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UN SIGLO DE LA HIJA PREDILECTA

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UN SIGLO DE LA HIJA PREDILECTA

Por Jorge Vela

 

En los albores de la década de 1920, María Enriqueta Camarillo y Roa gozaba de amplio reconocimiento como una de las autoras más leídas de la lengua castellana. Su pródiga trayectoria había encontrado el clímax en Europa donde, sobreponiéndose a los avatares de la Primera Guerra Mundial, cosechó sus mayores triunfos editoriales. Las noticias sobre su éxito originaron gran expectación en Coatepec, pues el pequeño pueblo cafetalero se proyectaba internacionalmente como cuna de un preclaro talento. Ante ello, amistades de la escritora percibieron adecuado materializar una demostración de afecto, misma que respaldada por el ayuntamiento, resultó en la denominación de María Enriqueta Camarillo y Roa como Hija Predilecta de Coatepec. A cien años de aquel acontecimiento, vale la pena re-conocer el primer homenaje que la intelectual recibió en México tras la Revolución, el cual unió a los coatepecanos apostados a ambas orillas del Atlántico.

 

 

Éxitos editoriales al otro lado del mar

 

La vida del matrimonio Pereyra Camarillo en Europa se había trazado con la designación de Carlos Pereyra como Ministro de Bélgica y los Países Bajos, por parte del gobierno de Victoriano Huerta, en 1913. El alejamiento del suelo patrio marcaría el inicio de una serie de difíciles acontecimientos para Enriqueta, al que le continuaría no poder recibir personalmente la impresión de su serie Rosas de la infancia. Si bien, en octubre de ese mismo año, ya establecidos en Bruselas, ocurrió el lamentable fallecimiento de doña Dolores Roa Bárcena, sumiendo a Enriqueta en una profunda depresión, fueron los hechos de 1914, lo que volvieron insostenible la vida de la familia en aquella ciudad. Como respuesta al triunfo de la revolución constitucionalista en México y de la entrada del ejército alemán a Bruselas en agosto de ese año[1], Carlos abandonó la embajada, colocando a la pareja en un exilio autoinfringido. Fue entonces cuando los Pereyra Camarillo se trasladaron a Lausana, en la neutral Suiza, donde permanecieron aproximadamente dos años, dedicándose a la enseñanza de francés y español para sobrevivir. Con los pocos ingresos que obtenían de su actividad debían sostener, además de su hogar, a los sobrinos y la madre de Carlos, doña María de Jesús Gómez, que permanecía en Saltillo, Coahuila. A pesar de los esfuerzos, la situación no mejoraba, y pensando que España podía ofrecer un mayor abanico de oportunidades, se mudaron a Madrid a mediados de 1916.[2]

De meses atrás, la pareja había apostado por recurrir a la prensa madrileña para obtener el sustento. Entre el nutrido grupo de intelectuales hispanoamericanos que se hallaban refugiados allí, el venezolano Rufino Blanco Fombona fue quien les brindó un valioso apoyo al emplearlos en su empresa, la Editorial América. María Enriqueta, entonces, se dedicó a la traducción de varios textos, y la estabilidad provista por su labor, le facilitó retomar su producción creativa. Camarillo apostaba por introducirse al mercado literario europeo para aumentar sus ingresos, por lo que probó suerte con géneros de gran popularidad en aquellas latitudes: el cuento y la novela.[3]

En 1918, la Imprenta de Juan Pueyo publicó Mirlitón: el compañero de Juan, donde se cuentan las aventuras de un niño que deja el campo para mejorar su calidad de vida y, una vez conseguida la meta, regresa al hogar donde le espera su abuela. Ese mismo año, tras ganar el concurso literario que la revista Blanco y negro promovía, fue publicada La revelación de las ánforas. Ante los aciertos editoriales, Camarillo y Roa decidió materializar Jirón del Mundo, relato publicado por Editorial América en 1919, el cual estaba dirigido al público adulto y en donde la coatepecana proyectó muchos de sus propios sentimientos melodramáticos[4].



[1] Germán Ceballos Gutierrez y Héctor Miguel Sánchez Rodríguez, “Edición y cronología” en Rincones Románticos. Una antología general, México, FCE-FLM-UNAM, 2017, pp. 35

[2] Ester Hernández Palacios Mirón, “Selección y Estudio Preliminar”, en Rincones Románticos. Una antología general, México, FCE-FLM-UNAM, 2017, p. 35-42

[3] Valentín Yakolev Baldin, María Enriqueta Camarillo y Roa de Pereyra: su vida y su obra, México, Editorial Josefina, 1956, tomo uno, p. 66 y ss.

[4] Evangelina Soltero Sánchez, María Enriqueta Camarillo: la obra Narrativa de una mexicana en Madrid, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2002, pp.

En 1920, gracias a Alfonso Reyes, Enriqueta fue designada como asistente de Xavier Icaza dentro de la Comisión Mexicana de Investigaciones y Estudios Históricos en Europa. Su empleo le permitió reunir textos que había publicado tanto en España como en México, cuyo volumen fue editado al año siguiente, por la casa Biblioteca Nueva de Barcelona bajo la denominación Sorpresas de la vida.[1] No obstante, en 1922, Camarillo y Roa alcanzaría un triunfo rotundo con El Secreto, novela dirigida al público adulto que narra las constantes infracciones y el arrepentimiento adolescente. La novela fue el proyecto que más reconocimiento le atrajo a la coatepecana pero también el más arriesgado, por la novedosa inclusión de aspectos psicológicos en la trama. Con 50 años a cuestas, María Enriqueta fue ovacionada como la mejor novelista hispanoamericana y su obra se tradujo al francés, italiano y portugués.[2] En ese año de clímax editorial, también se materializó Rincones Románticos, el poemario mediante el cual refrendó su dominio sobre el género. A decir de Jaime Torres Bodet:

María Enriqueta […] representa la poesía más humana, más trémula de emoción contenida y […] la poesía más buena […] En [su] condición de intimidad […] está […] el secreto de su fuerza, del poder sugestivo que nos sobrecoge […][3]

 



[1] Ester Hernández Palacios Mirón, “Selección y Estudio Preliminar”, en Rincones Románticos. Una antología general, México, FCE-FLM-UNAM, 2017, pp. 43-45.

[2] Soledad García Morales, María Enriqueta Camarillo: hija predilecta de Coatepec, Coatepec, Círculo Cultural Regional Coatepecano, 2016, 38 min.

[3] Jaime Torres Bodet, “María Enriqueta” en Revista de Revistas. El Semanario Nacional, año XV, núm. 734, junio de 1924, p. 31.

Coatepec de Sánchez Altamirano

Mientras en Europa se erigía una musa de la lengua castellana, un sector de la sociedad coatepecana enfocaba su atención en los comicios correspondientes a 1921, en los cuales la administración tejedista y el sector capitalista veracruzano se disputaban la injerencia sobre las esferas municipales. Dentro del proceso electoral, un grupo recurrió a Rafael Sánchez Altamirano para presidir una planilla. Si bien el médico tenía una década de mantenerse alejado de la política, sopesó contener en los sufragios al considerar que, en caso de ganar, su intervención en la comuna podía abonar al desarrollo del grueso de la población.  Tras su triunfo en las urnas, el doctor Rafael Sánchez tomó posesión de su cargo el 1° de enero de 1922 y, desde los primeros días de la administración, se emprendieron obras de gran importancia para la municipalidad como lo fueron: la apertura del camino en el Cerro de las Culebras, la reposición del drenaje en la calle Jiménez del Campillo o la rehabilitación de los caminos a Xico y a Xalapa[1].



[1] Rafael Sánchez Altamirano, Memorias autobiográficas, Coatepec, 1950, pp. 383-384.

Dr. Rafael Sánchez Altamirano.

Entre ellas destacó la rehabilitación del parque municipal, financiada con el monto correspondiente al sueldo del alcalde, valuado en 250 pesos, y ejecutada a título gratuito por el regidor de policía Rafael Álvarez. El médico, además, supo trabajar acuciosamente con los funcionarios de otros niveles de gobierno para impulsar el desarrollo local, incluido el rubro educativo. Junto al general Federico Berlanga, comandante de la Jefatura del Sector Militar, fue posible reestablecer la paz, incentivar el comercio, reanimar la convivencia social y contribuir en la captación de recursos[1]. Y, gracias al trabajo conjunto entre Sánchez y el Director General de Educación Leopoldo Kiel, Coatepec pudo contar por primera vez con un jardín de niños en 1922.



[1] Rafael Sánchez Altamirano, op. cit., 1950, pp. 383-384.

Colocación de la placa el 3 de julio de 1923.

Hacia el final de su mandato, el doctor Rafael se enfrentaría la rebelión Delahuertista, movimiento que inició su fase armada en el puerto de Veracruz y tomó Xalapa a finales de 1923. Con la llegada de los rebeldes al poder, las autoridades coatepecanas fueron desplazadas de su cargo.  Sin embargo, la administración de Sánchez Altamirano sería recordada por su honradez, su diligencia y el apoyo a la cultura que materializó entre sus logros, la distinción de Camarillo como Hija Predilecta de Coatepec.

 

 

La distinción

A ambos lados del Atlántico se difundió la noticia sobre los galardones que Camarillo y Roa recibió especialmente por la publicación de El Secreto. Naturalmente, en el terruño, originó enormes expectativas pues la prensa internacional comunicaba que Coatepec era cuna de un prodigioso talento. Con la intención de sumarse a las deferencias, amistades de la escritora determinaron adecuado que también se le condecorada en territorio nacional y, en ese sentido, llevaron sus gestiones al ayuntamiento de Coatepec con el objeto de investirlas de oficialidad. La comuna presidida por Rafael Sánchez Altamirano recibió con agrado la petición y, en sesión de cabildo el 24 de mayo de 1923, distinguió a María Enriqueta Camarillo y Roa con el título de Hija Predilecta de Coatepec. Para complementar el nombramiento, se decidió colocar una placa en la casa de la familia Gálvez Contreras donde, medio siglo antes, había nacido la escritora.

El domingo 3 de junio de ese año, se llevó a cabo un acto solemne para manifestar la distinción y develar la placa en el antiguo domicilio de la familia Camarillo y Roa. A las 10 horas, autoridades municipales, maestros, alumnos y público en general, se dieron cita frente a la casa marcada por el número 13 de la calle Pedro Jiménez del Campillo, y que entonces era ocupada por la tienda de ultramarinos El Támesis. En dicho sitio, la banda del 25° batallón interpretó las ejecuciones musicales, mientras que el secretario del ayuntamiento Justino J. Palacios, leyó el acta que concedió el título de Hija Predilecta. La placa descubierta testificó “Casa en que nació la poetisa / María Enriqueta Camarillo / de Pereyra”

Aquella fue la primera vez que, en Coatepec, los honores a tan distinguida dama se comunicaron de manera pública a través de un acto oficial. Durante la noche se llevó a cabo una velada en dos actos, que incluyó números musicales y poesías, destacando la participación de Teresa Galván, Ángela y Dolores Sánchez Orozco, Antonia y María Luisa de la Rosa, Enrique Ochoa Lobato, Emilio Fentanes, Eugenia Rebolledo Clement, Francisca García Batlle, Eva Pérez, Alfredo Quirós, Inés Rebolledo y Juan Lomán Jr. La tertulia concluyó con la presentación de la Orquesta típica de Señoritas.[1]

La alegría de Enriqueta, a quien se le había hecho partícipe el vítor popular a través de epístolas, se vio ensombrecida por los problemas políticos y por la muerte de su hermano Leopoldo, acaecido en noviembre de 1923. Camarillo recurriría a las letras para sobreponerse a la pérdida de su compañero de aventuras, publicando un par de años después El misterio de su muerte, fascículo compuesto por diversas novelas cortas de tinte nostálgico.

¡Ay! los destinos infieles
nos dan hoy nuevos papeles:
ahora, en el campo yermo
-que así lo ve mi tristeza-,
soy yo quien da fortaleza
y apoyo a mi hermano enfermo…
¡Vedle abatido y callado!…
…El doctor le ha desahuciado…[2]



[1] H. Ayuntamiento de Coatepec, Programa de actividades, 1° de junio de 1923.

[2] María Enriqueta, «Devoción fraternal» en Álbum sentimental, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, pp. 153-155.

La cultura nacional en deuda

A pesar de ser una de las grandes exponentes de las letras hispanoamericanas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la figura de María Enriqueta Camarillo y Roa aún permanece en las sombras. La cultura nacional le debe un sitio preeminente por su vida dedicada a la literatura, por su calidad de mujer profesional en un mundo de hombres y, por si eso no fuera poco, por sembrar en millones de niños el invaluable amor a los libros. 

Placa conmemorativa en la casa de la familia Gálvez Contreras, en la calle Pedro jiménez del Campillo.

En cambio, la sociedad coatepecana ha sabido encontrar en ella un ejemplo de vida, gracias a la distinción emprendida por la administración 1922-1923, presidida por Rafael Sánchez Altamirano. Camarillo y Roa probó que se puede triunfar sin olvidar las raíces y, por ello, se transfiguró en un modelo para sus contemporáneas, mostrándoles que la mujer también puede dedicarse exitosamente a las actividades intelectuales. A un siglo de su designación, no deben desfallecer los esfuerzos por aproximarnos a sus textos pues, conocer la obra de María Enriqueta, también es conocer Coatepec.