¿Traidores a la Patria?
¿Traidores a la Patria?
Por Martín Quitano Martínez
La soberbia es una
discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales
que se encuentran de golpe con una cuota
miserable de poder.
José de San
Martín
Qué corto ha quedado el
escenario catastrófico que el sonriente servidor público responsable de enfrentar,
con sus “capacidades científicas y de coordinación”, los impactos del COVID-19
en nuestro país, que predijo hace 6 meses. A una velocidad vertiginosa pasamos
de los 100 mil muertes y estamos entrando en una espiral muy peligrosa de
contagios que, independientemente de los dichos oficiales, auguran muchísimo más
dolor para miles de familias.
La tasa de letalidad nacional (número
de fallecidos entre número de contagios) ubicada en 9.4 %, resume la tragedia
que padecemos. Esta altísima pauta nos ubica entre los países más riesgosos del
mundo para contagiarse, y evidencia de un problema mucho mayor que la
hipertensión; estamos frente a una enorme incapacidad institucional para
enfrentar esta pandemia.
Desde su inicio, especialistas
en estos tipos de crisis, reclamaban al gobierno una estrategia clara para
aminorar el impacto de este virus, siendo criticados entonces, interpretando
sus propuestas como un ataque político al actual gobierno. Hemos venido escuchando
y viendo pasar a los responsables gubernamentales de la pandemia, del ninguneo
a la excesiva confianza en la fortaleza
de nuestro pueblo, incluidas aseveraciones absurdas como que solo se contagian
los ricos, la protección religiosa, o la injustificable defensa de los actos irresponsables
del presidente y todos los que, obligados institucionalmente a respetar las
normas sanitarias, se niegan a usar el cubrebocas con la retórica del prohibido prohibir.
Con el arribo del invierno se
acentuarán las posibilidades de incrementar los problemas de salud pública.
Abona la falta de conciencia social en muchos sectores de la sociedad, que
insisten en relajar las medidas de protección más allá de las necesidades de sus
labores de trabajo, acudiendo sin medidas de control a otras actividades no
esenciales o meramente de ocio que debieran cancelarse.
En esta crisis, un sector laboral
ha sido especialmente afectado, y son los trabajadores de la salud que,
carentes de las condiciones, materiales y equipo requerido para su resguardo y
mejor desempeño, han ofrecido su conocimiento, esfuerzo y compromiso,
arriesgando diariamente su vida y la de sus familias. Lo anterior se demuestra con
el número de muertes ocurridas en el sector,
Cifras de noviembre muestran que
había 140,196 casos de contagio con 1,884 muertes, de las que 41% eran personal
de enfermería, 26% personal médico, 2% laboratoristas, 1% odontólogos y 29% de otros
trabajadores de la salud[1].
Veracruz tiene al día de hoy una
tasa de letalidad de 14.5 %, cinco puntos arriba de la nacional. No obstante,
se le otorgó el semáforo verde, tal vez porque su Secretario de Salud presume de
un manejo exitoso de la pandemia.
Aquí el sector salud también ha
puesto su esfuerzo, su compromiso y tristemente también sus muertos. Con datos del
mes de agosto, Veracruz era cuarto lugar en el orden nacional, contando con más
de 27 mil contagios totales; se registraban 5 mil contagios y 83 fallecimientos
entre trabajadores de la salud[2], lo que representó la
muerte de casi una quinta parte de los contagiados de este sector, mostrando
las debilidades del equipamiento y las condiciones de trabajo.
En su comparecencia ante los
legisladores, el Secretario de Salud veracruzano retumbó una frase insensible,
irresponsable y fuera de lugar, señalando como traidores a la patria, a todos
aquellos que se ampararon, dijo, todos aquellos que no acudieron a su llamado
en las condiciones (de riesgo a la salud y abandono institucional) en que han
venido trabajando los demás.
Es penoso observar a este
servidor público soberbio, gritón, con un comportamiento pendenciero, petulante
e ignorante, que seguramente ha menospreciado con sus acciones los esfuerzos de miles de trabajadores de la
salud. Un responsable gubernamental que se muestra públicamente practicante de
“limpias y amuletos para la suerte”, en una rara mezcla de burla y desprecio
por su encargo y responsabilidad, con una obsesiva compulsión a la retórica
partidaria y militante, no a los compromisos administrativos y de acciones
públicas eficientes.
Mientras tanto, sin importar
el color del semáforo, la estrategia que más nos conviene es cuidarnos, usar el
cubrebocas siempre que salgamos de casa, como un elemento recomendado por la
OMS y pasando por alto eso de que tan solo es “un elemento que nos dé una falsa
sensación de seguridad” (Gatell dixit), adoptando su uso con la seriedad que no
ha tenido el gobierno, respetando la sana distancia y resguardándonos cuanto se
pueda.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Beisbol o el nuevo deporte de Estado.
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