TODO EL PODER AL PODER
TODO EL PODER AL PODER
En los últimos años, la
administración federal se ha empeñado sistemáticamente para debilitar y
desaparecer los organismos autónomos en México.
Estos organismos, nacidos de
la lucha democrática para supervisar al poder y garantizar transparencia, han
sido etiquetados de ineficaces, costosos e innecesarios.
Sin embargo, la desaparición
de instituciones como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la
Información y Protección de Datos Personales (INAI), la Comisión Federal de
Competencia Económica (COFECE) y el debilitamiento de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos (CNDH) representan una grave amenaza.
Más que un ahorro es
garantizar la concentración de poder y control absoluto del Estado, para dejar
a los ciudadanos indefensos ante posibles abusos de autoridad, corrupción
desmedida y prácticas monopolistas.
Los organismos autónomos en
México nacieron como resultado de las demandas de una sociedad civil que exigía
límites claros al poder del Estado.
Después de décadas de abusos,
la creación de instituciones independientes que velaran por la transparencia,
los derechos humanos y la competencia económica no fue una concesión del poder,
sino un logro de la sociedad que vio en estos mecanismos una herramienta
esencial para fiscalizar a los gobernantes y proteger a los ciudadanos.
Como explicó Luis de la Calle,
experto en competencia y economía, “la creación de organismos autónomos en
México respondió a la necesidad de garantizar que el poder no fuera absoluto,
que existieran contrapesos que aseguraran una economía y una democracia más
sanas”.
La independencia de estos
organismos es clave para su funcionamiento y su capacidad para cumplir con sus
objetivos. La COFECE, por ejemplo, busca asegurar que las empresas no abusen de
su poder en los mercados y mantengan precios competitivos.
Sin embargo, el actual
gobierno, en su afán de controlar el mercado, ha restringido las funciones de
la COFECE y ha permitido prácticas que afectan directamente el bolsillo de los
ciudadanos.
Sin la vigilancia de este
órgano, el país ha visto incrementos en precios de productos básicos, y los monopolios
siguen aprovechándose de los consumidores sin ninguna regulación efectiva.
El INAI es otro organismo que
ha sufrido embates directos y eso no les gusta a los del régimen, ya no habrá
quien garantice el derecho de acceso a la información pública y la protección
de datos personales.
En un país como el nuestro,
donde los índices de corrupción rebasan cualquier límite conocido, el INAI es
vital, gracias a este organismo, periodistas, activistas y ciudadanos que
buscan conocer el uso de los recursos públicos y exigir cuentas a los
gobernantes tienen al gobierno bajo la lupa.
Sin embargo, la administración
actual ha minimizado su importancia, acusándolo de ser un “gasto innecesario” y
sugiriendo que sus funciones podrían ser absorbidas por alguna secretaría del
gobierno. O sea, la vieja confiable de ser juez y parte.
El argumento de que el INAI es
costoso o ineficaz es una falacia, utilizada para encubrir el verdadero interés
del gobierno: evitar la transparencia. En palabras del periodista Salvador Camarena,
“la desaparición del INAI es un retroceso monumental, un golpe directo a los
pocos mecanismos que nos quedaban para conocer el uso del dinero público”.
La desaparición del INAI no
representa un ahorro, con este argumento no engañan a nadie.
La desaparición del INAI
implica un grave retroceso en los derechos de los ciudadanos, quienes ahora
tendrán mayores obstáculos para obtener información sobre cómo se gasta el
presupuesto.
Y que se puede decir de la
CNDH, que desde su creación ha sido un órgano crucial para la defensa de los
derechos humanos, particularmente en un país con altos niveles de violencia y
abuso de poder por parte de las autoridades. Sin embargo, en los últimos años,
su papel ha cambiado drásticamente.
La CNDH ha dejado de ser un
ente crítico y protector de la sociedad para convertirse en una institución
complaciente con el gobierno, bajo la dirección de Rosario Piedra Ibarra.
Los ciudadanos ya no ven en la
CNDH un aliado que defienda sus derechos, sino una institución que parece
justificar los abusos y las omisiones del poder. Y también, con el circo que
hicieron y las barrabasadas encabezadas por Adán Augusto, ratificaron a Piedra
en el cargo, por órdenes de “Ya sabes quién”, que hoy opera desde la sombra.
Esta metamorfosis de la CNDH
resulta especialmente preocupante, pues, en palabras de María Amparo Casar,
politóloga y experta en políticas públicas, “sin un organismo independiente que
proteja los derechos humanos, el ciudadano queda desprotegido y a merced del
poder”. La CNDH, en lugar de denunciar los atropellos, ha guardado silencio
ante abusos del propio Estado, contribuyendo a la impunidad y, en consecuencia,
a una descomposición social aún mayor.
Los efectos de la eliminación
y el debilitamiento de los organismos autónomos son evidentes. La falta de
transparencia, la impunidad y el abuso de poder se han convertido en problemas
cada vez más graves, y su impacto afecta directamente la vida de millones de
mexicanos.
La corrupción en la
administración pública, un problema que los organismos autónomos intentaban
combatir, ha encontrado un terreno fértil ante la falta de vigilancia y
supervisión. Casos de malversación de fondos, contratos sin licitación y
enriquecimiento ilícito son cada vez más frecuentes, pero ahora resultan más
difíciles de documentar y sancionar.
En este contexto, uno de los
riesgos más graves es la creciente concentración de poder en manos del
ejecutivo.
Al eliminar los contrapesos,
el gobierno tiene mayor margen para actuar sin restricciones y decidir el rumbo
del país sin consulta alguna.
Como señaló el analista Carlos
Bravo Regidor, “la concentración de poder que persigue el gobierno actual es
una amenaza directa a la democracia y a los derechos ciudadanos”. Los
ciudadanos están cada vez más indefensos, y el poder se ha vuelto opaco e
inaccesible.
La desaparición de los
organismos autónomos es una aberración, los mexicanos no votamos por eso. La democracia mexicana se encuentra en uno de
sus momentos más críticos, y las instituciones que surgieron como un logro de
la ciudadanía ahora son desmanteladas de una forma hasta vulgar.
El gobierno actual ha apostado
a la apatía, al cansancio de una población que, en muchos casos, no percibe el
impacto directo de la desaparición de estos organismos, una población que está agotada
por la crisis económica y la violencia.
Es innegable que el futuro
democrático de México está en riesgo. Los organismos autónomos no son un lujo
ni una concesión; son una necesidad para evitar que el poder desborde sus
límites y afecte los derechos de los ciudadanos.
México no puede permitirse
regresar a un pasado de opacidad y abuso. La desaparición de los organismos
autónomos afecta a la generación actual y es una amenaza directa a las
generaciones futuras, a quienes se les estaría negando el derecho a una
democracia plena.
El tiempo de actuar es ahora.
La sociedad civil, los medios de comunicación, las organizaciones y cada ciudadano
deben recordar al gobierno que México no es un país sin memoria. Si se permite
que el poder absoluto se consolide, las consecuencias serán irreversibles.
Como advirtió el filósofo
Carlos Monsiváis, “la democracia no es un estado; es una conquista constante”.
La última línea de defensa para la libertad, los derechos humanos y la justicia
es cada mexicano que se atreva a alzar la voz y exigir que las instituciones
sirvan a su propósito original: proteger al ciudadano, no al poder.
Tan simple como la canción que
canta: “Si le das más poder al poder, Más duro te van a venir a …”
Y así lo vamos a permitir, la
voluntad de una minoría será quien dicte la sentencia de muerte a estos
organismos que costaron sangre sudor y lágrimas, se van, en una semana, de un
plumazo.
Tiempo al tiempo
@hecguerrero