REUNIONES SUBVERSIVAS
(Primera parte de dos)
Con el descubrimiento del nuevo mundo, el reino de España estableció una jerarquía bien acotada para gobernar sus territorios de América. El monarca ejecutó la máxima autoridad en lo civil y en lo eclesiástico. El Consejo de Indias se constituyó para asistir al rey en la administración de los nuevos feudos y provincias de ultramar. El Virrey era el preeminente capitán general y gobernador de la Nueva España. La Audiencia regulaba las iniciativas del Virrey, para que éste no se fuera liso en sus decisiones y no le metiera mano al cajón del tesoro; los gobernadores regían en cada una de las provincias del reino y los corregidores, administraban los tributos hechos por el pueblo a la corona.
Don Félix Berenguer de Marquina, virrey de la Nueva España, designó corregidor a don Miguel Ramón Sebastián Domínguez Alemán, esposo de doña María Josefa Crescencia Ortiz Téllez Girón, y esta pareja, acude encantada a degustar las biznagas, huamiches y xoconoxtles a Santiago de Querétaro. Para el matrimonio, conocido ya como los corregidores, fue miel sobre hojuelas. Ahí procrearon a siete de sus once retoños. El fogoso don Miguel dominaba la jurisprudencia y la fecunda Josefa, se pintaba sola para eso de las luchas sociales.
Los cónyuges se congregaron pronto a la sociedad queretana. Su casa se convirtió en centro de tertulias y recreación para los amiguis, y en muchos atardeceres, después de la cantada, recitada o representación de melodramas, se deleitaban con garnachas hechas en san Juan del Río, acompañadas de jereces y oportos y uno que otro chiringuito. Asiduos a la pachanga se presentaban los Aldama, los Allende, los abogadazos Parra, Altamirano y Laso, y vaya, hasta el párroco del pueblo vecino llamado Miguel Hidalgo, que siempre insistió en formar un círculo cultural regional, para aficionarse a la lectura que tanta falta les hacía.
En 1808, del otro lado del Atlántico, el Napoleón Buenaparte, despojó a Fernando VII, la legítima herencia que le dejó el cornudo de su padre Carlos IV y éstos, sometidos, fueron a vacacionar en VTP, al castillo de Valencay en Francia. Por lo pronto, los hispanos curaron las crudas de José Pepe Botella Bonaparte, ferviente adorador de Baco, que muy orondo y presuntuoso, agravió a todos los penínsulares con la incautación de su corona, siendo esto una humillante, perturbadora y fatal noticia, para los intelectuales de este continente.
Por ese y otros varios motivos, las bohemias de los coloquiales queretanos, se convirtieron en reuniones subversivas en pos de la independencia. Para disipar las suspicacias de la supremacía y de los chismosos, aparecieron nuevas sedes con máscara de cenáculos con la convicción de ir a las armas. En agosto de 1810, la reunión, transformada en Asamblea Plena, los tertulianos discutieron los alcances de la conjura, sin considerar la publicación del juramento de secreción y fidelidad so pena de muerte, emitida por el virrey Francisco Xavier Venegas, fiel soldado recién desempacado de la península, que no se andaba con ternuritas.
Amigos, este verífico relato continuará, no sin antes compartirles lo que el bávaro y bárbaro educador Max Stirner escribió: “La libertad no puede ser concedida graciosamente; tiene que ser conquistada gloriosamente”
¡Ánimo ingao..!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.