Sin engaños
Sin engaños
Por Martín Quitano Martínez
Insistir en la chunga de los
otros datos puede resultar entre divertido y anecdótico si no fuera trágico que
desde el poder se desprecien los datos oficiales con esa ligereza, agotando las
posibilidades de un debate serio que abra el espacio para la construcción de
espacios de reflexión y análisis. Aunque las pizcas de humor salvajemente negro
que le aplicamos a nuestras infaustas condiciones merecen un reconocimiento,
llega a ser preocupante que, como sociedad, parecemos bastante cómodos con la
banalización de nuestras tragedias.
De ahí que, sentirnos
cómodos con la aceptación y reconocimiento de las mentiras gubernamentales como
parte consustancial de una vida pública desprestigiada, es verdaderamente un
reto en el cambio que se nos ha ofrecido para resolver nuestros angustiantes
problemas. Pareciera no entenderse o, peor aún, no querer entenderse, que para
transformar algo como una sociedad, se requiere convencer y mucho más que la engañosa
retórica tradicional, que el chiste o el regaño.
A diario vemos con desazón cómo
se insiste desde prácticamente todos los frentes, en acentuar las diferencias y,
en muchas ocasiones, en la creación y difusión de verdades a medias o incluso
mentiras completas. La fórmula elegida por el actual gobierno para “debatir”, se
sostiene sobre las noticias falsas, sea que las construyan o las critiquen; sobre
imaginarios donde la verdad les pertenece y las posturas del “diálogo” se
reducen al conmigo o contra mí. Al final: un engaño.
No admitamos el engaño. Nuestras
complejas condiciones requieren de posturas políticas generosas y tolerantes,
posturas que abiertamente rebasen las propias trincheras y reconozcan con
respeto a los distintos. No debe, no puede haber una única ruta del camino a
seguir, porque hay muchas visiones del mismo mundo, y porque con respeto a los
derechos universales, todos tenemos que caber en la visión gubernamental.
Continuar con el truco
publicitario de aseveraciones falsas o de las simulaciones de siempre, socava
la esperanza que se forjaron los millones que votaron por un México distinto y
además profundiza el descredito de los quehaceres públicos. Este medio tramo
sería momento oportuno para un replanteamiento; se agradecería la madurez de un
reconocimiento de fallos, la generación de una autocrítica seria, que no solamente
abarque los ejercicios de gobierno, sino que alcance a todos los actores
políticos y de representación, que favorezca ampliar las miras.
La necedad que niega
cualquier idea o acción que no sea la propia, que se ubica fuera de los
resultados de evaluaciones que no sean de simulación, los autoengaños, las
mentiras que se miran complacidamente desde el dogma, solo favorecen la fábula
del rey desnudo, aplauden el fanatismo que ofende, apabullan la necesaria
discusión pública y evidencian la precariedad de su dimensión democrática.
Asistir a los escenarios
públicos y sociales presentes, con los ojos vendados y los oídos cerrados,
acudir desde los engaños y los dobleces, es recrearnos en una opereta bufa y
trágica a la vez, donde el teatro nacional se construye con nuestro dolor, el
que produce una problemática cotidiana que ennegrece el horizonte de un futuro
mejor para todos.
LA BITÁCORA DE LA TÍA
QUETA
Por lo visto, el Semáforo
COVID no sirve para nada.
Twitter: @mquim1962
Existen dos maneras de ser engañados.
Una es creer lo que no es verdad,
la otra es negarse a aceptar lo que sí
es verdad.
Soren Kierkegaard