Seis Meses
Por Pedro Peñaloza
“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir
y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.
Bertolt Brecht
1.El plazo suicida. El presidente López Obrador se fijó un plazo de seis meses para modificar los índices de inseguridad y violencia. Otra vez, AMLO reacciona con un manotazo en el atril para hacer creer que las cosas pueden cambiar por decreto. Apuesta a que su popularidad sea el dique para no cuestionar sus promesas. Este estilo de gobernar tiene evidentes rasgos fundamentalistas, ya que se basa en emitir pronósticos sin que tenga ninguna evidencia científica que pruebe la eficacia de una política pública.
El dato nos dice que en los primer tres meses de este año hubo casi 8 mil 500 homicidios, un aumento de 9.6% en comparación con el mismo periodo de 2018. El indicador de los homicidios dolosos es importante, porque es el que tiene menos subregistro de todos los ilícitos, razonamiento reconocido por los organismos internacionales. La política criminológica llevada acabo por el actual gobierno está basada en la futura presencia de la guardia nacional. Esta perspectiva no tiene asideros con la realidad, puesto que está comprobado que la mera presencia militar-policiaca no ataca la dinámica endógena de la criminalidad organizada. Los circuitos en los que se mueve, especialmente el narcotráfico, tiene vericuetos que superan la lógica punitiva callejera.
Por lo tanto, la división regional que ha inventado el gabinete de seguridad simplemente reproducirá lo que ya hicieron los expresidentes Calderón y Peña, cuyo desastre está documentado. Así, que, AMLO ya mintió, los seis meses que él se propuso han corroborado que no tiene la menor idea de cómo encarar en tiempo y forma la criminalidad y las violencias en México.
2.La improvisación como estandarte. Si observamos otros rubros de las políticas públicas del grupo gobernante, las cosas no están mejor. En el caso de la política social, que se ha convertido en el núcleo de los discursos del presidente, no tiene ningún futuro promisorio para los pobres; esto es así, porque la visión asistencialista que acompaña la repartición del dinero público a diversos segmentos vulnerables es únicamente la socialización de aspirinas para enfermedades estructurales que no modifican ni cuantitativa ni cualitativamente las condiciones de vida de dichos sectores. En efecto, simplemente trangeneracionalizan la pobreza. En contraste, los bancos tuvieron, también en el primer trimestre, utilidades por 42 mil millones de pesos. Con ello se corrobora que la política social de AMLO es una especie de cruz roja que recoge a las víctimas que va dejando el “difunto” Neoliberalismo. La demagogia se diluye en la realidad.
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