, les descubría la perfecta organización de la casa de
Salomón. Parecía tanto ser un cuento de las mil y una noches que el candidato
deseó ser un ciudadano de aquella pulcra comunidad.
Se despidió de Francis Bacon y siglos más adelante
se enamoró de la filosofía política del francés Augusto Comte. Llegó a la
segunda mitad del siglo XIX para presenciar al indio oaxaqueño Porfirio Díaz
sofocar la invasión francesa con la espada en alto, admirándole su talento de
estadista al darle progreso a su patria. En el primer tercio del siglo XX se
sensibilizó ante la libertad de espíritu de José Vasconcelos, quien prefirió el
auto-exilio a continuar siendo el rehén de un gobierno que no practicaba la
democracia, y oyéndole decir: «Cada pueblo tiene el gobierno que merece», su
alucinación terminó volviéndolo a la realidad, ahora sabía que la política
embellece al alma humana y es mucha más bella cuando se aplica al estado.
rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx