Solas en un país feminicida
Solas en un país feminicida
Por Aurelio
Contreras Moreno
El viernes pasado, el lastimado cuerpo de la joven
veracruzana Monserrat Bendimes Roldán no resistió más. Tras casi una semana
luchando por su vida, finalmente falleció. O mejor dicho, se consumó su
feminicidio.
Una semana antes, la joven fue brutalmente agredida por
su novio, de nombre Marlon Botas Fuentes, quien la emprendió a golpes en su
contra provocándole severas fracturas en el cráneo, el cuello y un brazo. Se
encontraban dentro del domicilio particular de quien desde entonces se
convirtió en prófugo de la justicia, estatus que mantiene hasta el momento de
escribirse estas líneas.
Monserrat Bendimes se convirtió en una más de las mujeres
mexicanas, veracruzanas, víctimas de la violencia feminicida que, contrario a
las farfulladas de los gobiernos federal y estatal, ha experimentado un
incremento exponencial en los últimos años, incluidos por supuesto los del
régimen de la supuesta “cuarta transformación”.
Si los meses del inicio de la pandemia y el confinamiento
forzoso en 2020 habían dado como resultado un aumento pavoroso de las
agresiones en contra de las mujeres, las cifras de 2021 son sencillamente perturbadoras.
Y son proporcionadas por el propio gobierno federal. El mismo que después
pretende negarlas.
De acuerdo con el reporte más reciente del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional
de Seguridad Pública, el mes de marzo de 2021 fue el más letal para las mujeres
desde 2015, pues se registraron 359 asesinatos de mujeres en México, de los
cuales por lo menos 92 cumplieron con las características para ser considerados
como feminicidios, esto es, crímenes de odio contra las mujeres por su
condición femenina. Como fue el caso de Monserrat Bendimes.
Llama la atención que haya sido
precisamente marzo de 2021 cuando se dispararon los crímenes contra mujeres. El
mismo mes en el que se llevaron a cabo las más fuertes protestas de grupos
feministas y en general de mujeres -sin necesidad de asumirse como parte de un
movimiento o grupo organizado- en contra de la indolencia del Estado hacia la
violencia machista y en repudio al apoyo del gobierno de Andrés Manuel López
Obrador a la candidatura del presunto violador Félix Salgado Macedonio.
La respuesta del sistema –social y
político- en su conjunto fue devastadora: una violencia desmedida, cruel hasta
el extremo. Como si así se pretendiera dar un “escarmiento” a aquellas que se
atrevieron a romper las vallas de la indiferencia y a hacer atronar su voz
contra sus violentadores que, por obra u omisión, les han destrozado la vida.
Cuando no se las arrebataron.
Pero en términos generales, todo lo que
lleva 2021 ha sido de terror para las mujeres de este país. Las mismas cifras
del Sistema Nacional de Seguridad Pública revelan que en el primer trimestre de
este año se perpetraron 234 feminicidios en el país, encabezando la lista el
Estado de México con 35.
Le sigue de cerca Veracruz con 21 –hasta
marzo, vale la pena reiterar-. El mismo estado cuyo Poder Legislativo se negó a
discutir siquiera su Protocolo contra el Acoso y Hostigamiento Sexual; donde
han asesinado a por lo menos seis mujeres relacionadas con la política en lo
que va del sexenio; en donde el propio gobierno estatal difunde en redes
sociales la información personal de activistas, poniéndolas en enorme peligro.
En ningún nivel de gobierno, en ningún
partido, en ninguna de las cámaras legislativas, se ha tomado en serio este
fenómeno ni mucho menos se le ha atendido. Por el contrario, ante la inacción deliberada
del Estado mexicano en su conjunto, el promedio de mujeres asesinadas por día
en el país aumentó a 12, evidenciando con ello la falta de compromiso del
régimen para con su vida y su integridad.
Ahora fue Monserrat. La próxima mujer
asesinada puede ser la hija, la hermana, la madre de alguien cercano, de un
familiar, o la propia. Al final del día, las mujeres están solas en un país
feminicida.