REVITALIZAR LAS LENGUAS INDÍGENAS
REVITALIZAR LAS LENGUAS INDÍGENAS
René Sánchez García
Allá
entre cerros, montañas y ríos, así como entre veredas y caminos que rodean a
Teziutlán (Puebla), se encuentra la comunidad indígena de San Juan Xicuitelco,
perteneciente a la etnia de los Nahuas (al que pertenecen los Mexicas y otros
pueblos del Anáhuac), uno de los principales grupos étnicos del país.
Históricamente, se trata de regiones de refugio hacia las altas montañas, misma
que sirvió de protección y defensa ante las atrocidades de los españoles en el
tiempo de la conquista a toda Mesoamérica.
En este bello y verde lugar,
vive actualmente Macrina Zapot, una niña de tan sólo catorce años de edad y que
en este año terminará la secundaria. Ella ama y se siente orgullosa de sus
raíces, de su familia que por muchos años se ha dedicado a la siembra y cosecha
del maíz, pero sobretodo de la sabiduría ancestral de su bisabuela Pastora
Zapot (quien muy poco habla el Castilla), misma que dentro de dos años llegará
a los cien de vida. Mujer dedicada siempre a atender a todos sus hijos, nietos
y bisnietos.
Comenta Macrina que le encanta
escuchar las añejas historias de vida que a diario le cuenta la madre de su
abuela, sintiendo bastante fascinación por el sonido melodioso, pero en
ocasiones también grave, cuando pronuncia palabras y frases en su idioma
original de cuando niña. Siente Macrina que cuando ya no exista doña Pastora,
toda esa parte de vida de su pueblo y de su gente se perderá, por lo que
decidió guardarlo en su tierna memoria, para después escribirlo cuando lo
aprenda.
Sin poseer nociones de
lingüística antropológica, Macrina intuye desde lo más profundo de su ser, que
hablar, escribir y conservar su lengua originaria indígena, es mantener viva la
memoria de todos sus antepasados. Como una vez se lo hizo saber su bisabuela: “Te tocó ser mujer, madre tierra, fértil, callada,
protectora y fuerte, siendo tu deber hacia tus hijos enseñar la lengua, las
cosas de la Madre Tierra y todos esos sueños para seguir viviendo”.
Así como ya aprendió desde
hace un año a repetir muchas palabras para contar cosas distintas con números,
también sabe cómo se dicen los años, los meses, las semanas y los días; igual
los nombres de todos los astros del cielo, las partes de las plantas y las
flores del lugar; repite ya las viejas canciones de cuna, los rezos y alabanzas
a los dioses, los nombres de muchos de los animales del campo y de algunos
objetos que la rodean. Macrina igual sueña y desea enseñar a todos sus hermanos
del lugar y personas mayores de su comunidad a hablar el idioma Náhuatl o
Nahuat, o también llamado Mexicano.
Macrina al final de la
entrevista nos dice: “A veces siento pena por hablar nuestro idioma, pero mi
madre me dice que no debo sentir pena, sino al contrario que me sienta
orgullosa de hablarlo, porque no muchos niños la hablan. Y yo le digo: Si mamá
aprenderé a no tenerle miedo a la pena y lo aprenderé a hablar como los hace mi
bisabuela. Y yo les quiero decirles a todos los niños de mi edad que no dejen
nunca perder sus lenguas”.
(Este texto forma parte de una
entrevista y obtenida en el diario de campo de fecha: 23.08.83 como estudiante
de la Escuela de Antropología de la U. V.)
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