¡UN SUSTO DE LA TIZNADA!
¡UN SUSTO DE LA TIZNADA!
Por Ramón Durón Ruíz (†)
1.- La alegría es un don que la vida te
obsequia, que tiene la virtud de ser altamente sanador y terapéutico, debido a
que es una emoción que nace de lo más íntimo de tu ser y que además no se
confronta con ninguna. La alegría, al darle un sentido
siempre ascendente a tu existencia, te auxilia a procesar adecuadamente las
adversidades, los tropiezos, los problemas; suavizándolos y ubicándolos en su
exacta dimensión, –ni más arriba, ni más abajo– permitiéndote afrontarlos de la
mejor manera, desde el equilibrio fecundo y la óptica del amor, y…La vida ha
sido generosa con este viejo Filósofo, me ha enseñado que sin importar el
sexo; la edad; la posición política, económica o social; si eres letrado o
ignorante, dos son las emociones primarias del ser humano, que en cualquiera de
sus manifestaciones son mensajes de tu alma:
2.- Complicarse la existencia con problemas imaginarios, –esos que en la
mayoría de las ocasiones nunca pasan– con palabras y frases rimbombantes,
hablando mucho y reflexionando poco… sin aportar nada; con ideas
catastrofistas, que además de sabotear y silenciar las sabias respuestas a las
preguntas de tu vida, desarmonizan tu energía vital y en vez de dirigirla a elevar
tu vibración… la cancelan.
Recuerda que tu salud, está íntimamente ligada al racimo de
emociones con el que inicies tu día. Si no sigues la
intuición de tu sabiduría emocional y te aferras a vivir en “la casa de la
enfermedad” bajo la influencia de tu ira, odio, resentimiento, rencor, miedo,
depresión, angustia, tristeza, ansiedad o la preocupación, –que, además de
acumularse ponen en tensión tus órganos internos– inevitablemente atraerás a ti
incertidumbre y sufrimiento.
Lo anterior te hará sentir un vacío existencial y con una vida vana ¿qué
sentido tiene tu existencia?; acaso ignoras una cosa: que es tiempo ya, que te
conectes con tu parte auténtica, porque no naciste para la enfermedad, ni la
tristeza, ¡naciste para ser feliz y para la grandeza!
Por el contario, si en este nuevo amanecer tienes la inteligencia
emocional de liberarte de las toxinas que vulneran tu vida y cambiarlas por
emociones positivas: alegría, entusiasmo, valor, afecto, confianza, fe,
esperanza, amor, felicidad, satisfacción; tu sistema inmunológico se
fortalecerá, alejando la enfermedad y atrayendo a tu vida paz interior,
alegría, felicidad y un estado de armonía, de equilibrio
físico-mental-espiritual y con ello, la abundancia de dones y de bienes que el
universo tiene para ti.
Me permito concluir con una bella oración que
circula por internet y se dice escrita por una monja del siglo XVI:
“Señor: Tú sabes mejor que yo, que estoy envejeciendo y un día seré vieja.
No permitas que me haga charlatana y sobre todo
adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en
toda ocasión.
Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.
Que sea pensativa, pero no taciturna, solícita pero no
mandona.
Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla
toda, pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final.
Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles.
Dame las alas para ir derecho al grano. Sella mis labios
para que no hable de mis achaques y dolores, ellos van en aumento con el pasar
de los años, como también mi gusto por recitarlos.
Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males
ajenos.
Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté
equivocada.
Mantén en mí una razonable dulzura. No quiero ser
santa.
Es difícil convivir con algunas de ellas; pero una vieja amargada es:
una de las obras supremas del diablo.
Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible. Nos rodean tantas
cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna. Amén.”1
Lo de la hermosa oración de la monja, me recuerda la ocasión aquella en
la que tres cigüeñas van volando y una pregunta a la otra:
Cigüeña 1 — ¿Para dónde vas?
Cigüeña 2 —Voy a casa de un matrimonio que tiene 10
años tratando de tener un hijo y aquí les llevo uno.
Cigüeña 1 —Yo voy a casa de una señora mayor, que
nunca tuvo bebes. Y aquí le llevo un lindo varoncito.
Cigüeña 2 — La vas a hacer muy feliz.
En eso, las dos le preguntan a la tercera Cigüeña: —Y
tú, ¿para dónde vas?
— Al convento de las monjitas. Nunca les llevo nada… pero siempre les doy
¡UN SUSTO DE LA TIZNADA!
1 www.encuentroconcristo.com.ar/reflexiones8.htm