Tiempos de Recordar
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Por Pedro Peñaloza
“Como una pintura nos iremos borrando.
Como una flor nos hemos de secar sobre la tierra.
Cual ropaje de plumas de quetzal…
Netzahualcóyotl
Tiempos de dolor. Dentro de unas horas se cumplirán 19 años de que Pedro Alberto, mi amado hijito, se adelantó a ese viaje que todos haremos. Los mismos que llevo escribiendo en El Sol de México. Su ausencia física nos lastima todos los días, nos cimbra. Pero, su alegría y humor corrosivo permanece en nuestra memoria. Su mirada profunda nos sigue observando y husmeando por todos los rincones. Era curioso y travieso, bromista y corrosivo, rebelde y solidario. Pedrito partió a su cosmos, minutos después de bromear con nosotros, de avisarnos que nos veríamos más tarde. Recuerdo que abracé su cuerpo frío, me aferré a él, lloré. No quería soltarlo. Esperaba que reaccionara. Un movimiento. Aún no lo he soltado.
Tiempos de coincidencia.Pedrito se fue exactamente el día en que Elenita, mi adorada madre, cumplía años. Esa serenata que le llevaríamos quedo pendiente. Ella le lloró más que nadie a su nieto. Sus bellos ojos se nublaban cada vez que hablábamos de él. Pedrito era feliz con su abuela, de pequeño se la pasó mucho tiempo con ella, de grande la visitaba con frecuencia. Le guisaba su platillo favorito. Por eso, después de cada viaje o concentración con Pumas o las selecciones (sub17 y sub20), corría a verla siempre. Y no sólo por las delicias y la sazón de mi madre, sino por sus conversaciones y confidencias. La vida entre ellos era feliz. Platicaban mucho, reían, bromeaban, se comunicaban. Antes de cualquier viaje Pedrito le hablaba a su abuela. Se querían mucho. Yo gozaba de su relación. Elenita lloró mucho ante la partida de su nieto. Temimos lo peor por su reacción. Estuvo triste mucho tiempo.
La ausencia de ambos.Un nuevo y profundo dolor llegó a nuestras vidas: Elenita partió. El impacto fue brutal para quienes la amábamos. Pedrito y Elenita ya no están con nosotros. Su recuerdo se agolpa en nuestra mente y vibra en nuestra piel. Los lloramos en silencio, en esas frías y duras madrugadas. Por eso, al escribir estas notas, volvemos a llorar. Sabemos y nos repetimos que se fueron para quedarse. La dialéctica del dolor y la añoranza nos invade. Extrañamos sus voces, sufrimos sus silencios, sin embargo, seguimos reconstruyendo sus recuerdos. Los vemos caminado, sonriendo y abrazados. Estas son imágenes que tenemos grabadas indeleblemente Lo que nos reconforta es que por ahí nos encontraremos nuevamente. En tanto, seguiremos escribiéndoles, recordándolos. Y sí, llorándoles.
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