REVELARÁN RAYOS CÓSMICOS SECRETOS DE KUKULCÁN
REVELARÁN RAYOS CÓSMICOS SECRETOS DE KUKULCÁN
Ricardo
Israel Sánchez Becerra
Agencia
Reforma
Ciudad
de México 18 marzo 2024.- Por fuera, con ese fenómeno de luces y sombras que
simula el descenso de una serpiente cada equinoccio de primavera y otoño, la
maravilla de un sitio como la Pirámide de Kukulcán, en Chichén Itzá, resulta
evidente para sus miles de visitantes.
En su interior, por otra parte, las
interrogantes siguen siendo tales que las entrañas del emblemático monumento, también
conocido como El Castillo, aún son objeto de estudio para varios
investigadores, como los que ahora buscan hacer una suerte de
«radiografía» para contribuir al conocimiento del principal recinto
de esta zona arqueológica en Yucatán, uno de los centros más importantes de la
civilización maya.
Se trata del proyecto internacional Muografía
de Uso Arqueológico No invasivo (NAUM, por sus siglas en inglés), que a través
de la física de partículas, haciendo uso de detectores de rayos cósmicos,
intentará comprobar la existencia de una cámara oculta en la subestructura más
profunda de las dos sobre las que se erigió esta pirámide de 30 metros de
altura.
«Ya se conoce que hay una segunda
subestructura, eso es un hecho. Nosotros lo que estamos tratando de encontrar
es si esa segunda subestructura contiene también una cámara», cuenta en
entrevista el físico Edmundo García Solís, profesor e investigador de la
Universidad Estatal de Chicago (CSU, por sus siglas en inglés) y líder de este
proyecto.
«Por simetría, la estructura mayor (la
pirámide a la vista de todos) tiene una cámara; la primera subestructura tiene
otra cámara, y nosotros queremos saber si la segunda subestructura también
tiene una cámara», refrenda el científico.
Constituye un reto hallar tal intersticio,
apunta, por su parte, el físico Arturo Menchaca, investigador y ex director del
Instituto de Física (IF) de la UNAM, quien pasó alrededor de una década
haciendo un estudio similar en la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, siguiendo a
su vez lo previamente realizado por su colega californiano Luis W. Álvarez en
la Gran Pirámide de Giza, en Egipto, hace poco más de medio siglo.
«Uno lee ese estudio y queda intrigado, y
se pregunta si se podría aplicar a México (…) Pero nuestro estudio, usando la
instrumentación que se usó en 1970, hubiera sido imposible; ahora podemos
reducir los detectores al tamaño del túnel (al interior de El Castillo)»,
expone García Solís, alumno de Menchaca en la licenciatura.
Adaptar los instrumentos y el propio experimento
al espacio y las condiciones extremas de humedad y calor dentro de la pirámide
es lo que por ahora ha tomado más tiempo del previsto a los investigadores de
esta colaboración multi institucional, la cual opera con financiamiento de la
Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos y la UNAM, así como con la
aprobación y participación del INAH.
Partículas
al servicio de la arqueologíaAunque pudiera pensarse que la exploración
arqueológica tradicional sería lo más fácil para dar con dicha cámara oculta en
la Pirámide de Kukulcán, declarada en 2007 como una de las Siete Nuevas
Maravillas del Mundo Moderno, García Solís recuerda que «a la antigua, los
arqueólogos destruían».
«Y esto es un patrimonio no solamente
nacional, sino de la humanidad, que no se puede destruir», remarca el
físico de la CSU sobre el inmueble prehispánico en Chichén Itzá, zona
arqueológica que en 1998 fue nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
De ahí el valor de un estudio no invasivo como
el propuesto por el proyecto NAUM, del que Menchaca, enlazado vía Zoom desde
Suiza, insiste en que «es una especie de radiografía».
«La técnica que usamos nosotros en
realidad funciona porque es buena para detectar huecos», describe el ex
presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y Premio Nacional de Ciencias
2004.
«La técnica que vamos a usar para este
estudio se llama muografía, y está basada en la detección de muones que
provienen de rayos cósmicos. Y con base en la detección del flujo de muones en
la pirámide, nosotros podemos encontrar cambios de densidad dentro de la
pirámide; esto quiere decir que podemos encontrar huecos dentro de ella»,
detalla, por su parte, García Solís.
Los muones, explica Menchaca, son una de las
12 partículas que, de acuerdo con el modelo estándar de las partículas
elementales en la teoría cuántica, componen toda la materia en el Universo;
junto con el tauon, el muon es uno de los «dos hermanos» del
electrón, ilustra el académico del IF.
Y los rayos cósmicos, prosigue, son residuos
de las explosiones de las estrellas; «eso que llaman las supernovas, que
es cuando una estrella a partir de cierta masa explota y lanza al espacio la
materia de la que está hecha». Tales rayos están compuestos en un 90 por
ciento por núcleos de hidrógeno, o protones.
Dichas partículas viajan por el Universo,
atraviesan el medio interestelar y, al «bombardear» la atmósfera
terrestre, se producen otras nuevas. En principio, los llamados piones, de cuyo
rápido decaimiento resultan los ya mencionados muones, partículas cargadas
penetrantes y que pueden detectarse en abundancia en determinadas condiciones.
En el símil de la radiografía, esta radiación
de origen cósmico es el equivalente a los Rayos X con que un radiólogo toma la
imagen de un hueso roto, por ejemplo; «y, entonces, la parte más densa,
por donde pasaron menos Rayos X, va a ser la parte menos velada. Es decir, la
parte más densa son los huesos, y por eso se ven blanquitos en las
radiografías», refiere Menchaca.
«Entonces, las radiografías también son
una medida de la densidad interior de nuestro cuerpo», agrega el físico.
«Las técnicas (muografía y radiografía) se parecen, pero la radiación que
aprovechan es diferente».
Para el caso de El Castillo, aquella zona
interior en la que el detector -todavía en desarrollo en Chicago, y que tendrá
un plástico centellador que produce una señal de luz cada vez que lo atraviesa
un muon- identifique mayor flujo de muones, podría sugerir la existencia del
espacio sin materia correspondiente a la cámara oculta.
El plan de los investigadores es probar este
detector, que terminará de ser integrado en una estructura mecánica y soporte
en el IF, primero con las cámaras ya conocidas al interior de la pirámide, para
de ahí aventurarse luego a confirmar la posición de la tercera.
‘Conocimiento
negativo también es conocimiento’Ante las altas y un tanto desbordadas
expectativas que un proyecto como éste ya ha provocado, los científicos
subrayan la posibilidad de que al final no se logre confirmación alguna. Lo cual,
de entrada, no es necesariamente malo.
«Un conocimiento negativo también es
conocimiento», resalta García Solís, estimando que, luego de enviar a
México el detector este verano, se podrían tener los primeros datos dentro de
un año, hacia marzo de 2025, aproximadamente.
«Es (una iniciativa) muy importante e
interesante, y como mexicano ojalá encontremos algo que sea realmente muy
impresionante. Pero si no lo encontramos, no debe de verse como un fracaso.
Ahora, lo único que podemos decir es que no hay un hueco, ¿eh?; capaz que
todavía hay ahí abajo algo, pero no hay un hueco», señala, por su parte,
Menchaca.
Al final, se habrá cumplido con una de las
motivaciones de NAUM, que es la aplicación para fines arqueológicos de
tecnología que utilizan los físicos en experimentos de altas energías, comparte
García Solís, quien desea luego poder continuar con este tipo de estudio pero
ahora en Calakmul, Campeche, donde la edificación denominada Estructura I tiene
109 escalones y más 40 metros de altura.
Claro que para ello habrá que conseguir nuevo
financiamiento, lo cual no es sencillo, admite el catedrático de la CSU, cuya
búsqueda de recursos tomó una década hasta que finalmente, después de varios
intentos, consiguió a través de un proyecto viable y atractivo convencer a la
Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, que aportó alrededor de 400
mil dólares.
«Quizás en el futuro, si logramos probar
que el detector funciona y que es una técnica viable, podemos tocar las puertas
del Conahcyt para explorar otras pirámides en México», adelanta García
Solís.
Arrancar el proyecto en El Castillo resultaba
conveniente por aspectos como la facilidad para llegar en carretera o que ya
contaba con una instalación eléctrica, aunque Menchaca tuvo que ir hace un año
a reemplazarla junto con sus compañeros Hesiquio Vargas, Saúl Aguilar y
Dionicio Conde.
Al margen de los grandes hallazgos, para los
investigadores no deja de haber cierta satisfacción en hacer este tipo de
trabajo científico más allá de los laboratorios; «muy pocos físicos tienen
el privilegio de trabajar dentro de una pirámide con arqueólogos. Eso es
único», destaca García Solís.
«Yo creo que podemos contar con los dedos
de la mano, a nivel mundial, a los físicos que están haciendo una exploración
en un sitio arqueológico. Entonces, es súper interesante.
«Reunido con mis colegas, y en la cena
después de trabajar, esto siempre va a ganar la conversación. Es muy
interesante para todos», concluye.