SILENCIO
TAL CUAL
Alberto Loret de Mola
Siempre he sido creyente de que cuando no se tiene nada
interesante que decir, mejor no hacer nada ni de manera escrita, ni de manera
verbal o gráfica. Otra cosa es que te obliguen a guardar silencio cuando
quieres gritar a los cuatro vientos que, por ejemplo, quieres ser gobernador. Esto
viene a colación porque nada más dar una vueltecita por cualquier rumbo del
estado te encuentras fotos, en sendos espectaculares de una revista de amplia
circulación en el estado, del eficiente legislador Sergio Gutiérrez Luna a
quien se le hizo una entrevista a la que se le está dando tal difusión que, en
realidad, parecieran actos anticipados de campaña. Es un grito silencioso de
¡véanme, conózcanme, yo quiero!
Creo sinceramente que, independientemente del partido en
que milita, Gutiérrez Luna tiene un desempeño fenomenal en San Lázaro y como se
hacen en los parlamentos del mundo demócrata, debería tener la oportunidad de
labrar una carrera legislativa hilando otro período como diputado federal o ¿por
qué no? un asiento en la cámara alta. Veracruz necesita quien vea por sus
intereses en la máxima tribuna del país.
Ya de regreso a Xalapa, tras poco más de una década de ausencia,
salvo pequeños viajes, he notado varias cosas interesantes algunas, otras
preocupantes. La ciudad que antes de la pandemia languidecía y mostraba un
rostro de abandono nivel niño de hospicio de república bananera, comienza a
verse mejor. En lo poco que he recorrido por el centro y las avenidas
principales, se nota la mano eficaz de Ricardo Ahued. Me imagino que además de
su oficio empresarial y político, ha recurrido a utilizar lo que antes
criminalmente el inepto de Hipólito regresaba lacayunamente a la federación
para “apoyar los programas sociales”: los presupuestos. Ya no se ve la
necesidad de que el gobernador mande mensajes silenciosos como el de salir a
podar o barrer. La ciudad comienza a tomar su aspecto de siempre y se desprende
del lastimero del mote de la “apenas veracruzana” para comenzar a verse como
siempre que ha habido un buen gobierno municipal. Ya podemos hablar, nuevamente
y tan sólo a meses del inicio de la gestión de Ricardo, de la Atenas
Veracruzana.
Pero todavía hay cosas preocupantes. Una de ellas es la
tremenda contaminación auditiva por las noches en las zonas por donde pasan los
camiones de carga de y hacia Veracruz. Y es que con tal de ahorrase unos
centavos, los camioneros optan por pasar por un tolerado -no entiendo por qué-
horario nocturno como si de noche no molestaran. Veamos: El artículo 63 del
reglamento de tránsito señala que no pueden circular los vehículos que
desprendan materiales contaminantes, olores nauseabundos -como el diésel mal
quemado-, materiales para la construcción peligrosos, ASÍ COMO LOS QUE
PRODUZCAN RUIDO EXCESIVO.
Los que viven sobre la avenida Lázaro Cárdenas, que se
supone ya no es una carretera porque se cuenta con un excelente libramiento, y
los que lo hacen hasta cinco o seis cuadras de la mencionada vía, son sometidos
a la constante tortura de los camiones que sin consideración ni necesidad
alguna, circulan con el escape abierto que “para descompresionar”. Los
decibeles máximos son superados, por mucho, cientos de veces cada noche. Así, los
niños y sus padres, los ancianos y todos los que pretenden dormir, son
despertados por el trasero escandaloso de los camioneros desconsiderados e
ignorantes.
¿Qué se necesita para que la Atenas deje de ser un pueblo
de carretera? Unos letreros a las entradas de la ciudad, mucho más pequeños que
las megafotos de los que aspiran a cargos públicos y algunas patrullas con el
block de multas listo, para imponer sanciones que, por cierto, y sobre todo por
amor a la ciudadanía, deben elevarse considerablemente y así los
desconsiderados conductores opten por el libramiento o por circular como en
cualquier lugar civilizado del planeta; sin hacer ruido.
Después de un largo día de trabajo lo único que se quiere es silencio para descansar y rendir mejor. ¿Es mucho pedir don Ricardo?