¡¡Te llegará una rosa cada día!!
Por René Sánchez García.
Leí con mucho interés la nota que publicó el sábado pasado mi amigo Rafael Rojas Colorado en su columna semanal “ars scribendi”, sobre la esencia de las composiciones del recientemente fallecido Alberto Cortez. Allí, mi compañero de espacio de opinión habla sobre sus canciones, mismas que están llenas de un aliento de vida, así como también de los efectos causados en su edad de joven y adulto, pues quiérase o no, los hombres y mujeres del planeta siempre estamos enamorados de la vida.
En ese mismo tenor deseo hacer unos recuerdos de mi propia vida. Fue una tarde del mes de marzo del año de 1983 cuando me enteré que estaría en el Teatro del Estado el compositor argentino Alberto Cortez, interpretando sus ya famosas melodías. Me encontraba en una de las aulas de la facultad de Antropología, exactamente a las cuatro de esa hermosa e inolvidable tarde. Miré hacia a un lado y pude observar que se encontraba esa compañera que me quitaba el sueño.
De inmediato se me iluminó el alma y se me ocurrió arrancar una hoja de mi cuaderno y escribir lo siguiente: “¿Mago, tengo dos boletos para el concierto de las siete de Alberto Cortez, no sé si te gustaría escucharlo?”. Doblé esa hoja en partes y pasó por las manos de varios de mis compañeros de salón hasta llegar a su destinataria. Hubo un compás para mí largo de espera, mientras la clase transcurría, hasta que de nuevo llegó esa hoja a mis manos. La desdoblé con cierto nerviosismo de enamorado y vi la respuesta que no me la esperaba: “Sí, te espero a las 6.30 en la entrada de la facultad para irnos”.
La clase en que asistíamos era de las 16 a las 18 horas. En punto de las 17 ella abandonó el salón. La verdad (hoy lo confieso) no tenía los boletos para dicho concierto, así que igual tuve que abandonar el aula para correr a la taquilla del Teatro del Estado para adquirirlos. Con suerte encontré entradas disponibles y algo cercanas al estrado. Regresé a la Facultad y esperé a la bella doncella, quien puntualmente apareció a la hora indicada. Cuando la vi quedé con el ojo cuadrado, dejó los pantalones de mezclilla y los cambió por un vestido en color dorado que la hizo resaltar totalmente.
Pues bien, nos sentamos a escuchar el concierto de Alberto Cortez, donde interpretó sus mejores éxitos musicales. Ya ni recuerdo el título de cada una de éstas, lo que nunca olvidaré es la manera tan sentimental en que las interpretó con esa voz única e inolvidable. Y es que sus temas nunca fueron para ganar dinero, sino para hacernos recordar que somos seres vivos llenos de amor y que ese amor lo debemos pregonar. Sus composiciones son gotas de vida, son poemas de sabiduría popular, son inspiraciones de su alma siempre libre, son inspiraciones puras de talento, imaginación y creatividad. Cada palabra y frase de sus composiciones son gratitud a la vida y al universo.
Pasados los días, me atrevía a mandarle a mi admirada compañera, recaditos escritos con la misma frase y la misma flor: “Te llegará una rosa cada día”. Esto como para recordarle lo feliz que me hizo por haberme acompañado a dicho concierto. Espero que esa personita linda y especial llegue a leer alguna vez esta gotita de vida que hoy me atreví a recordar y escribir. Gracias Alberto por todo lo que nos diste en vida, sabes bien que siempre te recordaremos, tu virtud fue acercar corazones humanos y lo lograste.
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