TRASTOCA EL WHITNEY MUSEUM EL PAISAJE DEL ‘SUEÑO AMERICANO’
TRASTOCA EL WHITNEY MUSEUM EL PAISAJE DEL 'SUEÑO AMERICANO'
Érika P. Buzio
Agencia Reforma
Ciudad de México, 28 diciembre
2024.- El Museo Whitney de Nueva York sacude los cimientos de la idílica imagen
del paisaje estadounidense con Shifting Landscapes.
¿Qué hay detrás de la postal perfecta del
«sueño americano»?
La institución, dedicada al arte
estadounidense, invita al público con esta exposición a sumergirse en las
profundidades de la identidad y el territorio de Estados Unidos.
Con más de 120 obras de artistas de diversas
generaciones, entre ellos Jean-Michel Basquiat y Keith Haring y diversos
creadores chicanos, como Amalia Mesa-Bains, Troy Montes-Michie, Leslie Martinez
y Enrique Chagoya, la muestra desafía la noción idealizada del paisaje al
revelar las tensiones políticas, ecológicas y sociales que han moldeado a esa
nación.
En entrevista, la curadora, Marcela Guerrero,
destaca la importancia de conectar el concepto de paisaje con temas urgentes
como la migración y los conflictos identitarios, desde la frontera como herida
abierta, hasta la crisis por el cambio climático.
Shifting Landscapes ocupa toda la sexta planta
del museo neoyorquino y está organizada en secciones temáticas que abordan
diversos enfoques. Algunas se centran en materiales y técnicas, como
ensamblajes escultóricos hechos con objetos locales, y otras más en el
ecofeminismo, el arte de la tierra y el impacto de la fotografía documental en
los paisajes.
También se exploran geografías específicas,
como los escenarios urbanos de Nueva York o aquellos que remiten al cine
experimental angelino durante las décadas de 1970 y 1980.
La sección dedicada a la frontera sur,
inspirada en la obra de la también chicana Gloria Anzaldúa, Borderlands (1985),
es particularmente relevante para el público mexicano, al explorar la compleja
relación entre ambos países.
La artista plantea la «borderline»
como una «herida abierta» que representa el conflicto y la violencia
existentes a lo largo de la línea geopolítica.
Guerrero destaca que la frontera es un espacio
complejo que abarca 3 mil 152 kilómetros, toca cuatro estados de Estados Unidos
y seis de México, y alberga a 15 millones de personas, con variedad de lenguas,
identidades y de grupos indígenas.
«Esa herida abierta de la que ella
(Anzaldúa, también académica) habla en su libro para mí siempre ha sido muy
visual», remarca.
Una cicatriz que marca la relación entre
México y Estados Unidos, cargada de conflicto, y un discurso político contra la
inmigración que estigmatiza a quienes intentan entrar a Estados Unidos en busca
de refugio.
«¿Cómo en este espacio que ha sido
tratado de una manera tan cruel, de todas maneras se puede encontrar belleza,
creatividad, una constante regeneración de ideas? Por eso es tan importante
traer a Anzaldúa casi 40 años después, regenerar ideas y ver qué se da a través
de ese lente», plantea la curadora.
El Presidente electo Donald Trump hizo ya
pública su intención de usar a las tropas estadounidenses para la deportación
masiva de migrantes indocumentados.
Según el Pew Research Center, hay 11 millones
de ellos en el país, de los cuales 4 millones son mexicanos.
En la sección que habla de ello se incluye
obras de artistas, no todos fronterizos, que de alguna manera abordan las
fronteras ideológicas o geopolíticas. O bien, cómo el contacto entre grupos
puede dar cabida a nuevas ideas.
Por ejemplo, los texanos Troy Montes-Michie,
de El Paso, o Leslie Martinez, de Dallas.
Sobre las pinturas de esta última, la curadora
explica que «recrean cicatrices y heridas que están sanando». Su
lienzo A Sublime Concealment of Time (2023), por ejemplo, es descrito como
«un paisaje emocional» marcado por el dolor, pero también por la
sanación, elaborado a partir de trapos cosidos y materiales reciclados.
A su vez, Montes-Michie cose retazos de tela,
fotografía y papel y encuentra una relación directa entre la sutura, necesaria
para sanar una herida, y la frontera, como en Yo soy un puente tendido/This Is
My Home (2019).
Con sus códices satíricos, elaborados al
estilo de los antiguos manuscritos mesoamericanos, Enrique Chagoya, por su
parte, narra en Les Aventures de Cannibales Modernistas (1999) la historia de
la civilización occidental desde la perspectiva de los colonizados.
Guerrero destaca también la reciente
adquisición del Whitney de la instalación Cihuateotl with Hand Mirror from
Venus Envy (1997-2022), de Amalia Mesa-Bains, pionera del movimiento chicano.
Aunque el museo presentó una retrospectiva de
la artista californiana en 1995, esta es la primera obra de su producción en su
acervo.
La adquisición es parte de un proceso de
varios años, en paralelo a la planeación de Shifting Landscapes, en que el
recinto, con el apoyo de una beca, se aboca a describir sus prácticas de
coleccionismo.
Guerrero reconoce que, como museo de arte
estadounidense, es crucial aumentar la representación de artistas indígenas, ya
que históricamente ha estado ausente.
Sí se ha avanzado, en cambio, en la compra de
obras de artistas afroamericanos, pero aún hace falta una mayor representación
de latinos.
De manera reciente, el museo ha dedicado más
recursos a adquirir sus obras, lo que explica un aumento considerable de
artistas indígenas, asiático-estadounidenses y latinos que representan casi el
40 por ciento de su acervo.
Más de la mitad de las obras de la exposición
son nuevas en la colección y se exhiben por primera vez.
El pulso neoyorquino
Shifting Landscapes presenta
el paisaje de Nueva York a través de una «galería sumamente densa»,
con obras separadas por apenas 20 pulgadas entre sí, como un guiño a la
densidad urbana y recreación de la verticalidad de la urbe.
Una pared exhibe obras de la vibrante energía
de la ciudad entre finales de los 70 y principios de los 2000. En contraste,
otra despliega dos hitos que la transformaron de manera radical: los atentados
del 11 de septiembre, que borraron las Torres Gemelas, un ícono de la Gran
Manzana, y la pandemia por Covid-19, que produjo imágenes insólitas de las
calles desiertas.
«Queríamos demostrar que no existe una
historia del arte neoyorquino sino muchas, historias de artistas que estaban en
diálogo los unos con los otros, algunos mostrando en el Bronx, otros en el
Lower East Side, pero mostrando que de alguna manera todos se conocían entre
ellos», apunta Guerrero.
De los años 80 y 90, cuando Nueva York se
globaliza, se exhiben piezas como la escultura Miss Kate (1982), de John
Ahearn, y la pintura Untitled (1980), de Basquiat, que reflejan la vida
cotidiana de la ciudad.
Mientras que 9-11 (2007), de Keith Mayerson;
Man with Face Creams and Phone Plugs (2019), de Salman Toor, y el video 2
Lizards (2020), de Orian Barki y Meriem Bennani, exploran «las
perturbadoras imágenes de tragedia y alienación» tras los atentados del
11S y la pandemia de Covid-19.
La exposición permanecerá en el Museo Whitney
de Arte Estadounidense a lo largo del próximo año, hasta enero de 2026.