La Otra VersiónPLUMAS DE COATEPEC

SAN MIGUEL DE AGUASUELOS: LA OTRA CARA*

Comparte

SAN MIGUEL DE AGUASUELOS: LA OTRA CARA*

 

                                                                                                René Sánchez García.

El domingo 29 de septiembre de 1996, tuve la oportunidad de asistir con mis alumnos del quinto semestre (Humanidades) de la Escuela de Bachilleres «Experimental» de la ciudad de Xalapa, al 190. Concurso de Cerámica Tradicional, que se viene celebrando en la Congregación de San Miguel Aguasuelos, perteneciente al municipio de Naolinco, Veracruz, misma que coincide con la fiesta patronal dedicada a este apóstol religioso católico.

Al llegar por la mañana a este antiguo poblado de origen prehispánico totonaca, me pareció de inmediato recordar los paisajes que acostumbró detallar el desaparecido escritor mexicano Juan Rulfo, en sus obras Pedro Páramo y El llano en llamas, cubiertos siempre de sombras, soledades, pobrezas, con esos tintes del negro de la noche y la eterna presencia de la muerte.

Lo anterior viene al caso para hacer notar, no solo la desorganización del evento anual que promueven la Dirección de Culturas Populares, el H. Ayuntamiento de Naolinco y el Grupo de Alfareras de ese lugar; sino también para hacer público el atraso en que se encuentra dicha comunidad, en lo que se refiere a la creación de empleos, fuentes de trabajo, pavimentación, alumbrado público, instalaciones de salud, servicios educativos e instalaciones para el fomento del deporte, entre otros más.

Es inconcebible que esta comunidad alfarera que es conocida en México y en el extranjero, que ha sido fuente inagotable de estudio e investigaciones por parte de antropólogos, sociólogos, críticos de arte, fotógrafos y periodistas; que ha permitido dar renombre a infinidad de escritores mediante reportajes, ensayos, artículos, tesis y libros, se encuentre en condiciones tan deplorables. Que en su 19o. Concurso Alfarero haya prevalecido la desorganización, en compa ración con los primeros eventos similares de los años setenta, donde se llenaban las 3 aulas de la escuela primaria con la muestra de los mejores trabajos en barro realizadas; donde llegaban infinidad de grupos de danzantes de la ciudad de Naolinco y otros lugares circunvecinos y se notaba la participación activa de otras instituciones gubernamentales. En esta ocasión, hasta la iglesia dedicada a San Miguel Arcángel no contó con un buen arreglo floral.

En entrevista con un funcionario municipal que asistió al citado Concurso Alfarero, mencionó que «este año ya se ha dedicado una partida económica para la realización de obras de beneficio colectivo, misma que será entregada en breve, donde los lugareños pondrán la mano de obra”. Por otra parte, una de las más antiguas alfareras menciona que “desde hace varios años sabemos que existen esos apoyos para nuestra congregación, pero jamás hemos visto su aplicación”, concluye ella que «existen muy malos manejos de esos dineros que nos corresponden».

Así, en comparación con el magnífico reportaje aparecido el 30 de septiembre pasado en estas mismas páginas del diario informativo «Política», que se edita en esta ciudad capital, en donde la reportera habla de la belleza de las obras de alfarería, “que llevan cada una un trozo de su corazón”; lo que aquí deseábamos presentar es precisamente la otra cara del sol, no la del alma que es plazmada en cada una de las obras, sino la de la realidad social que, desde su fundación en el año de 1686, aún prevalece.

*Texto publicado en “Política” el día 2 de octubre de 1996.

sagare32@outlook.com