Sí, ¿dónde está el PRI para defender al presidente?
Daniel Badillo
Ante la cauda de juicios y acusaciones, algunas de ellas legítimas y otras carentes de verdad en contra de Peña Nieto, es notoria la ausencia de su partido en la defensa de lo que se ha hecho correctamente hasta ahora, sobre todo en cuanto a reformas y leyes. El priismo de Veracruz hace mutis y calla ante la andanada de críticas que diariamente se dirigen al presidente emanado de sus filas. Nadie se atreve a levantar la voz para defender una sola acción y un solo programa de su gobierno; un gobierno y una plataforma electoral por la que se luchó en campaña y que ahora, ante la inercia que ubica al presidente de los mexicanos en una posición comprometida y difícil pero de la que habrá de salir adelante, pareciera que el priismo reniega de su militancia y de haber llevado al poder a un hombre que está haciendo su mayor esfuerzo para honrar la oportunidad que le dieron más de 19 millones 200 mil mexicanos en las urnas para servir a la patria. ¿Dónde está el PRI? ¿Dónde están aquellos “liderazgos” y aquellas “voces” que se rasgaban las vestiduras en campaña y que, a la distancia, parecen solazarse con la situación por la que atraviesa el gobierno federal?
Es lamentable decirlo, pero hay priistas de ocasión; o como dijera un pintoresco personaje de mi precioso Coatepec, priistas de “riego” y de “temporal”. Priistas que, cuando les conviene, guardan silencio acaso para no comprometer su palabra, porque no encuentran argumentos para defender al presidente, o porque es más fácil callar que propiciar el debate ante la cercanía del proceso electoral del 2015. Como mexicano y como veracruzano, me queda claro que nadie puede apostarle a que le vaya mal al presidente porque si le va mal, le va mal al país. Cierto es que la exigencia de justicia en el caso de Guerrero es general. Lo ocurrido con los jóvenes normalistas nos duele a todos, es una herida que difícilmente sanará porque hasta ahora hay más preguntas que respuestas. Sin embargo, partamos de reconocer que es consecuencia de la podredumbre de las policías municipales que se niegan a certificar a sus elementos; que se niegan a integrarse al Mando Único y que se han vinculado a bandas criminales a cambio de protección. Allí está el origen del problema, en la corrupción, en la ausencia de gobierno en varios municipios donde la autoridad sucumbió ante la delincuencia. Municipios, por cierto, gobernados por todos los partidos.
El presidente Peña está viviendo un momento decisivo en su gobierno. Nadie lo niega. Su partido, el PRI, al menos en Veracruz, se ha visto rebasado por la inercia y la coyuntura; sin argumentos, sin ánimo y sin interés por defenderlo. ¿La razón? Sólo la dirigencia la sabe. Cuándo sino ahora, el priismo deber cerrar filas en torno al presidente y a su proyecto de gobierno. Veo, sin embargo, que muchas y muchos priistas optan por el camino más fácil y cómodo: el del silencio, el de esquivar la polémica pensando que, con ello, contribuyen a que la percepción que se tiene del presidente mejore, o creyendo quizás que entre menos se hable de él más se “ayuda” al partido. Ni lo uno ni lo otro es cierto. Callar es otorgar. Es reconocer que se carece de argumentos para respaldar a Peña. El PRI debe ser capaz de fijar su postura de cara a la sociedad, con ideas, con razones; no hacerlo es condenar al partido y al propio presidente al fracaso, porque si ahora que necesita el respaldo de la militancia y de su partido, le niegan la oportunidad de defensa, qué podemos esperar en las próximas elecciones; elecciones en donde si algo se va a necesitar son, precisamente, los argumentos, las ideas. Como priista expreso mi confianza en que el presidente sabrá afrontar el desafío que significa este momento histórico no sólo para su gobierno, sino para el país entero. Es la oportunidad de dar un golpe de timón, y tomar las decisiones necesarias para enderezar el barco. Se está a tiempo de corregir el rumbo. Las reformas están en marcha. El país también.