TRÍO NOCTURNAL
Rafael Rojas Colorado
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Las sombras de la noche apenas dejaban distinguir las siluetas del trío “Nocturnal”. Se dirigían en busca de un balcón para arrullar a la amada con bellas canciones de amor, mientras el Sereno hacía sonar su silbato en su recorrido por las desoladas calles.
Don Diego Mora Ruiz divisando a través de la ventana de su hogar, sin dejar de suspirar, evoca los pasajes de su vida. Él nació en el año 1927 en Teocelo de Díaz, Veracruz. Pero siendo aún niño se arraigó en Coatepec, vivía en la segunda calle de Miguel Lerdo. Inmediatamente encontró amistad en Beto Blázquez y Abraham Contreras, conocido como “chavan”. Este último aficionado a la música les dio la oportunidad de compartir sus ideas juveniles. Las añoranzas le permiten a don Diego penetrar en ese lejano ayer, cuando con Abraham Sánchez forjaron sus primeras experiencias artísticas. Ambos se presentaban a cantar acompañados de sus guitarras en las difusoras XEKL Y XEJA. De esta forma se daban a conocer y sus nombres iban conquistando el alma popular del pueblo.
La inquietud de la adolescencia los conducía por todas partes y la música los unió en amistad con las hermanas Gómez, Rosita, recorriendo con sus ágiles dedos el teclado de su piano y Chepy, rasgando las cuerdas de su guitarra. Fue en estas tertulias en la que brotaban las inquietas emociones de la adolescencia cuando formaron el trío “Nocturnal”; sus integrantes Diego Mora Ruiz en el requinto, Abraham Sánchez “el cremas” primera voz y las maracas; Antonio Clement conocido como “Keny” en la segunda voz. Esas fueron noches de desahogo juvenil, de bohemia, de dejar fluir el tiempo, los sueños y las pasiones de aquellos años que mediaba la década de los años cuarenta.
Al poco tiempo, don Diego sintió el fuerte llamado de la gran ciudad, sin pensarlo se fue a su encuentro. Su lugar en el trío “Nocturnal” lo ocupó el joven Felipe Moreno. En México tocó puertas, le gustaban las canciones de Agustí Lara y, además, se sabía todas las melodías de los Martínez Gil, una prueba fue suficiente para ser aceptado por ellos.
Una experiencia difícil de superar por un provinciano fue la que protagonizó entre 1948-1950 como requinto de los Martínez Gil. Diego vivió la gloria de difundir su música en el micrófono de la XEW, en esas instalaciones conoció y saludo a María Grever, un momento inolvidable que hoy paladea en sus recuerdos.
La aventura de México fue grata al lado de artistas consagrados, sin embargo, el llamado del pueblo se torna irresistible y resulta imposible renunciar a volver a los orígenes. Finalmente regresa a finales de 1950. El trío “Nocturnal” lo esperaba con los brazos abiertos, ahora sí, en forma profesional.
El trío “Nocturnal” escribió su historia musical al lado de inolvidables trovadores que marcaron una romántica época en el Coatepec de ayer. Las serenatas, las fiestas públicas y privadas fueron los escenarios en los que se esparció el romanticismo del trío “Nocturnal” persuadiendo lo más hondo del alma de quienes los escuchaban.
Cada principio tiene un final. Para el trío “Nocturnal” lo marcó el candelario de 1957. Nuevamente el alma inquieta de Diego Mora Ruiz, ahora se casaba, esta fue la fuerte razón por la que el trío “Nocturnal” se desintegró, pero su indeleble huella quedó impresa en lo más hondo de aquellas viejas generaciones, que disfrutaron de sus románticas canciones.
El ex trovador se acerca a los noventa años y dice estar casado con la señora Consuelo Legaria, con la que son padres de dos hijos. Evoca su composición “Resignación” entre un sinfín de inspiraciones que brotaron de su alma bohemia cuando la juventud le sonreía plenamente.
Su nueva vida se la dedicó al oficio de la sastrería, la responsabilidad del hogar así se lo exigía. En la actualidad radica en Xalapa, Veracruz y a estas alturas vibra al recuerdo de su padre Don Basilio Mora, quien fue quien le mostró el camino de la música. Agradece a la vida sus dotes artísticos que le dieron la oportunidad de conocer mucha gente y el haber sido parte del Coatepec romántico, de ese halo provinciano que emocionado escribía en sus páginas la época de oro.