Opinión

Sin miedos

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Por Lily Cruz

La vida nos ha dado la oportunidad de elegir nuestro camino, de forjar nuestro futuro. Desde quiénes son nuestros amigos, qué experiencias vivimos, qué lugares conocer, escoger nuestra pareja, a qué nos dedicaremos, entre otras cosas. Pero esto último es una de las decisiones que nos define y marca el rumbo de nuestra vida o al menos en mi caso así fue.

Decidir estar a cargo de una empresa, fue algo muy fuerte al principio, principalmente porque sentía que no estaba lista para tanta responsabilidad. Me asusté y no creí en mis habilidades y conocimientos. Me resultó bastante complicado aceptar que todo iba a depender de mí, tanto los aciertos como los errores, que cualquier decisión impactaría no solo en mí, sino también en las personas que estaban a mi cargo y contaban conmigo para tener un sustento económico familiar.

La transición de ésta chica recién graduada de la universidad sin mucha experiencia, a una mujer empresaria, líder que motivará a crecer a sus subordinados en una empresa, no fue tarea fácil. A pesar de tener el apoyo de mi familia, me faltó creer en mí y eso se reflejaba en todos los aspectos laborales.

Uno de los obstáculos más difíciles de superar fue mi jefe, que no creía en las decisiones que tomaba, me vigilaba de cerca, como esperando a que cometiera un error. Afortunadamente los fallos no fueron graves como para hacer que perdiera mi trabajo, aunque era muy intimidante, no dejé que me hiciera menos y se convirtió en un reto más grande ganarme su respeto.

Tomar el lugar de líder entre mis compañeros fue un proceso de aprendizaje de ida y vuelta, tuve que llenarme de humildad para poder reconocer que nadie lo sabe todo, aprender a escuchar, aceptar sugerencias y adquirir nuevos conocimientos.

Al principio fue complicado ya que tenía a mi cargo hombres y mujeres de mayores con el doble o triple de experiencia y edad, lograr que aceptaran a una chica de veintitantos años, que les diera órdenes, no fue nada fácil, el tiempo fue mi mejor aliado, la paciencia mi compañera para probar que tenía la capacidad de guiarlos a todos como un equipo de trabajo. Sin embargo, cambiar la mentalidad de algunos fue imposible y terminaron por abandonar el reto de ser mejores.

La lista de miedos que tenía, en mí cabeza, fue el miedo al fracaso, seguido por las dudas a “no cumplir con las expectativas de los demás”, decepcionar a mi familia y a mí.  Por supuesto, esa incomodidad que se siente al salir de mi zona de confort eran mis temores y retos más grandes.

Superar estos miedos requirió de mucho trabajo, elegí una ruta, consistía en que todos los días haría un pequeño cambio, a ser menos dura conmigo para poder entender que los supuestos errores, en realidad estaban ahí para enseñarme el camino correcto. Aceptar que el cambio radical no existe, sólo cuando te cortas el cabello. Todo tiene su proceso y su tiempo. Antes de correr, primero hay que caminar. La confianza en uno, no crece en los árboles, se alimenta a diario. Al final los miedos nos ayudan a probar que sí podemos, que somos más fuertes de lo que creemos. Aceptar el miedo y superarlo es solo una forma de crecer.

Puedo decir que no ha sido un camino fácil, aún no estoy ni a la mitad, apenas estoy aprendiendo de que trata la vida. El aprendizaje es continuo, todos los días aprendemos algo nuevo. Espero con ansias los retos que la vida me tenga preparados. SIN MIEDOS.

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