Especial

¡TIERRA A LA VISTA…!

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Julio Contreras
El guía no ocultaba su emoción al hablar del navegante; ¿su narración sería verdad, sería mentira?, lo que entendimos con claridad fue el gusto con que nos la compartía y así seguimos escuchándolo: La primera noche de agosto, en el monasterio de La Rábida el almirante no durmió; repasaba de memoria los nombres de sus 87 marinos y grumetes andaluces de Sevilla, de Palos, de Moguer, de Huelva y de Lepe. En el muelle del Puerto de Palos de la Frontera, al suave movimiento del agua, las tres naves atracadas chirriaban acompasadas sus maderas esperando su próxima partida.
 
El viernes 3 de agosto, nuestro hombre a bordo de La Santa María, veía como el viento  hinchaba las velas de mesana, de gavia y de trinquete, alejándolos lentamente del bullicioso puerto rumbo a San Sebastián en las Canarias. Navegar a lo desconocido, no lo amedrentaba y sin perder los vientos del este, la flota entró al Atlántico abierto.
 
 A los veinte días, sus hombres se aterraron por la quietud del Mar de los Sargazos, cuyas algas flotantes, les dieron la impresión de ser tierra firme. El almirante —narraba el guía— hizo una bitácora con datos alterados para apaciguar el pánico de la tripulación. La Niña y la Pinta, embarcaciones de escolta, nunca se perdieron de vista. Los días pasaban y sus esperanzas de pisar tierra se desvanecían; con aferro a sus creencias y con la obsesión de la recompensa que recibiría de los Reyes Católicos, Colón sosegaba a todos los despavoridos marineros, que ya daban muestras de usurpar el mando.
 
            Rodrigo de Bermejo «el de Triana», vigía de La Pinta, ese 12 de octubre de 1492 a las dos de la mañana, exactamente a los 37 días de haber dejado Las Canarias, desde su cofa gritó ¡TIERRA A LA VISTA! y bajando por los obenques, después de santiguarse, dio gracias a Dios y a la Virgen del Pilar, por el milagro de salvarles la vida.
 
              Mirando el reloj, el guía dio por terminada la charla. A la insistencia con la pregunta del quinto viaje de Colón, respondió: —está bien, nos vemos después de la comida en el restaurante «Abades», aquí enfrente, en Triana.
 
              Amigos, terminamos esta histerieta, no sin antes recordarles lo que dice el refrán: “quien no se embarca, no se marea”
 
              ¡Ánimo ingao…!
 
               Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.

 

              manda esto el DJ
 

          http://youtu.be/wVLdVYVHXsI

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